Francisco Toledo

AutorJosé E. Iturriaga
Páginas423-424
423
De la Placenta Toledana brota un caudaloso universo de criaturas sorpre-
sivas y azorantes, sobre todo insospechadas y por su extraña vinculación:
tortugas y pescados, conejos y bovinos, camarones y alacranes que se hayan
provistos cada uno de apéndices faloideos en busca de machimbrarse.
No es la suya una pintura decadente o crepuscular. No es vigorosa y cu-
pular, sobre todo porque un aluvión de cúpulas o de actos cupulares y
culminantes se ofrecen a la vista del espectador procedentes del vasto
mundo animado e inanimado al que Toledo da un soplo, muchos soplos vi-
tales, tal como si fuese un demiurgo.
Rectifico, Francisco Toledo lo es. Sí, Toledo es un demiurgo con cuyo
conjuro cromático y lineal da a luz seres que pasman la razón y paralizan
la intuición al desfilar y aparecer en cascadas inacabables de fecundidad.
No sólo provoca sobresalto entregarse a esos seres: se permanece es-
tupefacto ante la mera presencia de los cuadros toledanos. En este sentido,
la obra de Toledo es estupefaciente. Ni más ni menos.
La función de su mensaje plástico es además coactiva o coercitiva; iba
a decir gendarmeril. El visitante es arrastrado y arrestado sin apelación
alguna frente a cada cuadro de Toledo. Virtualmente es cogido el visitante
de las solapas emocionales con silenciosa violencia para no moverse fren-
te a no importa qué acuarela o qué gouache de Toledo. Y así, con la mayor
obediencia, el visitante no se mueve: queda apresado ante aquellos cua-
Francisco Toledo*
* Artículo publicado con el periódico El Universal el 11 de marzo de 1980.

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