La Iglesia después de la derrota

AutorMarta Eugenia García Ugarte
Páginas1297-1415
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El triunfo de los liberales, y el inicio del gobierno de don Benito Juárez en toda
la República, no en una parte de ella, se acompañó del malestar, el acoso y la
persecución de todos aquellos, los conservadores, liberales moderados y monár-
quicos, que habían apoyado al imperio de Maximiliano. Ese malestar se expre-
só en la renuencia de los diputados y los funcionarios más allegados a don
Benito para conceder una amnistía amplia a todos los imperialistas, tal y como
había sucedido en 1861. Cuando se concedió la amnistía, en 1870, contenía
restricciones que, por ejemplo, incluían al arzobispo Labastida por haber sido
colaborador directo de Maximiliano. L os resentimientos y odios acumulados
en tantos años, se encuentran atrás de la medida de confiscar las propiedades
de los particulares que habían sido imperialistas e incentivar la aplicación de
las leyes en el caso de aquellos bienes eclesiásticos que todavía quedaban sin
adjudicar o vender. Por su parte, el clero tuvo que enfrentar la aplicación rigu-
rosa y sistemática de las leyes de Reforma en su primer nivel de atención: el
parroquial. En 1867, varios bienes parroquiales, como eran las casas curales
y sus huertas, y los cementerios, suscitaron la codicia de los nuevos funciona-
rios públicos del Registro Civil.
El gusto del poder adquirido por los militantes del partido liberal en el
mundo parroquial, que no solo los distinguía de sus vecinos, como autoridades
civiles, sino que los encumbraba por encima de todos por ejercer y aplicar la
ley, se expresó en la vida cotidiana. Como el Registro exigía, por ley, la anota-
ción oficial de los nacimientos, matrimonios y muertes, los jueces disputaban
a los párrocos, su contraparte sagrada, la celebración de los sacramentos. Esta
pugna consumió la energía de todos los involucrados, jueces, párrocos y pobla-
ción, durante el gobierno del presidente Juárez, de 1867 a 1872.
Mientras el arzobispo estaba en Europa, de 1867 a 1871, el conflicto al-
canzaba niveles alarmantes por la exigencia de unos y la renuencia de los otros
a seguir las disposiciones de las leyes de reforma. La diatriba fue denunciada
CAPÍ TULO X IV
La Iglesia después de la derrota
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por los gobernadores de la Mitra de México, por ausencia del arzobispo, ante
las instancias federales correspondientes, el poderoso ministro del gabinete del
presidente, Sebastián Lerdo de Tejada. Los gobernadores acusaban a los jueces
del Registro por no cumplir con las leyes de Reforma tanto de la separación de
la Iglesia y el Estado como las de bienes nacionalizados que habían exceptuado
las casas curales y sus huertas. Estas últimas estaban siendo denunciadas o
simplemente eran apropiadas por los funcionarios públicos, para oficinas y
casas de habitación. Más tarde, sería para el establecimiento de escuelas de
primeras letras. De una u otra manera, se trataba de un despojo fuera de la ley
que continuaría durante el porfiriato y, si soy estricta, hasta la época de los
gobiernos emanados de la Revolución de 1910.3505
Aun cuando el gobierno federal exigía el respeto de las leyes de Reforma,
las autoridades locales hacían caso omiso de las recomendaciones. Las líneas
de mando no estaban establecidas y parecía que para algunos había llegado la
oportunidad de beneficiarse de los años de guerra, sirviéndose por sí mismos
los beneficios esperados. La República parecía ingobernable.
No obstante, el acoso de los jueces del Registro Civil era solo uno de los
problemas que tenían los párrocos. Lo más grave era la pobreza en que se en-
contraba la mayoría de los feligreses después de tantos años de guerra. La si-
tuación económica era miserable porque las actividades productivas se habían
paralizado. En la mayoría de las parroquias, el ministro y los servicios religio-
sos carecían del decoro y la dignidad que debería tener el primero y distinguir
a los segundos. Muchas iglesias y casas curales estaban en ruinas o, amenaza-
ban con derrumbarse porque no había recursos para repararlas. La población
civil, en muchos casos, había perdido su conciencia religiosa y algunos párro-
cos habían relajado sus costumbres y descuidado sus obligaciones pastorales.
