Discurso sobre los límites de la autoridad civil deducidos de su origen

AutorJosé María Luis Mora
Páginas27-31
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DISCURSO SOBRE LOS LÍMITES DE LA AUTORIDAD
CIVIL DEDUCIDOS DE SU ORIGEN
POCAS naciones se han de haber hallado en circunstancias tan felices para
constituirse con toda la perfección que es posible, en las obras de los morta-
les, como en las que se hallan las naciones americanas, que se han hecho in-
dependientes de las potencias europeas de medio siglo a esta parte. Las luces
generalmente esparcidas por la libertad de la prensa establecida en Inglate-
rra, Francia, España, Portugal y Nápoles; el espíritu de libertad, rápidamen-
te difundido por todos los puntos del globo; el entusiasmo con que se han
proclamado, sostenido y llevado hasta su último término las ideas liberales y
los derechos de los pueblos, que han pasado a ser asunto de una discusión
general; el convencimiento producido por los desastres de las últimas revolu-
ciones, de no poderse llevar al cabo ciertas teorías que aunque presentan un
fondo de verdad en lo especulativo, no pueden realizarse en la práctica; y por
último, el hallarse enteramente libres de los obstáculos que naturalmente
opone a cualquiera reforma un gobierno despótico consolidado por centena-
res de años sobre añejas preocupaciones, tales como la nobleza hereditaria,
el señorío de vasallos, la soberanía de los reyes derivada inmediatamente de
Dios y otras de la misma especie, que llegaron a persuadir prácticamente a
los pueblos de la doctrina absurda y monstruosa de la desigualdad natural
entre los hijos de Adán y que no han permitido una reforma total en los Esta-
dos de Europa, por los pasos lentos aunque siempre progresivos, que ha he-
cho en ellos la ilustración. Esta falta de obstáculos, repetimos, y esta abun-
dancia de recursos que hacen actualmente la situación política de los pueblos
americanos, suministran bastante fundamento para esperar de los congresos
establecidos sobre su vasta super cie, constituciones mucho más perfectas
que las formadas en Europa.
En efecto, el suceso ha correspondido enteramente a lo que se debía es-
perar. La Constitución de los Estados Unidos del Norte de América no sólo
ha sido altamente elogiada por los escritores más célebres de la Europa, sino
que también ha hecho la gloria y prosperidad de un modo  rme y estable en
el pueblo más libre del universo, hasta ponerlo casi al nivel con Inglaterra en
su marina, y con Francia en sus artes y manufacturas; y esto en el corto es-
pacio de medio siglo, cuando estas naciones no han podido llegar al grado de
prosperidad en que se hallan sino después de centenares de años, y de terri-
bles oscilaciones y vaivenes políticos. Nosotros, pues, deseosos de que nues-
tra patria aproveche la feliz oportunidad que se le ha venido a las manos

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