El debe y el haber

AutorAndrés Henestrosa
Páginas161-163
cendía un hálito natal, de ra za y de terruño. Tenía, y tiene su pintura, los
colores, la fisonomía y la sencillez de las cosas cotidianas, el primor de la s
cosas mínimas y fa miliares que en fuerza de su frecuencia en nuestro trato
pasan inadvertidas. María I zquierdo con un ánimo que se dijera fraterno se
inclina y las levanta , y las traslada a sus lienzos amasadas con una suerte de
ternura y her mandad que impulsa a los temas a entregar su jugo escondido
y remoto. Unas frutas, unos cachar ros, unas flores, un ro stro de niña, una
figura an imal, son puntos de pa rtida propicios pa ra María Izquierdo: eso le
basta, como es común a los verdaderos artistas verdaderos, para realizar una
obra cabal, de ésas que no corrige el tiempo ni enmienda la casualidad. Y ahí
quedan colgados en el muro del tiempo, a espaldas de la muerte y del olv ido,
algunos de los cuadros en que esta gran pintora logró aprisionar una manera
de nuestro ser sin tiempo.
Ahora María se encuentra muy enferma. Herida, sin manos para empuñar
los instrumentos de trabajo, contempla desde una colina alta y despejada, las
estaciones recorridas en el herido tránsito, y sin dejarse invadir de tristezas,
se cerciora que no vivió en vano y que no hizo un mal empleo de su genio de
artista, íntegra y verdadera.
2 de agosto de 1953
El debe y el haber
Uno de los primeros libros que leí fue uno del padre Agustín Rivera, aparecido
en 1922, en la serie de obras clásicas que “con loca audacia” editó José Vascon-
celos. Su título Principi os Críticos sobre e l Virreinato de la Nueva Espa ña y sobre
la R evolución de Independencia se vio reducido a Virreinato de la Nueva España
que es como mejor lo recuerdan los lectores de aquellos años. Es posible que
don Agustín haya escrito obras mejores, pero yo, después de recorrer una gran
parte de su rica bibliografía, me quedo con ésta por esa suerte de preferencia
que se suele tener por aquellas cosas que nos inician en nuevos aspectos de
la vida. El libro lo constituye fundamentalmente una discusión acerca de las
historias de Carlos María de Bustamante y Lucas Alamán. El padre Rivera con
una mesura que dan los años, con una crítica que le permite no tener rival de
uno ni secuaz de otro, da al historiador insurgente sin cuyas obras prevalecería
AÑO 1953
ALACE NA DE MINUCI AS 161

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