El pensamiento de Vitoria en torno a la guerra justa. I. Ius ad Bellum

AutorGuillermo Alejandro Gatt Corona
Páginas281-316
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I. IUS AD BELLUM
EL PENSAMIENTO DE VITORIA
EN TORNO A LA GUERRA JUSTA.
I. IUS AD BELLUM
Once more unto the breach, dear friends, once more;
Or close the wall up with our English dead.
In peace there’s nothing so becomes a man
As modest stillness and humility:
But when the blast of war blows in our ears,
Then imitate the action of the tiger;
Stiffen the sinews, summon up the blood,
Disguise fair nature with hard–favour’d rage; [...]
For there is none of you so mean and base,
That hath not noble lustre in your eyes.
I see you stand like greyhounds in the slips,
Staining upon the start. The game’s afoot:
Follow your spirit, and rage upon this charge
Cry ‘God for Harry, England, and Saint George’
(William Shakespeare, Henry V).
Cuando se revisa la doctrina de cualquier pensador del pasado, es relativa-
mente sencillo ser injusto en el juicio. Cuando se les estudia, por supuesto
debe analizarse su teoría a la luz de la razón, pero también entender que cual-
quier autor fue un hombre (o mujer) de su tiempo.
James Brown Scott describe el tiempo de Vitoria como “La Era de los Des-
cubrimientos”. Es una época de transición donde los seres humanos están à
califourchon entre la edad media y la modernidad, del descubrimiento de
282 EL DERECHO DE GUERRA CONTEMPORÁNEO
América en 1492, del fortalecimiento de los reinos cristianos en la península
ibérica con la rendición de Boabdil, en Granada, el 2 de enero de 1492, y del
nacimiento de los estados. “Cuando el ejército turco invadió la Europa Orien-
tal, Francisco de Vitoria era profesor en la Universidad de París” (Pereña Vi-
cente, en Vitoria, 1981: 29). La época en que la prensa de Gutenberg hacía su
aparición, de Erasmo, Enrique VIII, Maquiavelo, Vives, Tomás Moro, Lutero
y otros que darían forma al pensamiento y a la estructura social y política del
mundo por venir.
El desarrollo tecnológico era enorme; no se hubiera entendido el descubri-
miento de América sin la aparición del sextante para sustituir al astrolabio, así
como el enorme dominio español en el Nuevo Mundo se vio magnificado en
su consolidación por la imprenta y la unificación de la escritura en castellano
con la entonces novísima (databa de 1492) Gramática de Antonio de Lebrija
(Brown Scott, 1934a: 19).1
Las fuentes citadas por los pensadores fortalecían las referencias a los clá-
sicos griegos y latinos, sin olvidar (en el caso de la escuela de Salamanca) las
autoridades teológicas y filosóficas cristianas desde Orígenes, Agustín de Hi-
pona, Graciano, los glosadores, Tomás de Aquino y muchos otros. “Los laicos
habían retomado el derecho que la Iglesia había preservado, estudiado para
sus propios propósitos y hecho la base de su legislación canónica; y después
del derecho de la Roma Imperial, y del derecho canónico de la Iglesia Católi-
ca, nació el derecho de las naciones” (Brown Scott, 1934a: 7).
Vitoria (2001: 46)2 es no solo un hombre de su tiempo sino de su geografía
y circunstancias; en términos de John Donne, “ningún hombre es una isla”.3
1. “Una gramática del idioma Español fue impresa, lo que tuvo como resultado que un Cristóbal Colón,
navegando con rumbo al occidente en su viaje de descubrimientos, trajo el Castellano a América con
él, donde estaba destinado no sólo a sobrevivirlo, sino, además, a prevalecer después del Dominio
Imperial de España en el Nuevo Mundo, preservando la hegemonía espiritual después de la pérdida de
sus posesiones territoriales” (Brown Scott, 1934a: 19; la traducción es del autor).
2. En el tratado sobre La justicia, Vitoria señala cómo “La guerra es un hecho accidental, la paz es de
derecho natural; y, por consiguiente, la fortaleza no es virtud tan perfecta como la justicia. Asimismo,
la justicia es útil en tiempo de guerra y en tiempo de paz, lo cual no se da en la fortaleza”.
3 “Ningún hombre es una isla, entero en sí mismo; cada hombre es un pedazo del Continente, una par-
te del principal; si un Terrón se desmorona hacia el Mar, Europa es quien pierde, así como si fuera un
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I. IUS AD BELLUM
Un erudito, sacerdote, que nació en España, pero fortaleció sus estudios en
Francia, y que ve con preocupación sincera las continuas guerras entre estas
dos naciones que en su opinión deberían estar unidas por una religión y cul-
tura común.4
Las guerras entre Francia y España eran cotidianas y en todo momento,
existía el peligro latente de que se incrementaran en el tiempo en que corres-
pondió a Vitoria enseñar en Valladolid y Salamanca, dadas las reclamaciones
conflictivas de “Francisco I sobre Borgoña (a través de su captura por Luis XI)
y de Carlos I de España, nieto de María de Borgoña” (Brown Scott, 1934a:
64–65).5 Por ello, Vitoria utilizará este ejemplo particularmente sensible para
él a fin de referirse a las guerras en general o a la conquista del Nuevo Mun-
do, como empleará también el caso de este último para fortalecer su teoría de
la guerra justa.
Los Dominicos parecen haber tomado seriamente su misión. Los reportes
y protestas que llegaron de sus misioneros sobre las condiciones resul-
tantes de la conquista no solo se hicieron del conocimiento común, sino
propiedad común, tanto que el soberano Católico Fernando de Aragón [...]
sometió los cargos a una comisión de teólogos y juristas para su investiga-
ción y reporte (Brown Scott, 1934a: 78).
La paz entre Francia y España es anhelada por Vitoria, aunque durante su vida
hubiera cuando menos tres ocasiones en que estos se enfrascaran en guerras
Promontorio, así como si fuera una casa solariega de tus amigos, o de los míos; la muerte de cualquier
hombre me disminuye, porque estoy involucrado con la Humanidad; Y por ello nunca envíes a pre-
guntar por quién doblan las campanas; doblan por ti” (Donne, 2001: 4; la traducción es del autor).
4. Este debate continúa. Tal vez el punto más polémico y fallido del proyecto de Constitución de la
Unión Europea dirigido por Valéry Giscard d’Estaing fue justamente la herencia común cristiana del
continente europeo.
5. Brown señala cómo “Felipe, llamado ‘el Hermoso’, era el hijo de María de Borgoña, al al que pasaron
los Países Bajos, y Felipe el Hermoso se casó con la hija de Fernando e Isabel, ‘Juana la Loca’ [...] Ella
a su vez como heredera de padre y madre, pasó la Corona de España, con sus inmensas posesiones en
América y en Europa, incluyendo los Países Bajos, a un príncipe Español, el primero de los Carlos
Españoles y el quinto de los Emperadores Romanos que, curiosamente, ocurrió que nació en la ciudad
de Ghent, en el territorio de su abuela, María de Borgoña”.

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