Enrique Climent

AutorJosé E. Iturriaga
Páginas393-396
393
Es incalculable lo que adeudamos los mexicanos en el campo de la cultura
nacional a esa España peregrina —como la llamaba José Bergamín— a par-
tir del arribo de un grupo de trasterrados a este suelo mexicano hacia fines
de los treinta y principios de los cuarenta del presente siglo.1
Esa España del éxodo y del llanto —como la llamó León Felipe— recreó
en no escasa medida nuestro mestizaje cultural, así en la filosofía y el de-
recho, como en las ciencias fisicomatemáticas y las sociales, así en la mú-
sica como en las artes plásticas. Todo ello floreció merced a la presencia
de esta pléyade impresionante de trasterrados que vinieron a México
cuando se efectuó la alianza deshonrosa del dictador Franco con los ejér-
citos de Mussolini y Hitler.
La nómina de esos ilustres errabundos que optaron por asentarse en
nuestro suelo patrio es en verdad caudalosa. Ente ellos vinieron pintores tales
como Pepe Renau, Ceferino Palencia, Roberto Fernández Balbuena, Gabriel
García Maroto, Miguel Prieto, Antonio Rodríguez Luna, Ramón Gaya, José
Moreno Villa, Arturo Souto, José García Narezo, Elvira Gascón y Enrique
Climent. Llegaron quizás más pintores, pero no los recuerdo. Algunos so-
breviven; la mayoría ha muerto.
Con variada intensidad fui amigo personal de todos ellos, pero ahora
quiero referirme a este último —Enrique Climent, desaparecido hace cua-
* Artículo publicado en El Gallo Ilustrado, suplemento dominical del periódico El Día, el 4
de noviembre de 1984.
Enrique Climent*

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR