La globalización y la delincuencia organizada

AutorBruce Bagley
Páginas185-207
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La globalización y la delincuencia organizada
Bruce
B
ag
ley
*
De Foreign Affairs En E spañol, Abril-Ju nio 2003**
Sumario:
I.
Globalización, e
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cia
org
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iza
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transnacional. II. El
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nso d
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la
delincuencia organizada r usa. II I. Actividades de la
maf‌i ya
en
América Lat ina y el Caribe. México. Amér ica Central. C olombia, el Car ibe y
la cocaína de los Ande s. Cuba. Brasil y el Cono Su r. IV. El impacto del cri men
organiza do ruso en A mérica Latina y el Car ibe. V. Respuestas de política pú-
blica a la globalización de las organi zaciones delictivas rusas.
* P rofesor visitant e en la Divi sión de Est udios Inter nacionales (DEI) del Centro d e Invest igación y Docencia
Económicas (CIDE).
** Derechos de Aut or ©2003 rese rvados p ara el Coun cil on Foreign Re lation s.
I. Globalización, estados débiles y
delincuencia or ganizada transnaciona l
Las uniones o “alianzas estratégicas” entre
diversos grupos rusos dedicados al crimen
organizado, a los que v
a
g
a
mente suele llamársele s
“la maf‌i ya [maf‌i a] rusa”, y las grandes organiza-
ciones delictivas latinoamericanas y caribeñas d
e
alcance trans nacional, se expandieron rápidamen-
te durante
l
os 90, tras la caída de la URSS. Hasta
2003, esas uniones, por lo menos en algunos de
los países de la región (como Colombia, México y
Brasil), dieron a las band as criminales locale s y/o
a los grupos guerrilleros mayores posibilidades
de acceso a mercados internacionales de drogas
ilícitas, mecanismos de lavado de dinero y f uen-
tes de armas ilegales y, por lo mismo, permitie-
ron que un conjunto de organizaciones rebeldes
y criminales de la región se convirtiera n en obs-
táculos mucho más serios para el crecimiento
económico, la estabilidad política y la consolida-
ción democrática.
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LA GLOBALIZACIÓN Y LA DELINCUENCIA ORGANIZADA
Los estados débiles son el contexto ideal
para el f‌l orecim iento del crimen organi zado. Lue-
go del derrumbe del imperio soviético, en 1991,
el nuevo Estado ruso que asumió el poder en
Moscú fue desde el principio un Estado débil, y
su f‌l aqueza i nstitucional hi zo de Rusia, lo mismo
que de la mayoría de los otros 14 estados inde-
pendientes que había n surgido de la antigua URSS,
un semillero para la delincuencia organiz ada du-
rante los años 90.
La debilidad institucional de la mayoría de
los países de América Latina y el Car ibe, junto
con la existencia de un narcotráf‌i co clandestino
que genera colosales ganancias en el hemisferio
occidental, hizo que los países de la región se
convirtieran en objetivos de enorme atractivo
para las organizaciones criminales rusas de corte
transnacional. La falta de transparencia y de au-
téntico control estatal de los sectores bancarios
permitió que los sistemas f‌i nancieros de muchos
países de la región se tornaran vulnerables a la
penetración de los agentes del lavado de dinero
ruso. La corr upción y la inef‌i ciencia de sus insti-
tuciones de persecución del delito y de sus siste-
mas de administración judicial permitieron que
los grupos cr iminales ruso s operaran en numero -
sas jurisdicciones n acionales con una impunidad
casi total. De hecho, la dudosa práctica de varios
países de Amér ica Latina y el Caribe (como Do-
minicana, Panamá, Uruguay y Paraguay, entre
otros) devender literalmente la ciudadanía,
constituyó una clar a invitación para que las ban-
das delictivas r usas se establecieran en el hemis-
ferio. Cuando los estados son débiles (es decir,
cua ndo care cen de la volun tad y/o de la ca paci dad
de hacer cumpli r la ley), aparecen inevitablemen-
te brechas entr e la realidad y la legalidad que, de
manera igualmente i nevitable, son aprovechadas
por la delincuencia organizada y otras empresas
que operan fu era de la ley.
Es indudable que el act ual proceso de globa-
lización facilitó que las actividades de la ma-
f‌i ya adquir ieran dimensiones transna cionales en
la década pasad a. A grandes rasgos, la globali za-
ción se ref‌i ere al “acor tamiento” de las distancia s
a escala mundial media nte la aparición y el forta-
lecimiento de “redes de conexiones” económ icas,
tecnológicas, sociales, p olíticas y ambientalistas.
Por supuesto, como muchos escéptic os han hecho
notar, las transformaciones recientes del sistema
mundial no son nuevas del todo. Lo novedoso de
ellas en el momento actual son su intensida d, su
velocidad y el impacto en un número cada vez
mayor de países y sociedades de todo el mundo,
incluida la mayor parte d el hemisferio occidental.
Las organizaciones delictivas rusas de alcance
transnacional (así como otras redes terroristas y
criminales internacionales) han podido sacar
provecho del creciente número de viajes i nterna-
cionales, la liberalización de las políticas de emi-
gración, l a expansión del comer cio internacio nal,
la difusión de los sistemas de comunicaciones de
alta tecnología y la insuf‌i ciente reglament ación
de las redes f‌i nancieras internacionales, para
llevar sus empresa s criminales mucho más all á de
los límites de su paí s de origen.
Para estados cuya debilidad institucional se
remonta a mucho tiempo at rás, como los de Amé-
rica Latina y el Ca ribe, la inserción acelerada en
la economía global de las últimas tres décadas, y
especialmente despué s de la Guerra Fría, exigió,
por regla general, penosas medidas f‌i scales de
austeridad por parte de los gobier nos nacionales
y una fuerte “reducción” del Estado en general.
Con el estandarte del Consenso de Washington”
y las reformas neoliberales de los mercados, las
instituciones reg uladoras, extractivas y de pene -
tración del Estado e n la región (que nunca fueron
muy sólidas) sufrieron un d rástico desgaste en
muchos países latinoamericanos, sobre todo des-
pués de las crisis de deuda regionales de 1982.
Durante los años 90, las autoridades estatales
de tod a la regió n muchas ve ces no con taron co n
los recursos institucionales y f‌i nancieros nece-
sarios para combatir el auge y la expansión de
la actividad de las organizaciones criminales
transnacionales en sus territorios. A la fecha,
las instituciones de persecución del delito en
América Lati na y el Caribe padecen penur ias y
condiciones inadecu adas por falta de recursos

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