Confesiones de un causante cautivo

AutorGuillermo Sheridan
CargoDoctor en letras modernas y mexicanas por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM
Páginas10-10
10 abogacía Septiembre 2022
A
cabo de pagar mis
impuestos. Mi patro-
na que es la UNAM,
me retiene el 28%
de lo que me paga por nómina.
Como además expido recibos
profesionales, debo presentar
una declaración anual en la que,
luego de sumas y restas, ingre-
sos y retenciones, porcentajes
y encajes, deducciones y refac-
ciones, sale otra cantidad que
es remitida, con toda diligencia,
al Sistema de Administración
Tributaria (SAT), que a su vez
se los entrega al encargado de
salvar a la Patria.
En lo que atañe a los ingre-
sos por los que doy recibo —pe-
riódicos y revistas— pago a
regañadientes, pero pago, por-
que considero, primero, que es
mi deber y, segundo, porque
la idea de acabar en la cárcel,
comiendo frijoles rancios, no me
parece atractiva.
En el caso de la UNAM pago
además porque soy lo que se
llama “un causante cautivo”.
En México, esto signica perte-
necer a una categoría ambigua
desde el punto de vista ético. Los
causantes cautivos tenemos el
mérito de ser los únicos mexica-
nos que no podemos agarrar el
dinero y echarnos a correr y ver
si hay un méndigo que nos dé
alcance. Desde cierto punto de
vista (el del Estado), lo anterior
es un mérito; desde otro (el de la
sociedad mexicana) equivale a
ser un tonto con muchos escrú-
pulos y poca imaginación.
Los causantes cautivos no
podemos esquivar de ninguna
manera las retenciones. No hay
nada que hacer: los impuestos
han sido retenidos previamente.
28 de cada 100 pesos que gana
usted son suyos, pero en reali-
dad no son suyos, ni siquiera
un ratito, ni el suciente para
verle la cara a Benito Juárez y
decirle hasta la vista, baby. No
CONFESIONES DE UN CAUSANTE CAUTIVO
Guillermo Sheridan
Guillermo Sheridan es doctor en letras modernas
y mexicanas por la Facultad de Filosofía y Letras
de la UNAM, investigador nacional nivel III del Conacyt,
miembro de la Academia Mexicana de la Lengua
y biógrafo literario de Ramón López Velarde y Octavio Paz.
¿no debería figurar la lucha
contra la causantecautivofobia?
En realidad no, por dos razo-
nes. Primera: el CONAPRED no
puede “prevenir” algo que no
sólo ya sucedió, sino fue legali-
zado hace mucho, a saber: que
los causantes cautivos somos
ciudadanos de segunda sin
derecho humano de engañar al
sco. Y que no seamos víctimas
de una fobia, sino de una lia,
en tanto que el SAT nos quiere
mucho, nos ama con amor sin-
cero, nos mamá me mima y nos
desea hasta la obsesión.
Me choca que el asunto no
sea parejo. Ya desde La república
Platón advirtió que “el justo
pagará más y el injusto menos
sobre el mismo ingreso”. Pero
quienes nos quejamos de que
algo no es parejo solemos estar
en el lado en el que no podemos
hacer nada para que lo sea. Me
parece inmoral e injusto que se
le condonen deudas scales a las
grandes empresas, a sus dueños
ricachones y a sus ejecutivos ple-
nipotenciarios. Me enerva que
los “comerciantes informales”
no paguen un centavo (legal).
Me choca que a los que atrapan
por hacer trampa les otorguen
facilidades para que se vayan
y hagan trampa de nuevo. Me
enferma que cada cinco años
salga una imbécil amnistía que
perdona a los que ya defrauda-
ron los cinco años previos. ¿No
debería yo, con ese ejemplo,
pasarme al lado oscuro de la
fuerza y ver si logro engañar al
SAT cinco años?
Y, claro, me subleva que parte
de mis impuestos sirva para las
trapacerías de la amplia cater-
va de los pillos que saquean
recursos públicos, o para los
desfiguros ingenieriles de El
Supremo en funciones. Para
decirlo pronto: me da impues-
tofobia.
¿Producto individual bruto?
Sí, así se llama. Y entiendo bien
por qué. 7
podemos jinetearlos, ni disimu-
larlos, ni preguntarle al patrón si
va a querer factura, ni llamar al
scalista de conanza ni nada.
Ni siquiera los paga usted:
al que no se le paga es a usted.
Los otros, en cambio, pue-
den elegir no ser causantes ni,
por lo tanto, cautivos. Pueden
hacer trampa de mil y un mane-
ras. Y como en México toda
ley nace con anexos no escri-
tos, pero sí sobreentendidos,
el sistema incluye un universo
paralelo lleno de vericuetos, arti-
mañas y truculencias calculado
para esquivar cada ley. Y si en el
peor de los escenarios los tram-
posos llegan a ser atrapados,
siempre habrá amnistías, perdo
-
nes, descuentos, promesas y mil
maneras de no quedar cautivos
de nadie (conciencia incluida)
y causantes sólo de su orgullo.
No así nosotros. Los cautivos
venimos decorados de fábrica
con un grillete encadenado a
una bola de erro para que no
podamos darnos a la fuga, o
al menos no muy rápido. Bien
mirado, esto supone una extraña
forma de discriminación social:
los causantes cautivos consti-
tuimos el único grupo social en
México al que se le niega la liber-
tad de cometer ilegalidad scal si
se le pega la gana hacerlo.
Vamos, si la ley es para todos,
la capacidad para romperla tam-
bién debería ser para todos. Pero
no es así, lo que me parece muy
injusto. ¡Causantes cautivos de
México, uníos! ¡El causante cau-
tivo unido, jamás sería vencido
si pudiera no ser causante cau-
tivo! ¡Se ve, se siente, el causante
cautivo está presente!, etcétera.
¿No debería intervenir en
esto el Consejo Nacional para
Prevenir la Discriminación
(CONAPRED)? Junto a la lucha
contra el racismo, el clasismo,
la homofobia, la lesbofobia y la
transfobia y el neoliberalismo,
Ilustración: Freepik

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