La ciencia política contemporánea: ¿Constricción de la ciencia y aniquilamiento de lo político? apuntes críticos para los estudios políticos en América Latina

AutorMartín Retamozo
CargoDoctor en Ciencias Sociales Profesor-Investigador del Centro de Investigaciones Socio-Históricas, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata. Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
Páginas71-100

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...la ciencia es una empresa esencialmente anarquista: el anarquismo teórico es más humanista y más adecuado para estimular el progreso que sus alternativas basadas en la ley y el orden.

PAUL FEYERABEND

...corre entre nosotros desde los últimos siglos, a paso redoblándose hasta unos años atrás una desafortunada idea de la ciencia política. Su padre fue racionalista, su madre positivista, y sus hermanos mayores empirio-naturalistas: la familia del cientificismo.

CARLOS STRASSER

Introducción

Cuando Giovanni Sartori (2004) manifestó su profunda incomodidad con el molde norteamericano de la ciencia política, el debate sobre el status de la disciplina cobró una fuerza inusitada.1 Las primeras reacciones provinieron de los defensores del paradigma puesto en cuestión, pero pronto, desde otros posicionamientos, se sumaron voces dispuestas a levantar el guante e inmiscuirse en una saludable polémica que obligó a situar sobre la mesa un conjunto de implícitos y supuestos ontológicos, teóricos, epistemológicos, metodológicos e ideológicopolíticos en el estudio de la política. La puesta en jaque a la posición más extendida y con pretensiones hegemónicas en ciencia política por parte de uno de sus miembros (un sujeto epistémico pertinente al interior del paradigma) ofició como un tábano socrático y movilizó el intercambio y la controversia. Prueba de ello son los trabajos de Negretto (2004), Colomer (2004), Laitin (2004), Zolo (2006), Oxhron (2006), Molina (2006), Covarrubias (2006), Cansino (2006 y 2008) y Lucca (2008), que de una u otra forma presentan posiciones en el marco dePage 73la polémica. La reapertura de la discusión es especialmente relevante para el futuro de los estudios políticos en América Latina puesto que —como es conocido— el paradigma norteamericano se ha extendido hacia muchos centros de producción académica latinoamericanos, proyectando sus luces y especialmente sus sombras.2

El impacto que tuvieron las palabras de Sartori se comprende, en parte, por el lugar que retóricamente eligió para pronunciarse:3 cofundador de la disciplina, viejo sabio, convencido de la Ciencia (de la posibilidad de un abordaje científico de la política) y de que el modelo pertinente para la ciencia política es la economía.4 Pero también, por el contenido de sus conclusiones. Sartori sostiene en su ensayo, entre otras cosas, que el fracaso de la constitución de la ciencia política como ciencia “blanda” en la actualidad radica en la imposibilidad de encontrar un método. Y no contento con atacar el status epistémico-metodológico de la ciencia política, el politólogo italiano interviene en otro nivel de la discusión al preguntarse por la utilidad de la ciencia política y no encontrar respuestas satisfactorias. En unas pocas páginas, el trabajo de Sartori insinúa una serie de tópicos que podemos distinguir entre aspectos epistemológicos de la ciencia política y de filosofía de la ciencia política los cuales suscitaron la atención (y la reacción) de politólogos de diversas procedencias cuyas respuestas fueron publicadas en revistas principalmente mexicanas.5

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En este marco, el presente ensayo se propone revisar algunos de los ejes más relevantes que se desprenden de esta polémica, indagando en los aspectos epistemológicos y filosóficos de la ciencia política en la actualidad. Asimismo, exploraremos senderos que pueden brindar otros caminos para el estudio de los procesos políticos latinoamericanos desde una perspectiva crítica. La hipótesis de lectura que se transforma en el hilo argumental es que la ciencia política hegemónica presenta tres aspectos que la constituyen como un gigante con pies de barro. En primer lugar, una visión acotada y superada de los que es la ciencia y sus métodos (crítica al nivel epistemológico); segundo, una visión restrictiva de la cuestión política que olvida (o no contempla) la distinción entre lo político y la política (crítica al nivel teórico); y tercero, porque su visión de mundo impone una normatividad asociada al liberalismo (crítica al nivel ideológico-político). La revisión profunda de estos aspectos, sostenemos, es un primer paso para la apertura hacia otros horizontes en el estudio de lo político en América Latina.

