El ethos de la guerra contemporánea en clave vitoriana

AutorGuillermo Alejandro Gatt Corona
Páginas413-445
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EL ETHOS DE LA GUERRA CONTEMPORÁNEA EN CLAVE VITORIANA
EL ETHOS DE LA GUERRA
CONTEMPORÁNEA EN CLAVE VITORIANA
Do not go gentle into that good night,
Old age should burn and rage at close at day;
Rage, rage against the dying of the light
(Dylan Thomas, Do not go gentle into that good night).
Es por supuesto sensato preguntarse si el pensamiento de Vitoria, además de
ser una lectura interesante y controvertida (conociéndolo a él y sus circuns-
tancias), puede tener o ha tenido algún impacto o interés para el mundo con-
temporáneo. ¿Su pensamiento forma solamente textos para alguna biblioteca
sombría, o fue (y sigue siendo) relevante en la vida cotidiana?
El legado intelectual de Francisco de Vitoria en el tema de la guerra
Cualquier lectura de Vitoria podría generar posturas encontradas cuando se
reflexiona acerca de los efectos que tuvo y seguirá teniendo hacia el futuro.
Los detractores dirán que no tuvo efecto alguno; si se toma como ejemplo el
tema de los pueblos indígenas, señalarán con veracidad cómo la colonia conti-
nuó hasta bien entrado el siglo XIX.
No obstante, es claro que el corpus vitoriano influyó en diversos ámbi-
tos de manera inmediata. La acción de Vitoria y los demás miembros de la
escuela de Salamanca, en relación a la regulación de la guerra en términos
generales, pero también en la defensa de los inalienables derechos de los pue-
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blos indianos, repercutió en alguna medida en la legislación, el debate y la
forma de pensar de quienes tenían potestas. “Que los hechos posteriores no
respondieran a tales premisas, no invalida la rectitud de la intención original”
(Aparisi Miralles, 2007: 13).
Pereña Vicente lo destaca en tanto se refiere a la conquista del Nuevo
Mundo:
Como réplica a la teología de la represión, la alternativa Francisco de Vi-
toria formula la Carta Constitucional de los Indios, su tesis vino a articu-
larse sobre tres principios clave: el derecho fundamental de los indios a ser
[considerados] hombres y ser tratados como seres libres, el derecho funda-
mental de los pueblos a tener y defender su propia soberanía, y el derecho
fundamental del orbe a hacer y colaborar en bien de la paz y solidaridad
internacional (Pereña Vicente, 1992: 10).
Es evidente que el pensamiento de Francisco de Vitoria influyó en los actos
de autoridad en el Nuevo Mundo. Sus detractores podrán enunciar y resaltar
(con razón además) el entorno de injusticia que vivieron los pueblos indígenas
durante la colonización, en el que, contrario al pensamiento de Vitoria, se co-
metió indudablemente un abuso de los derechos humanos. Eso es innegable.
No obstante, vale la pena reconocer en lo que vale que un colonizador (en es-
te caso España) ponderara en un escrutinio de moralidad su propia conquista
y en algunos casos actuara y legislara en consecuencia.
Aparisi Miralles nos recuerda que
Los monarcas españoles, salvo algunas excepciones, no sólo toleraron
estas reflexiones y discusiones, sino que, como prueban, por ejemplo,
las Juntas o Controversias de Valladolid de 1550, en algunos casos, inclu-
so, las alentaron. La sensibilidad hacia estas cuestiones determinó, por
ejemplo, que el emperador Carlos V se llegara a plantear la posibilidad de
abandonar la ocupación de las Indias (Aparisi Miralles, 2007: 17).
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EL ETHOS DE LA GUERRA CONTEMPORÁNEA EN CLAVE VITORIANA
Las tesis de la escuela de Salamanca confluyen en el caso americano en la de-
fensa de los pueblos que ahí vivían antes de la llegada de los españoles. Por
ejemplo, coadyuva al esfuerzo de Bartolomé de Las Casas en este tema. Sin
embargo, hay que distinguir entre los protagonistas y sus acciones y lecciones.
El pensamiento de Vitoria trasciende al caso concreto del Nuevo Mundo, para
configurar una innovadora teoría de la guerra justa.
La clase de defensa que Vitoria hace de los indios (por ser el caso más ac-
tual que tiene el dominico para hacer referencia a conceptos de poder y de le-
gitimidad de la guerra) es en ocasiones muy distinta a la de Bartolomé de Las
Casas. Aunque ambos tienen enormes similitudes en su interés por proteger
los legítimos intereses de los indígenas del Nuevo Mundo, difieren radical-
mente en el método y en la forma de hacerlo. En tanto que Las Casas cruzó
siete veces el Atlántico para argüir en España por la protección de los indios,
Vitoria jamás pisó el continente americano. No obstante, los dos merecen res-
peto por parte de quienes son herederos de su legado. Ambos defendieron,
con sus argumentos y vida, los derechos de los demás.
Las Casas, dominico como Vitoria, se refiere cuando menos en cuatro oca-
siones a los textos escritos por Vitoria, casi siempre como una referencia obli-
gada para ser seguida por las autoridades eclesiásticas y civiles.1
En general, la legislación posterior a Vitoria (aunque con evidentes pro-
blemas en su implementación en la vida cotidiana) reconocía no solo los de-
rechos de los indígenas sino también de manera incipiente algunos postulados
de la Relectio de Iure Belli y de la Relectio de Indis. Felipe II promulgó en
1573 las Ordenanzas Generales sobre las Indias, que señalaban por ejemplo:
“Los descubrimientos no se den con títulos y nombres de Conquista; pues ha-
1. Las Casas utiliza, por ejemplo, las siguientes frases refiriéndose a Vitoria: “Maestro Francisco de Vi-
toria, que tanta claridad esparció en España”, “como allí declara el Cayetano y el doctísimo Maestro
Vitoria, en su lectura de aquel octavo artículo”, “expresamente en sus propios términos, entre los
teólogos las ponen los doctísimos y de clarísimos ingenios Maestros Fray Francisco de Vitoria en su
primera relección De potestate eclesiástica, en aquella cuestión Ultrum potestas spiritualis sit supra potes-
tatem civilem circa finem y el Maestro Fray Domingo de Soto en el tratado De dominio” (De las Casas,
citado en Hernández Martín, 1995: 348–351).

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