El trabajo en el magisterio y las asimetrías de género

AutorPatricia Palacios Sierra - Angélica Arellano Cervantes
Páginas19-55
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INTRODUCCIÓN
Con el propósito de adentrarnos en las complejidades y contradicciones
que encierra el mundo moderno, nos centramos e n el análisis d e un
grupo de trabajadores asalariados no manuales del estado de Queréta-
ro. Si retomamos las reflexion es que Stefan Gandler nos ofrece en el
artículo que presenta e n este libro, en el sentido de que la modernidad
capitalista contemporánea y su correspondiente vida citadina contienen
relaciones dialécticas entre igualdad y desigualdad que se expresan en
diversas relacione s sociales, resulta pe rtine nte y necesario examinar,
desde esta perspectiva, el comportamiento de un sector de la estructura
ocupacional queretana.
El estado objeto de nuestro análisis se distingue por haber experimen-
tado, en los años sesenta, un desarrollo vertiginoso de su planta indus-
trial. Este fenómeno generó una transformación sustancial de la estructu-
ra productiva y ocupacional, que a su vez produjo la caída dramática de
las actividades agropecuarias, las cuales perdieron su liderazgo y queda-
ron subordinadas al sector terciario y secu ndario.1 En el nuevo orden
económico ocurrieron otros cambios significativos, como el incremento
de la mano de obra femenina en el mercado de trabajo. Como resultado, de
acuerdo con la información censal, el porcentaje de mujeres de 12 años y
1 En 1960, 69.80 por ciento de la PEA estatal se concentró en el sector primario, 12.28 por
ciento en el secundario y 17.77 por ciento en el terciario. Para el año 2000 las cifras fueron
las siguientes: 9.04 por ciento en el sector primario, 36.54 por ciento en el secundario y 50.94
por ciento en el terciario (Morales y Ramírez, “Industrialización en Querétaroy XII Cens o
General de Población y Vivienda).
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Patricia Palacios Sierra
Angélica Arellano Cervantes
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Patricia Palacios Sierra y Angélica Arellano Cervantes
más, que participó en la población económicamente activa, pasó de 20.4
por ciento en 1970, al 38.3 por ciento en el año 2000.
En este contexto de modernización industrial las mujeres tendieron a
concentrarse en los servicios y el comercio; participaron poco en trabajos
directivos o autónomos, recibieron ingresos menores que los hombres;
presentaron un nivel educativo inferior al de ellos y desempeñaron una
doble jornada laboral.2 Estas características son similares a los resultados
encontrados en otras partes del país y del mundo, por lo que es posible
afirmar que la mayor participación de la mujer en el mercado laboral no ha
incidido, todavía, en una mejora definitiva de su posición social.3 Como
consecuencia el trabajo extradoméstico, en el caso de las mujeres, puede
reafirmar los papeles de género tradicionales o simplemente matizar sus
asimetrías sin favorecer, de manera contundente, el surgimiento de nuevas
pautas de convivencia entre mujeres y hombres.
Este hallazgo respalda la afirmación de que en el mundo moderno per-
siste el núcleo dialéctico igualdad-desigualdad y que una de sus formas de
manifestación, son las relaciones de género tal como las encontramos en el
mercado laboral. Sin embargo, se ha encontrado que estas disparidades
tienen un comportamiento diferencial según sea la clase social a la que per-
tenecen las mujeres. Entre los sectores populares, por ejemplo, se ha detec-
tado la presencia de relaciones intergenéricas más inequitativas mientras
2 De acuerdo con la información censal disponible, de 1970 al 2000, 77.4 por ciento de las
mujeres que fueron activas económicamente y 47.6 por ciento de los varones trabajaron en el
comercio y los servicios (porcentajes promedio). De 1990 al 2000, más hombres que mujeres
realizaron trabajos por cuenta propia (21.7 por ciento vs. 12.6 por ciento, en promedio) o de
tipo directivo (4.8 por ciento vs. 1.8 por ciento). En estos últimos años, un mayor porcentaje
de mujeres que de varones obtuvo ingresos bajos, entre uno y dos salarios mínimos (49.5 por
ciento v s. 30.4 por ciento) y, en contraposi ción, más ho mbres que mu jeres ganaron hasta
cinco sm (41.3 por ciento vs. 31.6 por ciento) o 10 sm y más (21.9 por ciento vs. 11.5 por
ciento). En el camp o educativo, en el últ imo periodo considerado, una mayor cantida d de
mujeres que de hombres careció de instrucción primaria (12.2 por ciento vs. 9.9 por ciento,
en promedio), secundaria (42.4 por ciento v s. 35.2 por ciento), media superior (63.5 por cien-
to vs. 59.4 por ciento) y superior (85.0 por ciento vs. 78.2 por ciento) (IX, X, XI y XII Censo
General de Población y Vivienda).
