El concepto de Estado en Marx

AutorNorbert Lechner
Páginas549-580
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EL CONCEPTO DE ESTADO EN MARX*
1. INTRODUCCIÓN
Una por generalizada no menos errónea concepción nos presenta como
Estado lo que, en realidad, es solamente una de sus dimensiones: el apa-
rato de Estado. Sea que se estudien los procesos políticos de toma de
decisión, las diversas políticas públicas o, en un enfoque más histórico-
estructural, las funciones del Estado, el análisis del Estado suele ser un
análisis del aparato estatal. Tal línea de investigación es legítima y relevan-
te. La preocupación muy evidente por el papel del Estado en un proceso de
creciente transnacionalización del capitalismo, por explicar el “Estado in-
tervencionista” o las recientes tendencias a la “desestatización” nos lleva a
estudiar la acción gubernamental. Estas investigaciones empíricas son in-
dispensables. El problema es que suponen de manera implícita lo que falta
explicar: ¿qué es el Estado? Se toma al Estado por un “actor”, fragmenta-
do y contradictorio en sí, pero en todo caso como un sujeto ya constituido.
La pregunta es: ¿cómo se constituye el Estado moderno? ¿A qué se debe la
subjetivación del Estado? Nos falta una indagación más sistemática acer-
ca de la naturaleza del Estado capitalista y, en concreto, del Estado en
América Latina.1
La identi cación de Estado y gobierno no extraña en los autores anglo-
sajones, porque las historias de sus países no fueron plasmadas mayormente
por la idea de Estado. Esa stateness o estaticidad ha tenido, en cambio, gran
in uencia en el desarrollo político de Europa continental. Pero allí la separa-
ción de economía y política, producida por el capitalismo, aparece tan obvia
que pocos autores se preocuparon por explicar la autonomización del Estado.
Encontramos dos esquemas de análisis. Uno histórico-tipológico (por ejemplo,
Max Weber) que describe la escisión de Estado y sociedad; el Estado aparece
como el resultado de un desarrollo histórico y como tal puede ser clasi cado
* Revista de Ciencias Jurídicas 41, San José, Facultad de Derecho, Universidad de Costa Rica,
mayo-agosto de 1980. Este escrito fue presentado al seminario “Hegemonía y alternativas políti-
cas en América Latina”, organizado por el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad
Nacional Autónoma de México. La investigación fue llevada a cabo gracias al apoyo del Social
Science Research Council, Nueva York.
1 T. Evers, El Estado en la periferia capitalista, México, Siglo XXI Editores, 1979.
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tipológicamente.a Otro funcionalista (por ejemplo, Hermann Heller) que re-
construye una o varias funciones que cumpliría el Estado para (o en el con-
texto de) otros sistemas sociales. La existencia del Estado es explicada por
sus funciones.b Ambos enfoques coinciden en cuanto constatan la existencia
de una institución “Estado”; no explican teóricamente su génesis.
La identi cación de Estado y gobierno predomina igualmente en el pen-
samiento marxista. No deja de asombrar el violento contraste entre la crítica
radical al Estado burgués y el “estatismo” en la práctica política. Los movi-
mientos sociales suelen guiarse por una visión instrumentalista del Estado.
Así como, desde la oposición, plantean reivindicaciones frente al Estado, así
plantean la transformación social a partir del Estado. En ambos casos, vis-
lumbran solamente el aspecto más visible y tangible del Estado: el aparato
burocrático. Opera, a nivel práctico, un “positivismo” que toma las cosas
por lo que parecen ser en su realidad inmediata y, a nivel teórico, un “reduc-
cionismo economicista” que concibe ese aparato estatal palpable exclusiva-
mente como poder de clase y las clases como sujetos preconstituidos en el
proceso económico. Foucault2 y Laclau3 han señalado bien las limitaciones
de un reduccionismo, que hace del Estado y de la política un mero epifenó-
meno de la estructura económica. No se problematiza la existencia de la for-
ma “Estado”. Se reconoce cierta “autonomía relativa” del aparato de Estado,
pero no se logra explicar la independización y sustantivación del Estado en
tanto forma social escindida de la sociedad. Vale decir, no se tiene un con-
cepto de Estado.
