Sobre la democracia y otros mitos

AutorRicardo Guzmán Wolffer
CargoJuez Tercero de Distrito fiAfl de Amparo en Materia Penal en el Distrito Federal
Páginas129-132

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¿Hay democracia en México? Una gramática de la democracia de Michelangelo Bovero, diría que no mucha.

Con un recorrido teórico e histórico, interesante para los especialistas, pero indudablemente bien documentado, Bovero va desglosando esa palabra que nos suena tan conocida, como nos resulta inasible estudiarla.

Si la democracia implica, al menos en su concepción inicial, que todo individuo reconozca como propia la voluntad general, en la medida en que participó, en México no habrá democracia por mucho tiempo. Véase la materia tributaria y no encontrará un contribuyente que diga: fipagaré tal impuesto, por injusto que sea, en tanto el diputado que yo elegí fue de aquellos que votaron a favorfl... Si es que votó. Menos habrá quien diga: fipor no votar, debo acatar lo que decidanfl.

¿Por qué?, con claridad lo explica Bovero: La llamada directa a la fivoluntad del pueblofl esconde peligros antidemocráticos: el verdadero poder no es el del fipueblofl que escoge, sino el de quien plantea la alternativa entre la cual se escoge.

Al menos en las últimas elecciones (con todo y las pantomimas de elecciones a candidato) un porcentaje ínfimo de candidatos eran verdaderos representantes populares. Han pasado las décadas y nombres que han demostrado su ineptitud en los encargos asignados, siguen siendo impuestos al voto popular. No pretendo revisar la legislación electoral, ni los abusos que se han dado en los partidos políticos, pero es claro que no

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se ha logrado una distribución igualitaria del fiderecho-poder de influir sobre las decisiones colectivasfl, es decir: el acceso a ser representante.

Bovero puntualiza doctrinariamente sobre que fila democracia es necesariamente laicafl y entendido el laico como el fique considera que no subsiste ningún -deber- de pensar en un determinado modo sobre cualquier materiafl. Ello en el sentido más amplio, no sólo en lo religioso. Claro, sin dejar de atender los derechos y obligaciones legales, pues incluso en asuntos privados no puede hacerse a un lado lo dispuesto por los ordenamientos civiles respectivos. Bovero distingue cuatro libertades esenciales: la personal (no ser arrestado arbitrariamente, refiere); la de opinión y de imprenta; la de reunión; y, la de asociación.

Un punto medular lo establece Bovero al citar a Calamandrei, en cuanto a que la democracia debería ser señalada siempre como socialista o social, en tanto debe presuponer la distribución equitativa de los bienes básicos. Sin tal derecho social debidamente satisfecho, difícilmente podrá seguirse con las libertades individuales. Es aquí el punto medular de la ausencia de democracia en México. Los indudables avances en materia electoral (la opción de que sea respetado el voto, sin importar las consecuencias posteriores: el mal actuar de los elegidos) no se han visto reflejados en los sustratos sociales bajos. Mientras el hambre y la desnutrición sigan siendo causa de muertes en nuestro país, la democracia será un concepto nada logrado. Realmente de nada sirve tener gobernantes electos que no puedan llevar lo más esencial a todos los mexicanos. Bajo esta premisa fundamental se puede afirmar que no hay democracia en nuestro país. Las cuestiones electorales son sólo un medio para llegar a esa idea de bienestar común, no una meta en sí.

Tal realidad social perpetúa la escala piramidal que menciona Bovero para describir cómo las decisiones de gobierno van quedando cada vez más alejadas de los participantes en el voto. Los problemas del campo y de las comunidades rurales son una muestra de esa problemática.

La respuesta a tal desfasamiento la da el propio Bovero: el ciudadano debe participar. Primero eligiendo por la propuesta, no por el candidato. Luego, dando seguimiento a la actuación del elegido por el voto popular. Algunas organizaciones privadas o no gubernamentales en México han sido cooptadas por el gobierno, pero siempre está la opción del ciudadano común de perder la apatía y vigilar y analizar por propia cuenta. Generalmente se vota por el personaje, no por las propuestas. Décadas de

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ver cómo lo prometido no es cumplido, han hecho escépticos a los votantes. Es necesario buscar nuevos mecanismos de control.

