Labastida, de ministro plenipotenciario de México ante la Santa Sedea promotor de la Intervención

AutorMarta Eugenia García Ugarte
Páginas925-1059
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En 1861, Juárez y Zuloaga, situados en los extremos de la contienda, tenían
una clara percepción de la problemática del país. Ni el primero sentía que
había ganado, ni el segundo que tenía todo perdido. No obstante, la posición
de los liberales en 1861 era tan consolidada como la de los conservadores en
1858. El gobierno de Juárez fue reconocido por las potencias extranjeras cuando
entró triunfante en la ciudad de México, mientras que los conservadores, al
salir de la ciudad, perdieron el reconocimiento internacional que habían dis-
frutado, sobre todo, por la expulsión de aquellos diplomáticos que eran amigos
de la causa conservadora.
Aun cuando habían tomado la ciudad de México, y derrotado las fuerzas del
general Miramón, los liberales sabían que la paz estaba lejos de haberse obteni-
do. En algunos estados, la reacción, como ellos la llamaban, seguía presente y
sabían que Zuloaga estaba haciendo esfuerzos inauditos por restaurar las fuer-
zas. En ese contexto se celebraron las elecciones presidenciales, del bando libe-
ral, en marzo de 1861. Juárez enfrentó las candidaturas de Lerdo y González
Ortega, a quienes derrotó fácilmente. No obstante, González Ortega, apoyado
por Doblado, pretendió desconocer el resultado de las elecciones presidenciales,
abriéndose un nuevo campo de discordia en las fuerzas liberales.2588
Los viejos conflictos con Vidaurri resurgieron en julio de 1861, porque
había aceptado que el ex presidente Comonfort, cuya petición de reingresar al
país había causado grandes y acaloradas discusiones en el Congreso, se insta-
lara en Monterrey.2589 En lugar de negarle su apoyo, Vidaurri nombró a Comon-
2588 Brian Hamnett, Juárez, op. cit., p. 126.
2589 Los acontecim ientos de diciembre de 1857 estaban pre sentes como si apen as hubieran
sucedido. E n particular, porque el partido de la r eacción, que había sido el resultado del golpe
de diciembre, seguía constituyendo una am enaza para la República. A partir de esa percepción ,
la ca rta que Comonfort habí a enviado poniéndose a disposición del congre so causó una gran
efervesce ncia. Como también argumentaba que su separación del poder debería considerarse
temporal, y que, po r lo tanto, no afectaba su carácter d e presidente, se constituía en un el emen-
CAPÍ TULO X I
Labastida, de ministro plenipotenciario de México ante
la Santa Sede a promotor de la Intervención
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fort comandante de la milicia de Nuevo León.2590 A pesar de que los allegados
a Juárez lo rechazaban, como lo hacía Ignacio Altamirano, Comonfort escri-
bió a Juárez ofreciendo sus servicios militares.2591 Fue así como fue comisiona-
do por Juárez para pacificar Tamaulipas, en donde Jesús de la Serna descono-
cía el gobierno de Vidaurri como gobernador y comandante militar de Nuevo
León, Coahuila y Tamaulipas. Fue la primera vez que Comonfort apareció en
una acción militar, después del golpe de estado de 1857.
Mientras tanto, en el congreso se había formado una oposición parlamen-
taria en contra del presidente.2592 Este grupo, en la crisis del 15 de septiembre
de 1861, compuesto por 51 diputados, entre ellos Mariano Riva Palacios,
Manuel Romero Rubio e Ignacio Altamirano, le pidió a Juárez que renunciara
a su puesto a favor del General González Ortega. Se pensaba que era el hombre
del momento.2593 Pero 52 diputados votaron para que Juárez permaneciera en
su puesto. En esta coyuntura, Juárez contó con los apoyos del gobernador de
Querétaro, el general Arteaga, el de Jalisco y también con el de Chihuahua.2594
Al margen de su situación personal, Juárez aseveró que tenía que esperar la
decisión de los estados. Si ellos se pronunciaban por su retiro él de inmediato
to de discordi a para el presidente Juárez . Indudablemente, los diput ados juaristas no confiaban
en Comonfort, aun cuando aseguraba que so lo pedía autorización para volver al país para hacer
su defens a. Tampoco le creían que renunciaría a la presidencia aun cuando fuera absuelto por
el Co ngreso. Varios diputados moder ados defendier on el de recho de Comonfort a presentarse
como Vicente Riva Palacios, Lean dro Valle, Manuel María Zamacona y Mur phy. Gran emp eño
tomó Ezequiel Montes, qui en había sido ministro de justicia y después representan te del gobier-
no de Comonfort ante la Santa Sede, en defender el derecho de Comonfort y la actuación q ue
había tenido Manuel Payno, quien fuera enjuiciado por el congre so convertido en Gran Jurado.
La defensa de sí mismo que elaboró Payno es una lectura obligada. Se pued e consultar en, “De-
fensa que ha ce el ciudadano Manuel Payno en la causa que se le ha instruido por la secc ión del
gran ju rado del Co ngreso Nacional por el p articipio que tomó en lo s sucesos de diciembre d e
1857, en Manu el Payno, Memorias de México y el mundo, op. cit., Payno se de fendió a sí mismo
porque el gobierno le hab ía negado la l icencia requerida a l amigo que hab ía escogido como de-
fensor, el licenciado Parada. El texto fue publicado por primera vez en Felipe Buenrostro, His-
toria de l Segundo Congr eso Constitucional de 1861, 6 2 y 63, México, Imprenta Políglota, Calle
de Sant a Clara esq uina al Call ejón, 1874, pp. 99, 194 -202. Payno firmó su escrito el 17 de
julio de 1 861. Felipe Buenrostro, tomo 1, op. cit.
2590 En enero de 1860 el Congreso de Monterrey se había instalado en Galeana, por su opo-
sición a la forma de gobierno que quería imponer Vidaurri, bajo la protección de Mariano Esco-
bedo. Tanto Escobedo, como Ignacio Zaragoza y Jerónimo Treviño, todos de Nuevo León, apoya-
ron firmemente a Juárez. Brian Hamnett, Juárez, op. cit., pp. 131-132.
2591 Rosaura Hernández Rodríguez, Ignacio Comonfort y la intervención francesa, en Temas y
figuras de la intervención, México, Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, No. 25, Colección
del Congreso Nacional de Historia para el estudio de la guerra de intervención, 1963, p. 112.
2592 Benito Juár ez, al Pres idente del tribunal de justicia del estado de Tamaulipas, des de
México el 12 de octubre de 1861. Ibero, FZ, Caja 5, Doc.1484.
2593 La facción política en torno a González Ortega se formó en agosto septiembre de 1861.
Brian Hamnett, Juárez, op. cit., p. 127.
2594 Brian Hamnett, Juárez, op. cit., p. 128.
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seguiría esa expresión. Pero la respuesta de los estados y de otros diputados
había sido en contra.
Al no obtener resultado, los oposicionistas habían dirigido sus baterías a
sus ministros. Al de gobernación Juan J. De la Garza, le manifestaron que
querían que se renovara todo el gabinete. No era posible acceder a esa preten-
sión, porque sólo se argumentaban que los designados carecían de prestigio.
Tampoco quería, asegura Juárez, sentar un precedente “que haría imposible
todo gobierno”. Al aceptar la demanda de cambiar el gabinete, decía Juárez, se
coartaba la libertad que le daba la constitución “de nombrar personas de con-
fianza con quienes compartir mi responsabilidad, alejaría a hombres distingui-
dos y patriotas de mi lado temerosos de que más adelante sufrieran el mismo
desaire que sus antecesores, o de que mi condescendencia o debilidad los aban-
donara inermes a las exigencias de sus enemigos, que jamás faltan a los que
están en las regiones del poder”.2595
Pero además, los trabajos de pacificación no podían detenerse. No se po-
día perder tiempo en sutilezas cuando toda la organización del país estaba
pendiente. Juárez estaba convencido de que la verdadera fuerza del país no
estaba en las pasiones y ambiciones que surgían en la capital, sino en todos y
cada uno de los estados. Esa había sido la experiencia del primer liberalismo,
el de 1833, y también durante la guerra de reforma. Con la autonomía con la
que habían actuado todos los gobernadores y comandantes militares durante
los tres años de la guerra, era de esperarse que cada uno de ellos se sintiera
con los elementos suficientes para constituirse en poder ejecutivo o, simple-
mente, para gobernar su territorio sin interferencia alguna de la federación.
Esa liberalidad de actuación en los estados fue utilizada contra Juárez. Se
señaló que, en su imposibilidad de convertirse en un poder ejecutivo central,
fuerte y poderoso, había dejado relajar el lazo del federalismo.
Juárez argumentó que tal acusación solo denotaba falta de conocimiento
de la situación o malicia. Era imposible romper lanzas con los estados cuando
algunos todavía tenían la reacción en su suelo y cuando habían hecho tantos
sacrificios para “conquistar el principio de legalidad salvando su soberanía e
independencia”. Durante los años de la guerra, cada uno de los estados había
obrado libremente para salir adelante y resolver las complicaciones que se les
presentaban. Esas circunstancias, en cada lugar, habían generado intereses que
eran difíciles de remover en un solo día. Estaba convencido el presidente de
que sólo el transcurso del “tiempo, la pacificación y el concurso patriótico y
eficaz de los Estados y el Centro, pueden volvernos a la armonía de la federa-
2595 Benito Juár ez, al Pres idente del tribunal de justicia del estado de Tamaulipas, des de
México el 12 de octubre de 1861. Ibero, FZ, Caja 5, Doc. 1484.

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