Empieza la Decena Trágica

AutorStanley R. Ross
Páginas207-222
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Madero, en un mensaje al Congreso en septiembre de 1912, declaró que
“si un gobierno tal como el m ío... no es capaz de durar en Méx ico, señores,
deberíamos deducir que el pueblo mex icano no está preparado para l a demo-
cracia y que necesitamos un nuevo dictador que, sable en mamo, silencie
todas las a mbiciones y sofoque los esfuerzos de aquellos que no entienden
que la libertad florece solamente bajo la protección de la ley”.
¿Estaba el presidente empez ando a apreciar la situación en forma má s
realista y a dudar de la eficacia de los fundamentos de su pol ítica en el
medio mexica no? Más bien parecía que Madero, vacilante y perturbado
por su experiencia como ma ndatario, hablaba retór icamente. En efecto, se
negaba a creer que la situación fuera tan alarmante, que los mexicanos
no estuvieran preparados para la democracia y que se necesitara un nuevo
dictador; por eso continuó viendo la situación con confi anza durante las
primeras sema nas de 1913. Aseguró a los v isitantes que la paz sería res-
tablecida muy pronto.
Las victorias obtenidas sobre Orozco, Reyes y Díaz parecía n dar a la
convicción del presidente nueva fuerz a y nueva justificación a su ma nera
de proceder. Entonces la situación era tal que se hacía imperativo prestarle
una seria at ención. El ejército no había traicionado al gobier no de Madero,
pero ¿podía ser su conducta atribuida a la verdadera lealtad, o era que
Empieza la Decena Trágica
Stanley R. Ross*
*Profesor de la Universidad de Nebraska.
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Stanley R. Ross
esperaba al hombre necesario en el momento preciso? El gobierno depen-
día casi entera mente de este ejército. La prensa de oposición y los líderes
políticos conti nuaban obstacul izando la admin istración pública. Los te-
rratenientes, que al principio miraban a Madero con sorna, se mostraban
temerosos de que se moviera más enérg icamente hacia la reforma ag raria.
Más o menos reforzando esta form idable oposición, estaban otros de miras
económicas conservadoras, incluyendo los intereses financieros extran-
jeros. Un comentarist a observó con pesimismo que “como cosa segura, no
conozco ningún gra nde interés en Méx ico que ejerza su influencia para
fortalecer al gobierno de Madero...”. Sumada a estas condiciones, la inquie-
tud de las masas y la insatisfacción de los revolucionarios, es ev idente que
el optimismo de Madero y de algunos de sus más cercanos consejeros era
injust ificado.
En todas partes existía una atmósfera de inquietud y de aprensión.
Los renovadores se reun ieron algunas veces pa ra discuti r ese estado de
cosas. Los diputados revolucionarios resolv ieron visitar al presidente
para advertirle la gravedad de la situación y para urgirle que dict aras re-
formas más radicales. Fue a fines de enero de 1913 cuando este g rupo de
diputados dijo a Madero que “la revolución va hacia su ru ina, arrastrando
consigo al gobierno ema nado de ella, simplemente porque no esta di rigida
por los revolucionarios”. La delegación admitió que la contrarrevolución
era lógica y natu ral, pero “t ambién era natural y lógico que el más fuerte,
el gobierno más popula r que el país había tenido, debería haber sido cap az
de sofocar la contrarrevolución. Sin emba rgo, lo contrario es lo que ha
sucedido”.
Los renovadores decla raron que la contrarr evolución buscaba “destruir
el Plan de San Luis Potosí y hacer que la Revolución de 1910 pasara a la
historia como u n movimiento estéril , hecho por hombres sin principios que
ensangrentaron el suelo de la patria y la hundieron en la miseria”. Argu-
mentaban que el err or del gobierno fue la creenci a de que la contrarrevolución
podía ser derrot ada por la fuerza sola. Insistía n en que la continuación y el

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