Partidos y sistemas partidistas

AutorGianfranco Pasquino
Páginas166-195
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VI. PARTIDOS Y SISTEMAS PARTIDISTAS
Los partidos políticos y los sistemas partidistas constituyen el objeto central de la ciencia
política y son casi siempre los protagonistas en la vida de los sistemas políticos. Es impo-
sible imaginar un análisis de cualquier sistema político que no deje un gran espacio a los
partidos y a las modalidades con las que buscan y obtienen votos, entran en competen-
cia y en colaboración en el ámbito de los sistemas partidistas y gobiernan los correspon-
dientes sistemas políticos. Es más, como se repite a menudo, la democracia moderna es
impensable si no se re ere a los partidos políticos. No obstante, desde el inicio de su
existencia los partidos han sido criticados. Sin embargo, las críticas, que continúan hasta
la fecha con escasas diferencias de intensidad y de frecuencia un poco en todos los siste-
mas políticos, podrían encontrar una explicación precisamente en el papel central y en la
importancia decisiva de los partidos. Este capítulo explora cómo nacieron los partidos,
cómo han evolucionado, qué tipos de sistemas partidistas han generado y qué contribu-
ciones aportan al funcionamiento y al gobierno de los sistemas políticos. Una mención
de las di cultades actuales de los partidos y, no obstante, su “insuperabilidad”, cierra el
capítulo.
EL ORIGEN DE LOS PARTIDOS
Se puede empezar a hablar propiamente de partidos políticos, aunque el
término es empleado antes, sólo cuando la política moderna se con gura
en términos de participación, antes que nada electoral, extendida; cuando se
vuelve competitiva, y cuando los cargos de representación y de gobierno son
atribuidos a través de consultas electorales. Desde ese momento, los candi-
datos a los cargos, a menudo notables bien establecidos en colegios unino-
minales, sienten la necesidad, por un lado, de darle organización a su propia
actividad electoral y política y, por el otro, de aliarse con otros candidatos
que compartan sus posiciones. Este fenómeno puede iniciarse, como lo indi-
có Maurice Duverger, desde el interior del parlamento, y entonces serán gru-
pos de parlamentarios los que promuevan las organizaciones partidistas in-
jertándolas en sus propios colegios electorales; o bien, serán los opositores
de los grupos ya instalados en el parlamento los que se organicen fuera del
mismo utilizando alguna red social preexistente, como las asociaciones por
la defensa de los intereses de los trabajadores, las asociaciones de naturaleza
confesional o los grupos étnicos. Como se verá mejor más adelante, en el pri-
mer caso se originarán partidos de nibles como parlamentarios; en el segun-
do, nacerán partidos extraparlamentarios;  nalmente, surgirán también par-
Cómo nacen
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tidos antiparlamentarios, fascistas y comunistas contra la política “burguesa”
parlamentaria.
Los partidos son, pues, organizaciones de muy reciente creación. Asi-
mismo, son organizaciones tan importante cuan controvertidas. Además, la
misma de nición de partido no es fácil, porque muchas organizaciones
que se comportan o son obligadas a comportarse como partidos se rehú-
san a reconocerse como tales para rehuir las críticas que se dirigen contra
los partidos. Pre eren autode nirse como movimientos, formaciones políti-
cas, ligas, alianzas, agrupaciones. Pero la sustancia se vuelve su cientemen-
te clara si la de nición capta la esencia de qué constituye un partido. La de -
nición clásica se remonta a Max Weber (1974: 707): “los partidos […] son en
su íntima esencia organizaciones libremente creadas y que apuntan a un li-
bre reclutamiento […] su  n es siempre la búsqueda de votos para elecciones
a cargos políticos”. La de nición contemporánea más sintética y más precisa
es la de Giovanni Sartori (1976: 63): “un partido es cualquier grupo político
identi cado por un membrete o cial que se presenta a las elecciones, y es
capaz de colocar, a través de elecciones (libres o no), candidatos a cargos
públicos”. La de nición de Sartori contiene los requisitos mínimos indispen-
sables para la identi cación de un partido respecto a las otras organizacio-
nes que pretenden desarrollar actividades políticas.
La mayoría de los autores plantea que la organización que hay que de -
nir como partido tiene que:
a) estar dotada de estructuras que permitan la participación de sus a liados;
b) ser capaz de formular un programa de políticas públicas;
c) estar en condiciones de durar más de una vuelta electoral.
Nótese por otra parte el realismo de Weber:
Incluso en caso de que la organización del partido de masa tenga una forma bas-
tante democrática —a la que después, como siempre, sigue un cuerpo desarrolla-
do de funcionarios asalariados—, al menos la masa de los electores, pero en un
ámbito bastante considerable también los simples “a liados”, no participa (o
participa sólo formalmente) en la determinación de programas y candidatos.
Más bien los electores son tomados en cuenta como factores concurrentes sólo
en el sentido de que programas y candidatos son elegidos adaptándolos a las pro-
babilidades que ofrecen de obtener sus votos. [1974: 707.]
Tanto con la de nición de Weber como con de la de Sartori y, natural-
mente, con aquella un poco más amplia y exigente que requiere un mínimo
de continuidad en la presentación de símbolos y candidatos a las elecciones,
quedarían fuera todos aquellos movimientos políticos, pero también todos
aquellos grupos que logran presentar candidatos a las elecciones sólo de ma-
Qué es
un partido
Partido es…

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