La 'Utopía' de Tomás Moro en la Nueva España

AutorSilvio Zavala
Cargo del AutorEminente y multilaureado académico, diplomático, historiador e investigador mexicano descubridor de los nexos entre la obra de Quiroga y Tomás Moro
Páginas101-144
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LA “UTOPÍA” DE TOMÁS MORO EN LA NUEVA ESPAÑA
A mentalidad renacentista anheló un mundo libre de impurezas.1 Eco de los exponentes
filosóficos y literarios de esta actitud fueron, en el orden de la doctrina política, La Utopía
(1516), de Moro, y La Città del Sole (1623), de Campanella; podríamos añadir el Mundus
Alter (1605), de Joseph Hall, La Nova Atlantis (1624), de Bacon, y la Oceana (1656),
de Harrington. La escuela se caracteriza por su disconformidad con el mundo histó-
rico y la adhesión a fórmulas de vida política racionalmente perfectas. Moro censura la sociedad
europea del siglo XVI2 e inspira idealmente su república en el modelo platónico3 y en la primi-
tiva comunidad cristiana.4
La cultura española conservó ante el Renacimiento su perfil tradicional, pero no fue insensible a las
influencias humanistas, sin excluir la platónica5. Entre los tratadistas políticos, Castillo de Bobadilla
1. Véase A. Castro, El pensamiento de Cervantes, Madri d, 1925, pp. 177-178: “Al concepto de naturaleza divina que i ba for-
jando la filoso fía renace ntista co rresponden en el arte repre sentaciones idealizada s de un mundo perfectament e puro y sin
mácula, lib re todavía de los err ores y deficiencias que hoy pesan sobre él. É se es el sentido que proyectó el Renacimient o sobre
temas com o la Edad de Oro, del que se apodera con av idez al hallarlo en los autores de la antigüed ad… hemos de t ener muy
presente aqu él místico fervor de l os humanistas, que soñ aban con un mundo que se bastase a sí mismo, li bre de los malos afei -
tes con que lo habían rebosado el ti empo, el error y las pas iones; terso y brillan te como al salir del di vino y natural troquel. En
dos direccion es principales se proyecta e se anhelo. Una va hacia un pasado quimérico, l a Edad Dorada o de Saturno; otr a hacia
el pres ente, con aspiración a hallar algo que perten ezca a esa pura natura leza. El ren acimiento idea lizará los niños y sus jue-
gos; el pueblo, sus cantares y sus sentencias, que se juzgan e spontaneas y pr imitivas (refranes) ; el salvaje no adulterado por la
civilizació n; se menospreciará la corte y se alabará la aldea.” Véase tambi én B. Isaza, El retor no a la naturaleza. Mad rid, 1934.
2. Sigo la edic. por J. Pin y Soler, Barcelona, 1912. Véa se todo el libro I, y especialmente lo s párrafos dedicados a la creciente
supeditació n de la agricultura i nglesa a la ganadería , criada para fines i ndustriales, pp. 20-21 . Sobre las relaciones e ntre Utopía
y los probl emas políticos y econ ómicos del siglo XVI, cons. R: W. Chambers, Thomas More, New York, 1935, pp. 131-132.
3. Dice un personaje del diálogo, Raphael Hytlodaye (p. 36): “ ¿Qué sería si yo propusiese un gobierno por el e stilo del qu e
Platón define en su libro De República, o como lo que practican en Utopía, tan diferente de la man era de gobe rnar nuestra,
basada so bre el derecho de propiedad?” C onocida es la influencia de Pico de la Mirandol a, Erasmo y Peter Giles sobre Moro.
Cfr. G. DUDOK, Sir Thomas More and his Utopia. Amsterdam,1923.
4. Cf. El pár rafo relativo en la p. 37.
5. MENÉNDEZ Y PELAYO, Vicisitudes de la filosofía platónica en España, en Ensayos de crítica filosófica, Madrid, 1892, pp. 7-192,
dice a este respecto (p. 128): “Si apartamos la vista de la numerosa y brillante falange de los místicos, para ponerla en el no menos
lucido y alentado escuadrón de los teólogos y filósofos escolásticos, no nos será difícil tropezar con huellas platónicas, aún recono-
ciendo que en la Escuela predominaron siempre con gran exceso y ventaja la autoridad de Aristóteles y el método y las presencias
peripatéticas.” Véase también del mismo autor, La ciencia española, en Colec., de Escritores Castellanos, tomo LXVI, pp. 186-187.
