Prólogo

AutorGenaro David Góngora Pimentel
Páginas11-13
PRÓLOGO
Don Juan de Dios Castro Lozano es antes que todo un maes-
tro. Para ser un gran maestro se necesita la facilidad de
palabra, las dotes histriónicas de un actor y el arte de con-
vencer, como lo hacen los oradores que hablan al corazón y
desde luego a la inteligencia.
Los temas que se tratan en este libro son, para los que
nos dedicamos al juicio de amparo —ya sea jueces, aboga-
dos o litigantes—, muy interesantes. Don Juan de Dios los
conoce bien, ha pasado muchas horas preparándolos.
La vocación de enseñar está íntimamente ligada con las
dotes parlamentarias de don Juan de Dios. Me ha tocado es-
cuchar en videos sus discursos ante la Cámara de Senado-
res y ante la Cámara de Diputados: Formidables.
Me han contado sus alumnos cómo se pasea despacio
entres sus f‌ilas en el salón de clases. Cuando va desarrollan-
do las ideas, el entusiasmo se acentúa en su voz y en los ges-
tos de sus manos. De manera natural los alumnos comien-
zan a tomar nota de sus palabras, vemos a varios que se
inclinan para escucharlo mejor; observamos la mirada aler-
ta de otros, lo que habla de su interés. Nunca falta alguno
que le hace una pregunta y eso le permite profundizar aún
más los conceptos. Me decía alguno de sus alumnos que en
su clase el tiempo parece volar. Como consecuencia de sus
propuestas se inician debates; el maestro interviene acla-
rando, moderando, dirigiendo las inquietudes. De pronto,
suena el timbre. Ninguno de sus alumnos se mueve; uno de
ellos, casi en puntas de pie, va hacia la puerta y la cierra.
Las palabras apasionadas del maestro los han fascinado.
Quieren saber más.
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