La participación de Henry Lane Wilson

AutorWilliam Bayard Hale
Páginas313-335
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Fragmento del Informe Confidencial enviado
al presidente Woodrow Wilson por su emisario William Bayard Hale.
— El original se conserva en
los Archivos Nacionales de los Estados Unidos.—
Ha sido publicado por el historiador
Dr. John P. Harrison.
El movim iento que estalló en la c apital la noche del 8 al 9 de febrero no
era, en ning ún sentido, una revolución popular. Era una conspiración de
oficiales del Ejército, apoyada económicamente por un grupito de españo-
les reaccionar ios, en connivencia con los “científicos” desterrados en Pa rís
y en Madrid.
Comenzaron a colectarse fondos para derribar a Madero, y esto se
hizo en la capital en forma casi desca rada. Pero el éxito de la colecta fue
muy mediano; la suma más importa nte de que se sirv ieron los conspira-
dores les vino de fuera, y f ue un cheque de 12 mil libras esterlin as, pagadero
por el Banco de Londres y México en su sucursal de Veracruz. Este dine-
ro se había destinado primeramente pa ra el levantamiento de Félix Díaz,
en el mes de noviembre anter ior. Quienes contribuyeron con más fuertes
sumas en la colecta que se hizo en México fueron el general Luis Ga rcía
Pimentel y don Íñ igo Noriega. Noriega, a quien se suele llama r “el P ierpont
Morgan de México”, había sido beneficiario de gran número de concesio-
nes y monopolios otorgados por el viejo régi men, y era apoderado de
Porfirio Dí az. El agente más activo de la conspiración era el general Manuel
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Mondragón, quien había a masado una buena fortuna en la época de Díaz
como perito fraudulento en cuestiones de artillería. A él se le habían en-
comendado muchas compras de armas; uno de sus métodos predilectos
era la ingen iosa idea de poner su nombre en nuevos “inventos”, con lo cua l
se embolsaba una buena com isión.
Mondragón compró a los oficiales (antiguos asociados suyos) y se
ganó también a los cadet es de la Escuela de Aspirantes, de Tlalpa n, subur-
bio de la Ciudad de México, y fueron el los quienes formaron el núcleo del
movimiento.
En la noche del 8 de febrero, cierto número de cadetes vinieron en
tranvía a la ciudad. Se congregaron en la madr ugada siguiente frente a la
Penitenciaría, y all í pidieron la liber tad del general Féli x Díaz, que se ha-
llaba preso mient ras se le juzgaba por el delito de rebelión. Después de
una breve cha rla, Díaz fue soltado. En seguida se dirigieron a la cárcel
milit ar de Santiago, donde pidieron y consiguieron la libertad del genera l
Bernardo Reyes, prisionero que se hallaba en la misma situación que
Díaz. El presidente Madero, desoyendo la opinión de sus am igos, se había
negado a autorizar el fusilamiento de Reyes y de Díaz, bajo el cargo de
traición, en el momento de su captura (según la costumbre que entonces
prevalecía en Méx ico), e insistió en que se les sometiera a juicio conforme
a la ley.
Los que liberta ron al general Reyes lo encontraron ya vestido con su
uniforme de genera l del Ejército mexica no, que se puso mientras espera-
ba que le abrieran las puert as.
Reyes montó a cabal lo e inmediatament e se dirigió, a la cabeza de u na
columna de cadetes y de soldados amotinados, hacia el Pa lacio Nacional,
situado en el centro de la ciudad, adonde llegó poco después de las 8 de la
mañan a del domingo. Reyes estaba plena mente seguro de que se le reci-
biría bien y de que se le entrega ría el Palacio, pues sabía que los oficiales
encargados habían sido sobornados. Avanzó, pues, como si se tratara de
un desfile mi litar. Pero, no se sabe por qué, algo a nduvo mal en los arre-

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