La ciencia política en su laberinto epistemológico

El ensayo de Sartori nos da pie para otro capítulo más del —demasiadas veces desdeñado— debate epistemológico en la ciencia política.6 En este aspecto, el sólo preguntarnos qué entiende por ciencia la ciencia política o, mejor aún, qué entienden por ciencia quienes hacen ciencia política en el paradigma dominante, supone una molestia en el corazón del enfoque hegemónico en la disciplina.7 Para comprender elPage 75origen de la posición dominante y su lastre actual en este plano, podemos evocar el trabajo de Danilo Zolo (2006), quien —siguiendo a Jüngen Falter— identifica cinco características del programa originario de la ciencia política, a saber: primero, la búsqueda de explicación causal y previsión con base en un modelo nomológico, lo que implica la búsqueda de comportamientos regulares tanto de los actores como del sistema político; segundo, la concepción de verificabilidad empírica a partir de la observación del comportamiento de los actores políticos; tercero, la búsqueda de la cuantificación y la medición como objetivo del proceso científico riguroso; cuarto, una preocupación por la sistematicidad y acumulación de evidencia empírica que, mediante procedimientos inductivos, permiten el progreso de la disciplina; finalmente, en quinto lugar, la avaloratividad, esto es, el intento de estudiar los fenómenos políticos por fuera de las valoraciones o posiciones éticas, procurando así alcanzar el ideal de objetividad científica.

Esta posición, que podría pensarse en desuso, emerge más o menos explícitamente en un considerable número de trabajos actuales. Basta leer alguna de las más encendidas defensas de la ciencia política y sus caminos tortuosos para advertir la presencia de gran parte de estos imperativos. Como alguna vez escribiera Marx: “La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”. No es factible aquí revisar todos los matices de la definición de ciencia en la ciencia política, pero podemos tomar (por un principio de simplicidad), para avanzar en nuestro recorrido, los cuatro postulados o niveles que, según Josep Colomer —en su respuesta a Sartori— hacen a una ciencia completa “1) definiciones y clasificaciones; 2) mediciones cuantitativas; 3) hipótesis causales; 4) teoría explicativa”. (Colomer, 2004: 366-367).8

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Comencemos con la referencia a las definiciones y clasificaciones. Es evidente que éstas, en el campo disciplinario de la ciencia política, son polisémicas y están sujetas a una dura disputa que excede a la ciencia acotada; es decir, que no pueden reducirse a un asunto interno al campo científico sin atender a procesos histórico-sociales y políticos. Definiciones como “democracia”, “ciudadanía”, “legitimidad” o “representación”, por ejemplo, cobran diferentes sentidos de acuerdo con el paradigma desde el cual se los incorpora, ya que —como todo término, diría Saussure— adquiere su significado en un juego de diferencias. En efecto, el significante “democracia” no tiene un sentido unívoco y tanto su definición sustantiva como operacional es deudora de otros términos teóricos y/o posiciones axiomáticas vinculadas a decisiones de los investigadores que no están escindidas del contexto político. Es concebible que la ciencia requiera definiciones (e incluso clasificaciones, dependiendo del problema y el enfoque), pero la búsqueda de definiciones últimas transparadigmáticas —herencia del sueño positivista— atenta contra el pluralismo teórico. Los términos adquieren significado en su relación intraparadigmática y están sujetos a definiciones epistémicas y a extraepistémicas; sin embargo, esto no los exime de la pretensión de rigurosidad ni de ser evaluados por criterios establecidos claramente (potencial analítico, comprensivo, explicativo, etcétera).

Por su parte, la idea de que la ciencia política debe procurar mediciones cuantitativas nos lleva a desconocer (e invalidar) otros enfoques y métodos.9 No obstante, la superación del debate cuantitativocualitativo (Cortés, 2000; Archenti y Piovani, 2007) es sugerida y aceptada por un cada vez mayor número de epistemólogos e investigadores sociales que han visto el desgaste de energías en discusiones estériles.

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En todo caso, dependerá del problema de investigación el modo de abordaje pertinente para dar cuenta de las preguntas formuladas, donde pueden coexistir diferentes modos de construir y ordenar los datos. La flexibilidad rigurosa puede brindar mejores perspectivas que la rigidez dogmática guiada por la tarea de Sísifo de buscar el método de la ciencia política.

Asimismo, el énfasis en las hipótesis causales en las ciencias sociales en general y en la ciencia política en particular, por un lado parece desconocer los diferentes tipos de causalidad. Esto, debido a que, como afirma Fernando Cortés (2000), se propone un modo de entender causalidad propio de la estadística y se le generaliza a todo proceso de investigación, incluso exigiéndoselo —ilegítimamente— a un estudio interpretativo. Por otro lado, obtura la posibilidad de pensar en otros modos de abordaje científico de los procesos políticos. En este aspecto, es evidente que un paradigma interpretativo no puede ser simplemente negado. Tal vez una lectura atenta del apasionado debate entre el positivismo (y su posición explicativa) y la hermenéutica (y su...

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