Para elaborar un concepto de Estado propongo distinguir entre la forma
de Estado y su personi cación en el aparato de Estado. Presumo, asumiendo
re exiones antropológicas de Marcel Gauchet, que toda sociedad histórica-
mente conocida es una sociedad dividida y que toda sociedad dividida obje-
2 M. Foucault, La microfísica del poder, Madrid, La Piqueta, 1978.
3 E. Laclau, Política e ideología en la teoría marxista. Capitalismo, fascismo, populismo, Méxi-
co, Siglo XXI Editores, 1978.
a Para Weber las ciencias sociales son ciencias históricas, por lo cual su capacidad de abstrac-
ción y construcción conceptual se encuentra limitada. Los tipos ideales son entonces abstraccio-
nes lo su cientemente generales, cuya función es heurística en tanto buscan generar compara-
ciones empíricas: son “una utopía que plantea a la labor historiográ ca la tarea de comprobar en
qué medida la realidad se acerca o se aleja de ese cuadro ideal”. M. Weber, Ensayos sobre meto-
dología sociológica, Buenos Aires, Amorrortu, 1982, p. 79.
b Las discusiones de Hermann Heller se inscriben dentro de las posturas de la socialdemo-
cracia alemana y sus debates con Hans Kelsen, Carl Schmitt y Max Adler, principalmente. Para
Heller la de nición del Estado debe partir de las regularidades estructurales que, cuanto más
generales, más se re ejarían en las leyes. La división del Estado como “institución” reconoce a
éste como “unidad organizada de decisión”, es decir, como un todo orgánico que tiene la capaci-
dad de ejecutar decisiones, existiendo la separación entre Estado y derecho, pero señalando que
ambos son constitutivos uno del otro (a diferencia de Kelsen). Véase H. Heller, Teoría del Estado,
México, Fondo de Cultura Económica, 1942; La justi cación del Estado, México, Universidad
Nacional Autónoma de México, Estudios Jurídicos, serie 6, 2002.
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tiva y exterioriza en un lugar fuera de ella el sentido implícito a sus prácticas
sociales. Es por referencia a ese lugar de sentido —la forma “Estado”— que
la sociedad se reconoce a sí misma y puede actuar sobre sí misma.
Al hablar de forma de Estado no me re ero a las diversas estructuras
organizativas del Estado, sino al hecho de que existe algo como el Estado.
Supongo que el Estado es la forma bajo la cual la sociedad moderna se uni-
ca y se representa a sí misma, o sea, el referente fundante de la convivencia
social. Se trata, por así decir, del “espíritu” de las leyes y de las instituciones,
espíritu en el cual se cristalizan los signi cados de la interacción social y
por medio del cual los hombres se a rman en tanto miembros de una mis-
ma sociedad.
La tarea es, pues, analizar —más allá del aparato de Estado— aquella
dimensión “físicamente metafísica” del Estado para comprender la cons-
titución del orden social por medio de ese referente trascendental. Esta pers-
pectiva está presente en Max Weber cuando distingue tres tipos ideales de
dominación legítima: la legal-racional, la tradicional y la carismática. Existe,
sin embargo, una diferencia cualitativa, como bien indica Hinkelammert.4
Los dos primeros tipos se basan en un mismo mecanismo: el procedimiento
rutinario. Pero tal legitimidad formal o procesual no se sustenta sola; la ruti-
na remite a un principio de origen o “mito fundacional”, que se vuelve mani-
esto en situaciones de crisis. Es lo que Weber tematiza como carisma, pero
en términos demasiado estrechos. Ve en el carisma sólo un atributo de ori-
gen individual y no la personi cación de un “sentido de orden” producido
por la sociedad misma.
Recurro al pensamiento de Marx por una doble razón. Primero, porque
encuentro ahí el enfoque propuesto, cuando anuncia, como tema para es-
tudiar, la “síntesis de la sociedad burguesa bajo la forma del Estado”.5 De
hecho, su análisis del fetichismo parece ofrecer un camino adecuado para
abordar el problema. Segundo, porque a pesar de insinuar una conceptuali-
zación de la forma de Estado, de hecho privilegia un análisis del aparato de
Estado. Podemos encontrar en su obra una línea reduccionista que da lugar
a las interpretaciones economicistas, que orientan gran parte de las estrate-
gias de izquierda. Plantear la forma de Estado supone criticar la reducción
del Estado a la máquina burocrática. Por ambas razones me parece fecundo
un análisis de la noción de Estado en Marx.
Para Marx el Estado no es sino una forma particular de la producción
social y cae bajo su ley general; el Estado es una objetivación de la activi-
dad humana. Los productos en que se objetivan los hombres bajo las con-
4 F. Hinkelammert, “El dios mortal: Lucifer y la bestia. La legitimación de la dominación en
la tradición cristiana”, en E. Tamez y S. Trinidad (eds.), Capitalismo, violencia y antivida, San
José (Costa Rica), Educa, 1978.
5 K. Marx, Introducción general a la crítica de la economía política / 1857, México, Siglo XXI
Editores, 1989, p. 59.

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