Pita Amor

AutorJosé E. Iturriaga
Páginas427-429
427
Antes de que Guadalupe Amor hubiera dado a luz su tomo inicial de poesía
titulado Yo soy mi casa, le anuncié que tan desconcertante don poético
habría de otorgarle un nombre nacional que concluiría por serle estorboso.
No es por cierto Guadalupe Amor una violeta recatada; antes bien, es
soberbia en grado arrollador. Pero persigue por instinto la comodidad. El
aislamiento se lo da.
Sea ello lo que fuere, el fácil vaticinio se ha cumplido puntualmente:
Pita prefiere el laconismo discreto del buen catador de su poesía, al aspa-
viento insincero y locuaz de quien sólo conoce sus libros a través de las
habilidades de los columnistas.
Y es que Pita sabe una cosa: que la crítica en México es con frecuencia
un quehacer frívolo carente de docencia y de decencia, que suele devenir
panegírico o diatriba, según la relación entre el autor y el crítico.
Pita, sin embargo, no sabe que sus malquerientes van aceptando, de
grado, su alta jerarquía de poeta. Y es que frente a las creaciones de su
extraña sensibilidad sólo cabe esto: la sorpresa; mejor aún, el azoro, movi-
miento del alma —o inmovimiento— que provoca una súbita paralización
en nosotros mismos al toparnos, de pronto, con una cara de la realidad que
de modo cotidiano transitaba a nuestro alrededor sin que nos hubiésemos
percatado de ella. Tan es esto así, que dudo que el último libro de Pita,
Polvo, pueda leerse sin la resonancia facial del azoro: la elevación del en-
trecejo, y sin el eco del terror en el cuerpo: el escalofrío.
Pita Amor*
* Ensayo publicado en el periódico El Popular a fines de 1949.

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