Discurso sobre la opinión pública y la voluntad general

AutorJosé María Luis Mora
Páginas68-84
68
DISCURSO SOBRE LA OPINIÓN PÚBLICA
Y LA VOLUNTAD GENERAL
HE AQUÍ dos frases tan repetidas en las repúblicas como silenciadas en las
monarquías absolutas, quizá porque su signi cado verdadero constituye la
irresistible fuerza de las primeras, y es la censura tácita y el más seguro ama-
go contra la existencia de las segundas: pero ved al mismo tiempo dos frases
que la humanidad y la  losofía nunca pronunciarán sino temblando, porque
a su sonido se han perpetrado en el mundo crímenes horribles, y porque han
sido y serán siempre la capa de los demagogos, el fatal antemural de los par-
tidos, y la contraseña favorita de todo revolucionario. Semejantes a los co-
metas, astros inocentes como todos los otros, pero que prestaban ocasión a
la barbarie para causar, por las imaginaciones exaltadas, los daños en que
ellos no tenían parte alguna: esas frases sirven a la malignidad de arma terri-
ble para salirse con sus sacrílegos intentos, aun cuando de ellas no existe
sino el sonido vacío de toda realidad.
Por lo mismo que es tan respetable lo que se quiere signi car con esas
voces, basta pronunciarlas para hacer temblar y llenar de celosas descon an-
zas a los gobiernos absolutos, y para hacer enmudecer y bajar la cabeza a los
gobiernos populares: pero cuidado, cuidado con llevar ese respeto más allá de
sus límites, de suerte que nos impida acercarnos al objeto que debe producir-
lo (como sucede casi siempre), pues de esa manera nos amedrentará por lo
común un fantasma; adoraremos una sombra en vez de la divinidad que ima-
ginamos.
Ese examen en ningún gobierno es más preciso que en el popular, y nun-
ca más interesante que en tiempos como, por desgracia, los presentes, en
que diversos partidos se disputan el logro de sus contrarios intereses. Como
entonces cada uno de ellos escuda sus intentos con esas frases respetables,
es indispensable conocer bien todo su valor para saber si ninguno, si alguno
y quién de los contrincantes es poseedor de tal tesoro.
Creemos, pues, hacer al gobierno y al público mexicano el servicio más
interesante, examinando qué signi can esas voces: si lo que signi can puede
existir y en cuáles casos: si habrá señas seguras para conocer su existencia; y
en  n, si supuesta ella, habrá siempre una obligación de ceder a su imperio,
o si se podrá, y aun se deberá restringirle alguna vez.
Estas cuestiones merecen toda la atención y estudio de nuestros conciu-
dadanos, en especial de los legisladores y funcionarios públicos, porque de
resolverlas con equívoco penden quizá mil males futuros a la patria, y el so-
JOSÉ MARÍA LUIS MORA 69
cavamiento estrepitoso o sordo de las instituciones en que ella cifra, con ra-
zón, su estabilidad y su ventura: entremos ya en materia, a  n de que nues-
tras re exiones la presten abundante a quienes puedan hablar con más
conocimientos.
¿Q SIGNIFICAN ESAS FRASES?
Opinión, en metafísica, es la adhesión del entendimiento a una proposición o
proposiciones, por fundamentos sólidos que le persuaden ser verdadera; pero
no tan claros y evidentes que los libren completamente del temor de que lo
sea su contradictoria. Hay, por ejemplo, razones para creer que el  ujo y re-
ujo de la mar es efecto de la atracción de la luna; pero hay otras en contra:
quien por las primeras se decide a atribuir a la luna tal efecto, sin dar com-
pleta y satisfactoria solución a las segundas, ése se dice que abraza la opi-
nión. De quien repita esa proposición, no mas por haberla oído, sólo se dice
con exactitud que ignora, y cuando más, que cree, si todo su fundamento
para tener por cierta la proposición es el concepto que la merece la persona
a quien se la escuchó.
No varía de signi cado la palabra opinión cuando se traslada a lo políti-
co: allí, lo mismo que en cualquiera otra parte, denota el adoptar, el abrazar
como verdadera, una proposición por fundamentos que al entendimiento le
parecen sólidos, y más sólidos que los que persuaden lo contrario, aunque
no pueda darles una respuesta completamente satisfactoria.
La palabra voluntad es bien entendida de todos, siempre signi ca el ape-
go de nuestra alma a algún objeto que el entendimiento ha concebido como
bueno. Los grados de intensidad en el amor o en el deseo son proporciona-
dos a los de la bondad que aprehendemos en el objeto, y a los de la claridad
con que el entendimiento nos presenta ese bien.
Estas nociones son clarísimas, son las que dan todos los  lósofos, y lo
que experimentan todos los hombres; de ellas deduciremos después las ver-
dades que hacen a nuestro caso.
Hasta aquí vamos bien, y no seremos contradichos; el embarazo comien-
za en los adjetivos de esas frases, porque profundizando lo que quiere decir
pública en la primera, y general en la segunda, es preciso que se desvanezca
el prestigio con que se alucina a los incautos para hacerlos instrumentos cie-
gos de destrucción, que serán destruidos a su vez.
Estas frases, opinión pública, voluntad general, o nada signi can que pue-
da servir a los intentos demagógicos, o han de denotar la opinión y la volun-
tad, al menos, del mayor número de ciudadanos que componen una repúbli-
ca, ya que no la totalidad absoluta, como parece debía ser.
Adviértase que los autores clásicos cuando usan de esas frases para esta-
blecer sus doctrinas, parece que no le dan tanta latitud a su signi cado; sino
que entienden por ellas la opinión y voluntad más generalizadas entre los

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR