Un reproche y un profundo dolor

AutorAndrés Henestrosa
Páginas203-204
¿Y no fuera oportuno que una nueva sociedad de literatos redactara una
nueva serie de mexicanos pintados por sí mismos?
21 de febrero de 1954
Un reproche y un profundo dolor
He aquí los resultados de aplazar, que no es resolver, como decía José Martí,
las tareas que uno se propone. Siempre que nos encontrábamos en la redac-
ción de El Nac ional los sábados Antonio Ancona Albertos y yo, nos hacíamos
la misma promesa: dedicarle yo una Alacena y él dedicarme unos “Apuntes de
actualidad”, con la mira de contar cada uno lo que sentía del otro. Nos decía-
mos, casi nos gritábamos: ¡Lejano pariente! Y eso porque en una de las obras
de su padre aparece un personaje apellidado Hinestrosa, que él suponía ante-
cedente de mis lejanos parientes maternos. –A migo Andrés, me decía, poco
más o menos, ese personaje de mi padre era de carne y hueso y sé que emigró
al Istmo de Tehuantepec donde fundó familia; de él vienen ustedes, los que
ahora se apellidan Henestrosa, a la manera que usaron el apellido el virrey José
María de Bucareli y Ursúa y el Inca Garcilaso de la Vega.
Por mi lado, sin contradecirlo, me placía buscar el origen de mi apellido
no en el personaje de Justo Sierra O’Reilly, que no de Ancona como él creía, sino
en aquel soldado que fue con Pedro de Alvarado a la conquista del Perú y que
allá casó con la ñusta Isabel Chimpu Ocllo y de quien nació el Inca Garcilaso
de la Vega, uno de cuyos apellidos, ciertamente, era Henestrosa. Y cuando no,
me placía referirlo a uno de los apellidos del virrey Bucareli y Ursúa, enterrado
en el interior de la Basílica de Guadalupe, donde se ostenta el apellido que
Ancona Albertos y yo lejanamente compartíamos.
Ahora que ha muerto me reprocho no haber cumplido aquella promesa.
Me reprocho asimismo haber rehuido su encuentro, cuando la muerte le puso
el sitio que le llevó a la tumba. Tanto nos repetimos el probable parentesco,
que yo lo fui sintiendo como de mi familia. Emparentado con él más allá de los
afanes meramente literarios. Sin embargo, de conocerlo por sus libros desde
hacía mucho tiempo, a partir del día en que nos reconocimos lejanos parien-
tes, leí con ánimo distinto, por nuevo, sus artículos y releí sus libros, uno sobre
todo, Por el sendero de las mandrágoras, novela escrita en su primera juventud. Y
AÑO 1954
ALACE NA DE MINUCI AS 203

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