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se plantea:6 “cuál sea mejor república: la que instituyó Platón, o la que ordenó Aristóteles”; y sen-
tencia a favor del individualismo peripatético; pero el tema en sí es claramente renacentista. Fox
Morcillo, que en su filosofía general intenta armonizar las tesis de Platón y Aristóteles, en su filo-
sofía práctica comenta los libros de La República Platónica.7
La uniformidad de las fuentes últimas de inspiración explica los enlaces y las simpatías entre las
manifestaciones renacentistas nacionales. Recordemos la acogida dispensada en España a las obras
de Erasmo, las numerosas citas de Moro.8 La relación con éste fue muy cordial, porque a diferencia
de Maquiavelo –Tan obstinadamente combatido por la generalidad de los autores políticos espa-
ñoles-,9 respetaba las ideas morales que habían de presidir la vida política.
Los descubrimientos geográficos proporcionaron a la tendencia naturalista y depuradora del
Renacimiento una ocasión de ejercicio: Europa, por su vejez, se estimaba difícilmente corregible;
pero la humanidad descubierta, desnuda, sencilla, ingenua, podría vivir de acuerdo con la anhe-
lada perfección. Moro menciona en su Utopía los viajes de Américo Vespucio y los pueblos del
Nuevo Mundo.10 Entre los españoles fue acogida fervorosamente ésta orientación, germen de la
doctrina del buen salvaje, que había de lograr su expresión última en Rousseau.11 Ello explica por-
qué en relación estrecha con las premisas culturales esbozadas, un magistrado español concibió el
proyecto de ajustar la vida de los indios al esquema ideal de la Utopía de Moro.
II
Vasco de Quiroga fue designado oidor de la Nueva España en 1530. La segunda Audiencia de
México, de la que formaba parte, debía reparar los desmanes de su antecesora y emprender la orga-
nización del país conquistado nueve años antes por Cortés. Era un momento histórico propicio
para el espíritu de creación.
En una de sus primeras cartas, enviada a España en el año de 1531, propone Quiroga al Consejo
de Indias –Idea que ya nunca abandonaría- que se ordenara la vida de los naturales, reduciéndolos
a poblaciones: “Donde trabajando e rompiendo la tierra, de su trabajo se mantengan y estén orde-
nados en toda buena orden de policía y con santas y buenas y católicas ordenanzas; Donde haya e
se haga una casa de frailes, pequeña e de poca costa, para dos o tres o cuatro frailes, que no alcen
la mano de ellos, hasta que por tiempo hagan hábito en la virtud y se les convierta en naturaleza”.
6. Edic. 1750, libro I, cap. I, pp. 5-12.
7. Cf. La Ciencia Española, ya citada, misma Colec. t. LII, pp. 355 ss. Fox Morcillo es autor de Compendium Ethices Philoso phiae,
Basilea, 1554; De Regni Regisque Institut ione, París, 1557; In Plationis libros “De Republi ca” commentarius, 1556. Sobre sus demás
obras, loc. Cit.
8. Una enumeración de los principa les autores políticos españoles en MENÉNDEZ Y PELAYO, op. cit., p. LXIV, pp. 210-214
y en la edi c. del Regimiento de los príncipes, de San to Tomás, por el P. GETINO, Valencia, s.a. , pp. XXIX-XXX.
En la Política i ndiana de SOLÓRZANO PE REIRA, Madrid 1647, aún s e hallan referencias a Moro. La Utopía fue conocida a
través de las ediciones latinas, a par tir de la de Lovaina de 1516 . Sobre el número y fecha de l as ediciones, véase la re lación que
inserta J. PIN Y SOLER, pp. 129-133. La edición española de La utopía de Córdoba, 1637, va precedida de una Noticia, recomen-
dación y juic io, por Quevedo. Existe tam bién una Vida de Thomas More por FERNANDO DE HERRERA, im presa en Sevilla,
1592, y reimpres a en Madrid, 1617. De las ediciones inglesas, cf. “Utopía” in Latín and Englis h, with notes by J. H. LUPTON,
Oxford, 1895. Acerca de la s relaciones entre la cul tura humanista y los temas de la literatur a española, cf. CASTRO, op. cit. ,pp.
178 ss., 81 y 149.
9. Véase P. JUAN MÁRQUEZ, El gob ernador cristiano, Mad rid, 1640.
10. Pp. 12-1 4 y 39. Sobre la influen cia del descubrimien to de América en Moro, c f. CHAMBERS, OP. CIT., PP. 138 SS.
11. Consúlt ense los interesantes datos reunidos por Ca stro, op. cit.,p. 183, n ota 1.

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