El valor de la administración de riesgos

AutorJosé E. Molina Ortega
CargoSocio de Ernest & Youngy Líder de la Práctica de Asesoría Especializada en Administración de Riesgos para Latinoamérica
Páginas31-35

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No hay1 retorno derivado de una decisión de negocio sin una asunción de riesgos. De hecho, es bien conocida la relación directa y estrecha entre los niveles de riesgos y las métricas de retorno alcanzadas. Algunas industrias, entre otras la financiera y la de seguros, se basan en la pura administración directa y el manejo explícito del riesgo como materia primaPage 32que se almacena, transforma, cotiza, explota, transfiere y mitiga con evidentes retornos. En otras industrias, no financieras, el riesgo se mimetiza y puede esconderse en las condiciones operativas y en efectos financieros indirectos pero se revela, inexorable, en los retornos y resultados obtenidos (aun cuando puedan no explicitarse en los estados financieros convencionales).

En este contexto, el valor de la administración de riesgos es asimilable al valor intrínseco de administrar el negocio. Así como resulta difícil concebir una empresa o institución sin una apropiada administración, no es coherente que al constituir el riesgo una parte inherente del negocio no sea objeto de dicha administración. Todavía más, que esta valiosa administración de riesgos no se haga activa y dinámicamente. Nos preguntamos entonces ¿por qué no ha sido sino hasta reciente fecha, que la administración de riesgos ha ocupado y preocupado a administradores, accionistas, acreedores, analistas y, por supuesto, a reguladores y autoridades?

No reproduciremos aquí una lista exhaustiva de las razones. Si bien muchas de ellas pueden ser exógenas a las empresas e instituciones, otras son atribuibles a condiciones internas cambiantes en las mismas, tales como estructura de la propiedad accionarial, cuadros ejecutivos profesionalizados, etc. Parece incontrovertible que dichas razones han derivado, directa o indirectamente, en causas y efectos internos que hacen necesaria una administración explícita de los riesgos implicados en los negocios. Incluso en ciertas situaciones, dicha administración es requerida, hasta el punto que determina la imagen pública sobre la calidad y rating de la propia empresa frente a terceros {stakeholders).

Por ejemplo, la apertura de las economías y el devenir hacia mercados interconectados de modo casi instantáneo gracias a los avances en tecnología financiera, de información y de comunicaciones, con evidentes beneficios positivos, han ocasionado, sin embargo, la transmisión de fluctuaciones y su impacto palpable en la volatilidad del comportamiento de ciertas variables de riesgos de negocio fundamentales. No es que antes no existieran, sino que ahora su efecto se hace más rápidamente visible y tangible; incluso en la volatilidad de las cuentas de resultados de las empresas. Esto provoca menos holgura en las prácticas de negocio y hace precisos modelos y procesos operativos más afinados y eficientes. Es decir, se hace patente la necesidad de una administración de riesgos más activa y dinámica.

Otro ejemplo bastante publicitado, no siempre asimilado y entendido, es el efecto de nuevas actividades y la explotación de asimetrías de información relacionadas, que han provocado debacles y crisis sistémicas. Nos referimos a la aplicación inapropiada, a veces alevosa, de ciertas estructuras e instrumentos documentados en contratos llamados derivados (su valor económico se estima con base en la volatilidad y correlaciones de ciertas variables y/o componentes de referencia). Un efecto colateral de estas crisis ha sido la evidente incapacidad de los principios y criterios de contabilidad convencionales para reflejar y adecuarse apropiadamente a las nuevas actividades. Surgen así importantes modificaciones a las normas contables, primero en el ámbito internacional y, posteriormente también en México, donde comenzaremos a comprobar pronto sus efectos. Es claro que el iceberg del registro contable y su manifestación pública en los estados financieros evidenciará la calidad interna de la administración de los riesgos de la empresa o institución.

Un aspecto que debemos enfatizar es el valor intrínseco de la administración de riesgos, en cuanto a que ésta completa, enriquece y contribuye a la óptima toma de decisiones de negocio. Es decir, es una parte indispensable de la administración y, por tanto, tiene un contenido estratégico y táctico (que la hace dinámica). De este modo, las prácticas líderes observadas de administración de riesgos se incorporan orgánicamente al ejercicio anual de planeación estratégica, aportando componentes importantísimos de proyección de escenarios y condiciones de sensibilidad de determinadas variables de riesgo, con repercusiones en el...

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