El que acapara el poder acapara la culpa

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XV. EL QUE ACAPARA EL PODER ACAPARA LA CULPA
“EL AÑO CERO
Mientras su avión de la Cruz Roja aterrizaba en la oscuridad de Dili el 16
de noviembre de 1999, Vieira de Mello tenía dos pensamientos. El primero
era: “Esta vez lo tienes que hacer bien”. Como todo el alto personal de la
ONU, sabía que la reputación de competencia de la ONU se había desplomado
en los años noventa. Su segundo pensamiento era: “¿Cómo vamos a hacer
esto? Nunca antes hemos hecho algo como esto”.1 La única pista de aterri-
zaje del aeropuerto tenía este letrero: “Bienvenidos al país más nuevo del
mundo”.
Sabía que la misión de las Naciones Unidas tenía muchas cosas en su fa-
vor. En un país étnicamente homogéneo y 90% católico, no tenía que preocu-
parse por reducir la lucha étnica o sectaria del tipo que ardía entre albaneses
étnicos y serbios en Kosovo. El pueblo también estaba unido en su objeti-
vo de alcanzar la independencia. La mayor parte de los milicianos y de los
votantes a favor de seguir siendo parte de Indonesia había huido al Timor
Occidental. El mismo Xanana Gusmão, el líder de facto del Timor Oriental,
predicaba reconciliación y paciencia. Vieira de Mello observó la falta de ese
“odio mortal” que había visto en los Balcanes.2
Un factor adicional que distinguía de Kosovo al Timor Oriental, y que ha-
cía que el lugar fuera lo que él más tarde llamaría una “casi perfecta cápsula
de Petri”, era que todos los países del Consejo de Seguridad estaban unidos
tras los objetivos de la misión de la ONU. Rusia y China se unieron con las
democracias occidentales para saludar el paso del Timor Oriental hacia la
independencia. Los países ricos estaban dispuestos a dar ayuda generosa al
nacimiento y la primera etapa de este nuevo país.
Sin embargo, mientras iba del aeropuerto hacia la ciudad mirando la
terrible escala de la destrucción, comprendió que necesitaría toda la ayuda
que pudiera obtener. Miró las hileras de casas, una detrás de otra, convertidas
en cenizas. Aunque en Nueva York había seguido la campaña de incendios
y matanzas de Indonesia, incluso había hablado en favor de la intervención
militar, lo minucioso y reciente del ataque lo desconcertaron.
—Es escandaloso pensar que todo esto sucedió apenas —le dijo a su asis-
1
Rajiv Chandrasekaran, “Saved from Ruin: The Reincarnation of East Timor; UN Handing
Over Sovereignty After Nation-Building Effort”, The Washington Post, 19 de mayo de 2002, p. A1.
2
SVDM, “The Future of UN State-Building”, conferencia de la Academia Internacional de la
Paz, 18-19 de octubre, 2002, .org/pdfs/you-the-people.pdf>.
334 SEGUNDA PARTE
tente especial, Fabrizio Hochschild—. Hace tres meses todos estos edifi cios
estaban en pie y ahora ya no existen.
En Kosovo, las escuelas, los hospitales y las ofi cinas de correo seguían
intactos.
—Sólo era cuestión de encontrar dónde diablos estaba la clave —recordó,
mientras estaba en el Timor Oriental—. Nada, literalmente nada, fue dejado
en pie sobre la tierra, excepto la voluntad de los timorenses.3
El Timor Oriental nunca había disfrutado de la autonomía que tuvo Ko-
sovo antes de 1989. Bajo los indonesios, los timorenses habían ocupado en
general trabajos serviles. Los puestos medios y superiores del servicio civil
tendrían que ser ocupados, después de un entrenamiento previo casi desde
cero, por una población que era 60% analfabeta.4 En Kosovo, la misión de la
ONU había batallado para restablecer el Estado de derecho cuando partieron
los serbios, pero no faltaban abogados en la provincia. En el Timor Oriental,
muy pronto se le dijo a Vieira de Mello que en la isla sólo vivían 60 abogados.
Aunque él había previsto que los reglamentos y registros de Indonesia ten-
drían que ser totalmente enmendados, no había esperado descubrir que los
indonesios hubiesen quemado sistemáticamente cada registro que cayó en
sus manos, incluyendo títulos de propiedad, registros de impuestos y actas
matrimoniales. La campaña de total destrucción y devastación de los registros
estatales le recordó el “año cero” del lanzamiento de una nueva sociedad en
1975 por los jemeres rojos.5
Como administrador de la ONU, supo que tendría que tomar una vasta
gama de decisiones a toda prisa. Habría que abrir aeropuertos y puertos, se
tendría que conseguir agua potable, proporcionar cuidado de la salud, rea-
brir escuelas, crear una moneda, normalizar las relaciones con Indonesia,
redactar una Constitución, elegir una lengua ofi cial y crear impuestos, adua-
nas y sistemas bancarios. Las decisiones de estrategia y política, que normal-
mente evolucionan en cientos de años, se tendrían que tomar en pocos meses
desde su llegada, por él y por un equipo. Durante decenios, según notó, los
asesores de la ONU habían “predicado a los gobiernos formas de resolver sus
problemas de la mejor manera”, y ahora la organización se encontraba en “la
incómoda posición en la que se le pedía poner en práctica lo que había estado
predicando”.6
Los funcionarios de la ONU que habían estado en el Timor Oriental duran-
te el sangriento referendo creían que Vieira de Mello no iba por buen camino
al distanciarse de sus predecesores. Tamrat Samuel, un eritreo de 47 años,
3
Ibid.
4
Banco Mundial, “Report of the Joint Assessment Mission to East Timor”, 8 de diciembre de
1999, en línea en nal.pdf>.
5
SVDM, discurso en la Universidad de Sydney, 13 de junio de 2001.
6
SVDM, “How not to Run a Country: Lessons for the UN from Kosovo and East Timor”, 2000,
inédito.

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