Eugenia Romo

AutorJosé E. Iturriaga
Páginas477-479
477
Poesía, ya se sabe, es creación. Pero también poesía es profecía. Es un
anticiparse a las cosas y a los acontecimientos que están por venir. Es
un percibir la sombra que ambos —cosas y hechos— proyectan antes de
aflorar o de hacer eclosión en el tiempo y en el espacio. Por eso el poeta es
un clarividente; ve más claro que los demás. Dice y predice.
El poeta, creador como es, su nombre procede del verbo infinitivo griego
poyein, que significa crear. Por ello no es una máquina fotocopiadora de la
realidad: no la calca, la transforma y le agrega el matiz de su intransferible
individualidad.
Filtro eficaz de su mundo circundante —o sea de su circunstancia,
de lo que lo circunda—, el poeta no la deja pasar intacta o indemne por la
fina retícula de su propia sensibilidad estética: la crea de nueva cuenta, o
la recrea.
El artista de casta, el pür sang, alude a todo cuanto lo rodea, eludiéndolo.
Alusión y elusión son términos opuestos entre sí; pero a través de ellos el
poeta se mueve como péndulo transido de pasión creadora. Con aquellos
trabaja y se desazona. Y cuando acierta, los utiliza con sabia equidistancia,
con geométrica simetría.
Mas en la equidistancia existente entre la efusión y la alusión se haya
larvada una síntesis: la ilusión no por cierto la del iluso —impregnado de
evanescencias fofas— sino el anhelo orientado a concreciones accesibles
Eugenia Romo*
* Prólogo al libro editado en Belgrado, Yugoslavia, sobre Eugenia Romo.

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