Rufino Tamayo

AutorJosé E. Iturriaga
Páginas413-422
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Rufino Tamayo nació en Oaxaca en 1899. Sí, en esa ciudad tan anhelada
por Nietzsche para alargar su tormentosa vida; este filósofo averiguó en
cartogramas climatológicos que Oaxaca poseía el mejor clima del mundo.
Otra región que también favoreció al atormentado pensador alemán era
Chilpancingo.
Rufino Tamayo llegó a la Ciudad de México cuando tenía 12 años, en
1911, el último de la dictadura porfiriana. Más de seis años vivió en el Cen-
tro Histórico del Distrito Federal dedicado a la venta de frutas en el mercado
de La Merced, negocio que, en grande, tenía uno de sus hermanos.
Sin duda el rico colorido de ese mercado impactó la conciencia estética
de Rufino, pues sólo así se explican la belleza y el colorido de las sandías
pintadas por él, así como las pitayas, mandarinas y naranjas encerradas en
esos sórdidos almacenes de La Merced. Pero cada mañana esas frutas re-
cobraban la luminosidad cromática cuando eran colocadas en ayates y
petates sobre las banquetas puestas a disposición de los marchantes.
Hacia la primera mitad de los treinta conocí a Rufino Tamayo. Lola
Álvarez Bravo me presentó con él. Treintañero como era Rufino, desde
entonces se advertía en él voluntad de triunfo como pintor de la generación
inmediata a la de los Tres Grandes. Él es ahora uno de los cuatro.
Vivió Tamayo en Nueva York entre 1926 y 1927 y coincidió en la Gran
Urbe con el magnífico músico Carlos Chávez y el escritor Octavio Barreda.
Rufino Tamayo*
* Artículo publicado en los periódicos El Universal el 29 de febrero de 1980 y El Gallo
Ilustrado, suplemento cultural de El Día el 29 de junio de 1986.

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