Un dictador benévolo

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XIV. UN DICTADOR BENÉVOLO
VIEIRA DE MELLO no tuvo que sufrir por largo tiempo las críticas por su ac-
tuación como administrador de la ONU en Kosovo. En el lado opuesto de la
Tierra se estaba desarrollando una crisis humanitaria de proporciones poten-
cialmente catastrófi cas. El Timor Oriental, una minúscula isla en el Pacífi co,
intentó liberarse de las fuerzas de Indonesia, que la ocuparon desde 1975.1
Después de un confl icto sangriento, surgió la oportunidad de que Vieira de
Mello se hiciera cargo de su propia misión, compleja y a largo plazo. Si pa-
saba la prueba de Timor, sabía que también demostraría que la ONU era, en
efecto, capaz de estabilizar un país fracturado. Si fallaba, como bien lo sabía,
las repercusiones se sentirían mucho más allá del Pacífi co.
INDEPENDENCIA
Durante la ocupación del Timor Oriental, de 1975 a 1999, las fuerzas arma-
das de Indonesia mataron a alrededor de 20 000 timorenses. Pero en mayo de
1999, mientras la atención del mundo se concentraba en la guerra de la OTAN
en Serbia, la ONU negoció un acuerdo mediante el cual los indonesios acorda-
ron dar a los 800 000 habitantes del Timor Oriental la oportunidad de votar
por su independencia. Precisamente mientras Vieira de Mello regresaba de
Kosovo, 600 funcionarios de la ONU organizaban seminarios de educación
para elecciones, preparaban la lista de los votantes y establecían casillas para
votar en el Timor Oriental, apoyados por 800 policías desarmados de la ONU y
funcionarios militares de coordinación. Aunque durante el verano aumentó
la violencia, el equipo de la ONU esperaba que los 26 000 miembros del ejérci-
to y de la policía de Indonesia mantuvieran su compromiso de garantizar la
seguridad durante la votación.
El 30 de agosto, los timorenses se dirigieron a las casillas para la tan
1
El día anterior a la invasión indonesia, el presidente de los Estados Unidos, Gerald Ford,
y el secretario de Estado, Henry Kissinger, se reunieron con el presidente Suharto en Yakarta.
Las notas del encuentro Ford- Kissinger- Suharto (en línea en
nsaebb62/doc4.pdf>) revelan la aprobación abierta de los Estados Unidos al plan de la invasión.
Suharto dijo: “Queremos su comprensión si consideramos necesario tomar acciones rápidas o
drásticas”. Ford asintió, diciendo: “Comprendemos y no vamos a presionarlos en ese asunto”.
Kissinger expresó algunas dudas sobre la posible reacción pública estadunidense y advirtió:
“Entendemos su problema y la necesidad de actuar con rapidez, pero sólo digo que sería mejor
si se hiciera después de que regresemos [a los Estados Unidos]”.
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esperada votación de su independencia.2 Los observadores de la ONU para la
elección calcularon que más de la mitad de los votantes estaban haciendo fi -
las al abrirse las casillas a las 6:30 a.m.3 Preocupados por la ira de Indonesia,
muchos se fueron directamente de las casillas de votación a esconderse en las
colinas. Alrededor de 98.6% de los timorenses registrados emitieron su voto.
El 4 de septiembre de 1999, ansiosos timorenses se reunieron alrededor
de aparatos de radio y de televisión para escuchar los resultados de boca de
Ian Martin, el jefe de la misión de la ONU para la elección. Muchos lloraron
de alegría cuando los reporteros de la radio y televisión locales tradujeron el
anuncio de Martin: 78.5% de los timorenses votaron por su independencia:
—Este día se recordará eternamente como el día de la liberación nacio-
nal —declaró Xanana Gusmão, el líder de la independencia timorense, quien
había estado en prisión desde 1992. Domingos Sarmento, ex guerrillero que
también estuvo preso en Indonesia, escuchó las noticias en su casa de Dili
con su familia. Al escuchar los resultados, él y sus parientes salieron tomados
de la mano y besaron la tierra:
—Estábamos besando algo que fi nalmente nos pertenecía —recuerda—. El
Timor Oriental era un país, pero los indonesios tenían en mente otros planes.
Una hora después del anuncio de los resultados, el sonido de disparos y
gritos interrumpieron súbitamente la celebración de los timorenses. Milita-
res proindonesios en uniformes negros, apoyados por la policía y el ejército
de Indonesia, comenzaron un bárbaro periodo de saqueos y exterminio que
dejó al menos tres cuartas partes de las propiedades incendiadas o destrui-
das, a la mayoría de la población fuera de sus hogares y más de mil timoren-
ses muertos.4 Las acciones se planearon para destruir toda perspectiva de
sobrevivir del Timor Oriental. Efectivamente, los francotiradores llegaron a
verter ácido de batería en generadores eléctricos.
—Sabíamos que los indonesios harían algo espectacular —recuerda Taur
Matan Ruak, por entonces comandante de la guerrilla de resistencia timoren-
se—. Cuando matas un animal, su último movimiento es como un espasmo,
es algo muy fuerte.
Durante los 15 días siguientes, una milicia saqueadora también mató a
16 timorenses que la ONU había empleado como trabajadores en la elección.5
2
A la gente del Timor se le pidió que votara “sí” a una de las dos siguientes cuestiones: “¿Us-
ted ACEPTA la propuesta de autonomía especial para el Timor Oriental dentro del Estado Unitario
de la República de Indonesia?” o “¿Usted RECHAZA la propuesta de autonomía especial para el
Timor Oriental, que produciría su separación de Indonesia?”
3
Ian Martin, “The Popular Consultation and the United Nations Mission in East Timor–First
Refl ections”, en James J. Fox y Dionisio Babo Soares (ed.), Out of the Ashes: Destruction and
Reconstruction of East Timor, Australian National University Press, Canberra, 2003, p. 133.
4
Cerca de 230 000 huyeron o fueron deportados a campos de refugiados en el Timor Occiden-
tal, controlado por Indonesia, y varios cientos de miles más fueron desplazados internamente.
5
Ian Martin, “Commission for Reception, Truth and Reconciliation in East Timor”, audien-
cia pública, 15-17 de marzo de 2004.

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