Se habían convertido en piedra de escándalo.
El arzobispo Labastida percibió las condiciones de las parroquias y la si-
tuación religiosa de la población. Sabía, por la visita pastoral que había reali-
zado de 1865 a 1866, que el espíritu católico de la población todavía podía
restablecerse. Por eso instruyó a sus gobernadores para que sacerdotes notables
del arzobispado efectuaran, en su nombre, la visita pastoral a todas las parro-
quias. De esa manera se podría saber su condición real y tomar previsiones
pastorales adecuadas. La información proporcionada por los padres visitado-
res de 1868 a 1871, mostró que los problemas de los párrocos con los jueces
3505 El gobernador de Querétaro, el famoso Saturnino Osornio, en 1927 presidente municipal
de San Juan del Río, se apropió la casa cural de la parroquia. Sus herederos, hasta el día de hoy,
viven en los terrenos en que estuviera la casa cural. Ver mi obra, Génesis del porvenir. Sociedad y
Política en Querétaro, 1913-1940, México, Fondo de Cultura Económica, 1997.
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del Registro civil se mantuvieron durante ese periodo. Incluso, se habían exa-
cerbado por la circular enviada por el gobierno federal el 20 de julio de 1868
que exigía la celebración del matrimonio civil antes del religioso. Si no lo ha-
cían así, se impondría una multa. De esa manera, los feligreses que efectuaban
antes el matrimonio religioso tenían que pagar una multa de diez pesos.3506
Esa misma disposición se repitió en la circular del 15 de agosto de 1872.
Sin embargo, desde 1872, los problemas con los jueces y funcionarios ci-
viles tendieron a disminuir mientras se iniciaban nuevas problemáticas por la
expansión protestante, la disidencia de varios sacerdotes y algunos canónigos,
y la proliferación de los clubes masónicos. Desde otra perspectiva, los informes
de las visitas pastorales proporcionan una radiografía de la situación del arzo-
bispado de México durante los años que el arzobispo Labastida estuvo desterra-
do. En particular, muestran el deterioro espiritual que se había registrado en
la mentalidad del clero, secular y regular, y en la población. La secularización
de la sociedad había impactado a todos.
El arzobispo mismo, después de la derrota, comprendió el error que había
cometido, de 1856 a 1862, al participar de forma decidida en la organización
de los levantamientos militares conservadores que habían mantenido en jaque
primero al gobierno de Comonfort y luego al de Juárez en 1861. No era ese el
papel de la Iglesia ni su función esencial. Esa percepción fue más clara y níti-
da en 1870, después de que los nacionalistas italianos de Víctor Manuel to-
maron la ciudad de Roma, el último reducto que quedaba del poder temporal
Pontificio. En ese contexto, cuando Pío IX se aisló de la sociedad de su tiempo
y se asumió como el prisionero del Vaticano, al tiempo que reforzaba los víncu-
los espirituales con la catolicidad, gracias a la declaración de la infalibilidad
pontificia, el arzobispo decidió concentrar sus esfuerzos en la labor pastoral y
en la reconstrucción de la Iglesia mexicana. Desde entonces, 1870, hasta
1891, cuando muere, conservó el principio de no intervención de la Iglesia en
los movimientos políticos que cuestionaban la legitimidad del poder estableci-
do. Por eso se mantuvo al margen de la disputa liberal suscitada después de la
muerte de don Benito Juárez. La guerra por el poder de 1872 a 1876, se efec-
tuó exclusivamente entre los triunfadores.
Reconocía el arzobispo que la Iglesia estaba profundamente lastimada en
sus estructuras y la vida espiritual del clero se había relajado. La sociedad
había dejado de lado los principios católicos, y el protestantismo, la masonería
y el espíritu liberal, que se difundía a través de las escuelas municipales y
3506 José Alzota, encargado del convento de Tepotzotlán, a Tomás Barón, el 4 de agosto de
1875. AHAM. APALD. Fondo Episcopal, Sección Secretaría Arzobispal, Serie Parroquias, Caja 93,
exp. 21.

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