Carlos Pellicer

AutorJosé E. Iturriaga
Páginas475-476
475
Mi generacion debe al gran lírico tabasqueño desparecido una lúcida
toma de conciencia: la de pertenecer a una patria multinacional que se
extiende desde nuestra frontera norte hasta Tierra de Fuego.
Quienes teníamos 20 años menos que Carlos Pellicer estamos en deu-
da con él: merced a su intuición poética ofrecida como un mensaje didác-
tico eficaz, aprendimos cómo el coloso Bolívar se propuso hacer de Hispa-
noamérica un continente compactado frente a cualquier asedio exterior
ajeno a nuestra identidad espiritual.
El vate tabasqueño fue nuestro lazarillo en las aulas universitarias
para conducirnos a la presencia vigente de Simón Bolívar. Su devoción por
éste llegaba a tal punto, que nunca dejamos de ver en Carlos Pellicer al gran
colombino ad honorem. Ojalá lo reconozcan así en la patria del precursor
Francisco de Miranda con la mayor solemnidad posible, porque nuestro
bardo merece tan señalada dignidad.
Pero Carlos Pellicer no era sólo un ciudadano gran colombino y del Nuevo
Mundo. No. A esa expandida conciencia latinoamericanista llegó a partir
de su fiel apego a su tierra nativa, donde dejó hermosos testimonios de su
creatividad como museónomo y museógrafo: también accedió a esa con-
ciencia a partir de su apego a su solar de adopción: el Valle de México.
De éste dejó Pellicer —por igual y como lo hizo nuestro pintor José María
Velasco—, los más deslumbrantes paisajes de esa placenta geográfica de la
Carlos Pellicer*
* Artículo publicado en el periódico Novedades en el primer trimestre de 1977, año de la
muerte de Pellicer.

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR