José María Esteva y Salvador Díaz Mirón

AutorAndrés Henestrosa
Páginas463-465
AÑO 1957
ALACE NA DE MINUC IAS 463
Cuando alguna vez algún historiador de la literatura mexicana recuerda
el nombre de Esteva, le basta transcribir alguna de estas opiniones conteni-
das en la carta que con el título México y los me xicanos escribió José Zorrilla
a Ángel de Saavedra, Duque de Rivas. Alguno –Pedro Caffarel Peralta, que
de momento recuerdo– ha aludido a aquella pasajera influencia de Esteva en
Díaz Mirón, si bien sin detenerse a localizarlo de modo preciso en la obra del
gran poeta. “Sobre este fenómeno psicoliterario apuntaremos coincidencias
que descubrimos entre la opaca lírica de José María Esteva y la brillantísi-
ma de Díaz Mirón”, dice Caffarel Peralta. La temprana influencia aludida de
Esteva en Díaz Mirón se reduce a unos cuantos lugares, pudiendo señalarse,
desde luego, en el “Idilio”, en el que se encuentra más de una resonancia del
poema de Esteva titulado “El Jarocho”. Pero como esto requiere discusión y
explicación previas, lo dejamos para una próxima Alacena.
17 de marzo de 1957
José María Esteva y Salvador Díaz Mirón
Lo prometido es deuda, dice el refrán. En la última Alacen a –domingo 17 de
marzo– prometimos volver al tema de la temprana influencia de José María
Esteva en Salvador Díaz Mirón. Esa influencia, dijimos, se reduce a unos
cuantos lugares, pudiendo señalarse desde luego, en el “Idilio”, en el que se
encuentra más de una resonancia del poema de Esteva titulado “El Jarocho”.
En efecto, una lectura detenida de ambos poemas, nos convence de que
Díaz Mirón lo tuvo presente cuando escribió el suyo. Se pudiera objetar que el
mencionado poema “Idilio” corresponde a la segunda época de la creación
diazmironiana, es decir, la que va del año de 1892 a 1901. Esta división, pese
al consenso de los que han estudiado la obra del poeta, parece caprichosa,
o por lo menos muy elástica, sin estricto rigor. Porque como es sabido Díaz
Mirón no era absolutamente verídico en sus afirmaciones con respecto a
su poesía y al tiempo en que fueron escritas. La verdad es que mucho de su
obra, una vez escrita, se quedaba en reposo, sujeta a constantes correccio-
nes. Hay una multitud de casos que así lo demuestran, y a los libros en que
ese capítulo se discute remitimos al lector. Por ahora baste consignar que el
poema de que venimos hablando pudo haberse escrito cuando el autor era

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