Los ecos de la Revolución

AutorMauricio Ortiz
Páginas41-42

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A la renuncia de Liceaga, en agosto de 1914, Carranza nombró al médico militar José María Rodríguez (1870-1946), a la sazón jefe del Cuerpo Médico Militar constitucionalista, presidente del Consejo Superior de Salubridad, ya en Veracruz, nueva sede del carrancismo. En medio del derrumbe de las instituciones porfirianas y al fragor de la intensa lucha armada, la organización de los servicios encargados de salvaguardar la salud pública era un deber insoslayable. Sobre las bajas provocadas por las armas y muchas veces superándolas, el tifo y la meningitis meningocóccica asolaban los cuarteles de todas las facciones revolucionarias. La insalubridad, combatida con fuerza durante tantos años, se adueñaba nuevamente de pueblos y ciudades por el olvido de la guerra.

En el invierno de 1915-1916 se desató una epidemia de tifo en el Valle de México, resultado de la concentración de tropas y las pobres condiciones de higiene que imperaban en la ciudad convulsionada. Aunque entre los médicos de la época había quienes todavía dudaban que el piojo fuera el vector que transmitía la enfermedad, Alfonso Pruneda, nombrado en la emergencia jefe de la Campaña contra el tifo, llevó a cabo una activa lucha contra el desagradable ftiráptero, organizó visitas domiciliarias y decretó el aislamiento de los enfermos, medidas que tuvieron un éxito contundente. No volverían a aparecer grandes epidemias de tifo en México.

En 1916 José María Rodríguez fue electo diputado al Congreso Constituyente y en tal calidad presentó una iniciativa para crear un organismo sanitario de jurisdicción nacional, independiente de otras instancias del Poder Ejecutivo y con la capacidad de asumir facultades extraordinarias en caso de epidemias y otras catástrofes naturales. La propuesta quedó plasmada en la fracción XVI del artículo 73 de la Constitución de 1917; y el Consejo Superior de Salubridad, que dependía de la Secretaría de Gobernación, quedó así sustituido por el Consejo de Salubridad General, el cual dependería “directamente del presidente de la República, sin intervención de ninguna Secretaría de Estado”, y sus disposiciones generales serían obligatorias en todo el país. La salud llegaba por fin a la ley suprema del país, algo respecto a lo cual los constituyentes de 1857 habían sido omisos.

Pruneda y la Campaña contra el tifo

Primera legislación sobre salud y el Consejo de Salubridad General

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El Departamento...

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