Y lo anterior nos lleva a un punto central: la democracia no es una forma de elegir, sino una forma de gobernar. De ahí que un país presidencialista (donde el presidente dispone a plenitud), aún cuando hubiera sido presidida su elección de mecanismos electorales legales, terminará por perder el gobierno democrático; más aún cuando lejos de escuchar a sus críticos se limita a censurarlos o fino oírlos ni verlosfl. Este fenómeno tiene relación con la libertad de los ciudadanos (cuya amplísima gama conceptual desarrolla Bovero) y que en el tema en concreto incide en la libertad de expresarse libremente. Un tema que clarifica esa relación es la modificación a la ley civil sustantiva, en cuanto a legalizar las uniones homosexuales. Sin duda que un porcentaje mayor de quienes se ubican en tal preferencia sexual pugnará por legalizar su situación real; empero, tanto sus manifestaciones como peticiones específicas (sin intentar en este artículo apoyar o no la medida en cita) no han logrado la modificación ante las cámaras locales. ¿Es ello una prueba de la democracia, en tanto el resto de los ciudadanos no está de acuerdo; o es absolutamente antidemocrático en tanto no resuelve el problema a los directamente afectados, quienes sólo debían ser tomados en cuenta, en apariencia? Hay tantas respuestas a esa pregunta, como conceptos de libertad y su relación con la democracia. Al respecto Bovero enumera opiniones y opciones históricas. La pregunta sobre si ello es justo o no, es otro tema.

En lo económico, la democracia conlleva muchos matices. Bovero explica los antecedentes que llevan a suponer que la democracia y el libre mercado van hermanados. La afirmación en contrario de Bovero es demasiado contundente como para evitar concordar: nada más incompatible que los derechos inalienables, con la condición de hacer alienable cuanto pueda estar en el comercio, incluido el voto y las conciencias. En México lo hemos visto, especialmente en zonas fronterizas, donde todo tienen un precio y comprar votantes puede ser tan fácil como dar una comida o un aparato electrónico.

Es difícil no caer en la tentación de personalizar la larga exposición hecha por Bovero respecto a entender por qué los gobernantes necesariamente son gente fivulgarfl o a veces ricos. Especialmente con la vasta opción mexicana. Como ejercicio teórico vale la pena leer tal parte del

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libro, que sin duda pone en perspectiva la personalidad y desarrollo de nuestros precarios políticos.

Mi reflexión final es que la acción ciudadana terminará por sustituir (aunque se resistan los políticos profesionales y de carrera familiar: varias generaciones metidas en la política no pueden estar equivocadas) a la política, entendida ésta en su sentido original: la democracia está condenada a la extinción. La razón es muy sencilla: el concepto de modernidad está arraigado en el inconsciente de todos los mexicanos. Considerando que fila modernidad consisten en la prioridad lógica y axiológica del individuo sobre la comunidad y de la identidad individual sobre la identidad colectivafl. Por eso la apatía general en las elecciones, por eso el escepticismo respecto de las casi siempre incumplidas promesas de campaña, por eso la desvinculación anímica con las acciones de gobierno que no nos favorecen (y las que nos favorecen siempre parecen ser pocas y las tomamos como una mínima obligación cumplida por parte de quienes nos gobiernan), por eso la abstinencia de colaborar con la sociedad inmediata por las vías filegales o institucionalesfl.

Que no se confunda ese aislamiento del individuo respecto del estado, con la comunidad: la sociedad ha despertado en muchas formas y en muchos lugares, la democracia parece estar en un sopor próximo al sueño eterno. Cuando los políticos logren que la gente se sienta identificada con ellos, con su trabajo, sus preocupaciones como gobernantes y con su acierto en la forma de dirigir el país y sus municipios y calles, la democracia despertará del letargo en que la han sumido los caudillismos mexicanos, ahora con apoyo mediático.

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