3 Para tener una idea de las prácticas di scriminatorias que se aplican contra las mujeres
en el mercado d e trabajo, tanto en el nivel nacional com o en el internacional, véanse lo s
estudios de Jelin (1978), Bolton y Marín (1982), Pedrero (1990), I barrolla (1990), Sheridan
(1991), y González y López (2000) entre otros. Algunos trabaj os que abordan las condiciones
familiares de las mujeres qu e realizan actividades remuneradas son los de Salles y Tuirán
(1996), Oliveira (19 98) y Ga rcía y O liveira (1998) . En rel ación con el estado de Queréta ro
consúltese el trabajo de Palacios (2007).
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que, en las clases medias, existe una mayor tendencia hacia la equidad
(Oliveira, 1998: 38-39). Esto nos hace suponer que, en trabajos asalariados
no manuales que corresponden a los sectores medios, como los que se rea-
lizan en el magisterio, las asimetrías de género están atenuadas. El hecho de
que mujeres y hombres obtienen ingresos semejantes en trabajos de igual
categoría, que ambos géneros comparten la misma trama de relaciones en
el interior de la escuela4 y que el sindicato no hace distinciones genéricas en
sus negociaciones salariales y de prestaciones sociales (Cortina, 1991: 267,
Aguilar y Sandoval, 1994: 117-118), permite suponer lo anterior.
Otra razón, que re sulta relevant e para analizar este s ector lab oral,
es el hecho de que el t rabajo en la educación forma parte de los servi-
cios p úblicos y que, d entr o de el los, constituye un sector nume roso
que contiene una alta p resenci a femeni na. E n el c aso de Querét aro
encontramos que, e n el año 200 0, de los 16,123 tra baj ado res de la
educació n, 10,237 f uero n mujeres y 5,886 hombres.5 Dent ro de e ste
conju nto, las maestr as y maestros de prim aria representan, aproxim a-
damen te, 3 1 por ciento de los trabajador es y, de acuerdo con los datos
corr espondi entes al c iclo escolar 2002-20 03, d e los 5,00 5 mae stros,
3,193 fueron mujere s y 1 ,812 hombres.6 Por lo tanto, l a mayor presen-
cia femenina, en ambos casos, nos condujo a preguntar nos: ¿Qué tan
atenu adas está n las asi metrías d e género en el trabajo del magisteri o?
¿Cuáles son los factore s qu e favorecen la desigualdad ? ¿Q ué papel
desem peñan las mu jeres en este pr oceso?
Para dar respuesta a estas interrogantes decidimos explorar, en un
conjunto de profesoras y profesores de primaria que trabajan en distintos
municipios del estado de Querétaro, las características que asume su acti-
vidad profesional. Las dimensiones que consideramos, al respecto, fueron
la selección de la carrera y su aprendizaje, el inicio y desarrollo de la vida
profesional, y diversos aspectos de la práctica docente como la organiza-
4 Aguilar y Sandoval (1994: 141-142) señalan que las maestras y los maestros, no reco-
nocen diferencias entre ellos en lo que se refiere a asignación de tareas, formas de asumir y
desempeñar el trabajo, reconocimiento de las y los compañeros y de las autoridades.
5 Estas cifran incluyen a las y los docentes de nivel inicial, especial, preescolar, primaria,
secundaria, profesional m edio, bachillerato (general y tecnológico), normal, lice nciatura y
posgrado, de instituciones públicas y privadas.
6 Información proporcionada por la Unidad de Servicios de Educación Básica en el Esta-
do de Querétaro (USEBEQ).

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