Las letras y los tiempos

AutorAndrés Henestrosa
Páginas611-612
Las letras y los tiempos
Hace cien años, México se desgarraba en una guerra civil y estaba al borde
de una imagen de una invasión extranjera. Estos hechos tuvieron profundas
repercusiones en la vida nacional, como no podía ser menos; pero sobre todo
en la literatura. Poetas, novelistas, ensayistas, hasta científicos, que escribían
libros entraron de lleno a la pelea y se entregaron a la tarea rápida, eficaz y
combativa de los periódicos.
Al lado de estos luchadores apasionados y útiles, quedaron otros, los que
siguieron cultivando las “bellas letras” como si estuviésemos viviendo en el
mejor de los mundos. Éstos se declararon fuera de combate, o con su actitud
evidenciaron que la tragedia nacional no les llegaba demasiado hondo como
para torcer sus hermosas vocaciones. Ochenta años después iba a interpretar-
los bien Bernard Shaw cuando dijo: “Apenas llegue la guerra, reclamaré mis
derechos intelectuales para quedarme en casa.” Dos hombres encarnaron a
cabalidad aquellas posiciones encontradas: Ignacio Ramírez, del lado de la
lucha nacional, y José María Roa Bárcena, del lado del escapismo literario.
Es curioso ver la bibliografía de hace un siglo. Todos o casi todos los gran-
des periódicos y revistas literarios que se publicaban desde 1844 languide-
cieron apenas surgió la contienda y desaparecieron hacia 1856. En cambio
abunda, de una manera pujante y articulada, la literatura política: el panfleto,
la sátira, el reportaje, el artículo volandero que refleja nerviosamente un ins-
tante, un aspecto aunque sea, de aquellos días trágicos. Apenas la reacción es
aplastada y se fusila a Maximiliano en 1867, vuelve a tomar aliento, calidad y
difusión la actividad puramente literaria; reaparecen las viejas y prestigiadas
revistas y surgen otras, enriquecidas por la palabra de los nuevos o de los ma-
duros escritores que durante dos décadas habían sacrificado la belleza pura
por la patria martirizada.
¿Por qué cobró semejante auge la literatura de información, de comenta-
rio, la literatura periodística? Porque como ya lo señaló Ignacio Manuel Alta-
mirano, el pueblo mexicano quería conocer ávidamente los pormenores más
salientes de la epopeya, el pensamiento de sus dirigentes, la motivación pro-
funda de la guerra y de la pugna liberal por dar al país instituciones libres.
No siempre los hombres de letras escriben lo que al público le interesa.
Quienes no comprenden esta secreta comunicación entre los creadores y los
lectores, están condenados a mucha soledad, por otra parte hermosa.
AÑO 1959
ALACE NA DE MINUCI AS 611

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