Lecturas infantiles

AutorAndrés Henestrosa
Páginas637-638
Lecturas infantiles
Los libros de la niñez no pasan nunca, no envejecen, no mueren. En sus
líneas, que no en balde parecen surcos, los poetas arrojaron la simiente de las
palabras que después han florecido en el hombre. El niño no se detuvo a ver
si las palabras eran bellas, si los pensamientos excelsos, si la emoción legíti-
ma. Se conformó con recibirlas, arrobarse con su música, inventarles sentido
cuando no alcanzó el suyo verdadero. Y hasta cuando esto ocurrió, el texto no
quedó perdido. Porque nada de lo que llega a los niños se pierde: con lo que
hoy no entiende se ayuda rá para entender mañana. Así como nada de lo
que entra en el corazón del hombre desaparece por completo, y es siempre
con restos de viejas emociones con lo que vamos viviendo.
Por eso es tan fácil que los padres y los maestros, y el Estado cuiden de
la formación de la niñez, así en el campo de su formación intelectual como
en el de su forja cívica, que monta tanto si no es que más. Una mala lectura,
una melodía plebeya, unos versos canallas se quedan en nosotros, igual que se
queda una afrenta. ¿Quién ha olvidado las lecturas contenidas en los libros de
lecturas infantiles? Allí aprendimos a amar la patria, a llorar en la tumba de los
héroes, a respetar la ley, a vibrar al paso de la bandera. Allí soñamos, al conjuro
de unos versos de V icente Riva Palacio hacer algo que nos hiciera dignos de
tenerla como mortaja. Allí nos figuramos ser el soldado triunfador que sofrena
su caballo frente al Hotel Iturbide y se llama al Héroe de las Derrotas para que
presida el desfile del ejército republicano.
Ni por pasión de partido se atrevería un hombre formado por las lecturas
de mis tiempos a volverse contra la patria, porque como dijo Benito Juárez,
contra la patria nunca tendremos razón. Ni contra la bandera, ni contra la ley,
pudiera agregarse. Todo eso nos lo enseñaron las lecturas literarias de Amado
Nervo, de Gregorio Torres Quintero, de A ndrés Oscoy, de Adalberto A. Es-
teva y qué sé yo cuántos más. Quien no leyó estos libros en su oportunidad
ignora el poder de sus enseñanzas y no sabe cuánto sirven para promover en el
alma infantil el amor a la patria, al himno, a la bandera, a la Constitución y a
todas aquellas instituciones en que late la sangre de nuestros grandes muertos
y de los creadores de nuestra nacionalidad.
¿Por qué se abandonó aquella preocupación por enseñar a los niños mexi-
canos desde la escuela de primeras letras estas nociones, indispensables para
su vida futura? El buen ciudadano con ellas comienza a formarse, lo mismo
AÑO 1959
ALACE NA DE MINUCI AS 637

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