Morelos

AutorGenaro García
Páginas183-201
MORELOS
GENARO GARCÍA
orelos nació en Valladolid de Michoacán, el 30 de septiem-
bre de 1765, y residió allí hasta 1779, en que se trasladó a
la hacienda de Tahuejo, de la jurisdicción de Apatzingán, don-
de trabajó como labrador durante 11 años. Hacia 1790 volvió
a Valladolid para comenzar la carrera eclesiástica, no obstante
que tenía a la sazón 25 años de edad. Hizo sus estudios en
aquella ciudad, primeramente en el Colegio de San Nicolás, y
luego en el seminario; tardó seis años en concluirlos. Al mismo
tiempo que seguía su carrera, trabajaba a fin de mantener a
su madre Juana Pavón, viuda de Manuel Morelos, y a su her-
mana Antonia Morelos. Ayudaba a su hermano Nicolás More-
los; consta que pagó por él como fiador a causa de la quiebra
de un estanco. Favorecía, además, a sus ahijados, a veces con
sumas considerables de dinero. Vino a graduarse en la Real y
Pontificia Universidad de México, y recibió en Valladolid las
órdenes eclesiásticas, menores y mayores. La ilustración que
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alcanzó fue muy deficiente; sin embargo, aprendió a expresar
claramente sus ideas con frases concisas.
Consagróse en seguida a enseñar gramática y retórica a los
niños de Uruapan. Continuaba esta labor, hacia 1798, cuando
recibió el nombramiento de cura de Churumuco, que aceptó
fiado en la protección divina, aunque se miraba pequeño para
desempeñarlo. Se estableció entonces con su madre y herma-
na en Tamácuaro de la Aguacana, cabecera de su curato, cuya
clima ardoroso y enfermizo dañó gravemente a los tres, por lo
cual Morelos hizo salir de allí violentamente, en silla de ma-
nos, a su madre y a su hermana; estrictamente apegado a sus
deberes, no quiso abandonar a Tamácuaro, a pesar de su salud
bastante quebrantada; poco después tuvo noticia de que su
madre se hallaba moribunda en Pátzcuaro; pero ni aun en-
tonces quiso dejar acéfala a su parroquia, sino que se limitó a
pedir a la diócesis que lo mandara a tierra fría; al fin perdió a su
madre sin haber tenido el consuelo de verla durante sus últi-
mos instantes.
A causa de que fue nombrado cura de Carácuaro en aquel
mismo año, se radicó en Nocupétaro, de clima más benigno
que el de Tamácuaro; pero cuyos naturales, inducidos por la
maldad en que vivían, le negaron la obediencia, la tasación y el
servicio personal que estaban obligados a prestarle, y elevaron
a la diócesis una queja calumniosa en contra de él, si bien inú-
tilmente, pues Morelos demostró su inculpabilidad.
Predispuesto por su naturaleza vigorosa, el clima cálido del
sur y probablemente también por la soledad de su hogar, en-
tabló relaciones amorosas con una mujer ignorada, de la que
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