De la caridad a la beneficencia

AutorMauricio Ortiz
Páginas27-29

Page 27

médica: Instituciones eclesiásticas

4. De la caridad a la beneficencia

Si la piedad —tender la mano al prójimo caído, ayudarle a incorporarse— es uno de los rasgos que definen al hombre y lo distinguen entre todas las especies, la caridad, una de las tres virtudes teologales del dogma cristiano, es la piedad institucionalizada. Y así fue, a través de la caridad, como la Nueva España abordó los graves problemas de desigualdad social que trajo consigo la Conquista. Con la cooperación del poder civil —la Corona Española— y de los particulares piadosos, la Iglesia se hizo cargo de los desamparados. Entre orfanatorios, casas cuna, albergues, asilos y hospitales, duran- te el periodo colonial se establecieron en la ciudad de México más de 20 instituciones de caridad, entre las que destacan: el Hospital de Nuestra Señora de la Limpia Concepción, fundado por Cortés y posteriormente rebautizado como Hospital de Jesús Nazareno; el Hospital Real de Naturales; el Hospital del Amor de Dios, fundado por el obispo Zumárraga; el Hospital de la Epifanía —posteriormente Hospital Morelos—, dedicado desde su fundación a la atención de “enfermas venéreas”; el Hospital de San Lázaro para leprosos; el Hospital de San Hipólito, fundado por Fray Bernardino Álvarez para “hombres dementes” y atendido por la orden religiosa creada ex profeso para tal fin, de los Hermanos de la Caridad o Hermanos Hipólitos; el Hospital del Divino Salvador o de la Canoa, para “mujeres dementes”, que fundara en su propia casa José de Sáyago, un carpintero de acendrado espíritu religioso; la Casa de Cuna de Niños Expósitos, el Colegio de Niñas o Casa de Recogimiento de Belén, el Hospicio de Po- bres y la Escuela Patriótica. Además han de mencionarse las Juntas de Caridad que funcionaban de manera transitoria durante las epidemias e inundaciones.

Hacia finales del virreinato se estableció el primer hospital general, ya más cercano a la concepción moderna. En la gran epidemia de viruela que atacó a la ciudad de México entre 1778 y 1780 y que ocasionó, como se dijo anteriormente, alrededor de 20 000 muertes entre los más de 40 000 enfermos, las calles se llenaron de cadáveres y los enfermos desbordaron por mucho las instalaciones de auxilio existentes. Ante la descomunal tragedia, el arzobispo de México, monseñor Alonso Núñez de Haro y Peralta, determinó que el Colegio de San Andrés se convirtiera en un hospital de 400 camas. Al término de la epidemia, el arzobispo se hizo...

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