Dedicatoria

AutorCecilia F. Hernández Rodríguez
Páginas5-5

Page 5

A mi Buen Padre Dios.

A mi familia y amigos.

A los humildes que son sabios.

“Estaba yo durmiendo cuando se me acercó una oveja y se comió la guirnalda de hierba que llevaba en la cabeza. Una vez que se la hubo engullido, exclamó: > Dicho esto, se marchó muy altiva y displicente. Me lo ha contado un niño. Me encanta tumbarme aquí, donde juegan los niños, junto al muro agrietado, entre cardos y rojas amapolas. Para los niños, sigo siendo un docto, y también para los cardos y las amapolas. Son inocentes, hasta en su maldad. Pero yo ya no soy un docto para las ovejas; así lo quiere mi suerte, y ¡bendita sea!...

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