La violenta expansión de La Habana

AutorJuan Bosch
Páginas31-49
31
Capítulo II
La violenta expansión de La Habana
A grandes trazos, los periodos de expansión de La Habana, una vez
cumplido el proceso de su formación como ciudad, son cuatro: el que se
produce inmediatamente después de la ocupación inglesa, que dura de
agosto de 1762 a julio de 1763; el que se da a resultas del crecimiento
que tuvo la industria azucarera en los primeros cincuenta años del siglo
pasado, el que sigue a la terminación de la guerra de Independencia,
acrecido de golpe por el desbordamiento que impuso a la economía de
los países americanos la Primera Guerra Mundial, y el que se origina
en el aumento de la riqueza a causa de la última Gran Guerra. Este últi-
mo fue favorecido por condiciones políticas propicias al desarrollo na-
cional.
Bajo el cómico epígrafe de “horrendo y terrible combate que tuvo la
nación Británica en el Castillo del Morro”, hay un “plano del puerto de
La Havana sitiado pr. las armas de S.M.B. el día 7 de junio de 1762”, en
el cual podemos distinguir la ciudad. Fechada en el mismo año, una
“Carte Hydrographique de la Baye de la Havane” nos permite hasta con-
tar las calles, desde las orillas de la bahía hasta la muralla que cercaba
a La Habana por el oeste. Si se le compara con uno que fue publicado
en Londres, veintidós años antes, esto es en 1740, se ve que en ese lapso
no hubo cambio apreciable. Debe ser muy escasa la diferencia entre esa
Habana y la de 1600, lo cual tal vez pueda explicarse si se sabe que
durante casi todo el siglo XVII Cuba vivió abrumada por el miedo a
corsarios y piratas:
En un año de ocupación los ingleses abolieron el monopolio comercial
español y abrieron al tabaco, al azúcar, a las maderas y a otros productos
Juan Bosch32
del país los mercados de Europa; además, Cuba quedó, a su vez, abierta
a la producción inglesa. A partir de entonces el espíritu emprendedor
del cubano iba a transformar a su tierra y, desde luego, a su capital. Pues
los cubanos se asomaron al mundo más allá del muro español, y com-
prendieron cuánto podían comprar y vender. Al asomarse al mundo
vieron que otros pueblos sembraban y cosechaban esperanzas e ideas.
Hasta entonces ellos tenían conocimiento sólo de la rígida conformación
española, que desde lejos gravitaba sobre el porvenir de la isla sustra-
yéndola a la ola que la vida mundial lanzaba entonces, con el vigor de
las fuerzas nacientes, sobre la ya gastada peña de la organización feudal.
Al llegar los ingleses en son de ocupantes a La Habana la población
total de la isla no debía sobrepasar de ciento cincuenta mil almas, puesto
que once años después de haber ellos aceptado las tierras de La Florida
a cambio del movido puerto de las Indias, ascendía a unos ciento seten-
taidós mil. Sólo en esclavos para trabajar la caña los británicos habían
introducido en Cuba varios miles de personas. Dos años antes de ese
“horrendo y terrible combate” que terminó con la ocupación de la ciudad
en 1762, los trapiches de Cuba eran ciento treinta; en 1779, esto es, menos
de cuatro lustros después, pasaban de seiscientos. Puesto que La Habana
era el puerto seguro –y puerto quiere decir, en rigor, puerta–, la salida
guarnecida por soldados, castillos, cañones y naves, los trapiches se
montaban en las cercanías de la ciudad. Las tierras que ve hoy el visi-
tante cubiertas por hermosas avenidas, por casas de gran lujo y por edi-
ficios impresionantes en el ostentoso barrio de Miramar, en el Vedado
y hasta en el actual centro mismo de la ciudad, por donde van el trazo
de las calles Belascoaín, Infanta y el Malecón, eran campos de cañas en
aquellos días.
De golpe, en Francia estalló la gran revolución. Probablemente nin-
gún cubano pensó, al tener noticia de que en París el pueblo se lanza
a destronar reyes y a guillotinar nobles, que la gran hecatombe iba a tener
consecuencias en Cuba. Y las tuvo enormes. Porque La Habana estaba
lejos de Francia, pero cerca de Haití. Y Haití producía las tres cuartas
partes del azúcar que consumía el mundo, así como grandes cantida-
des de café. A pocas leguas de distancia de Cuba, en dirección este, las
costas haitianas podían verse desde el extremo oriental de la isla, sobre

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR