Chiapas 1923-1932

AutorCarlos Macías
Páginas253-272
VII. CHIAPAS [1923-1932]
PRESENTACIÓN
En
el
curso
de
la
transformación
de
los militares
revolucionarios
en
políticos
con
reconocimiento
nacional,
Álvaro
Obregón
se distinguió
por
su
habilidad
para
cultivar
buenas
relaciones
con
grupos
y figuras
actuantes
tanto
en
el
ámbito
regional
como
en
el federal.
Suelen
recor-
darse
al respecto los
pactos
de
colaboración
que
este divisionario sono-
rense
estableció
-en
pleno
auge
del
carrancismo-
con
los dirigentes
de
la
Confederación
Regional
Obrera
Mexicana y del
Partido
Liberal
Constitucionalista. Sin
embargo,
otros
acuerdos
cobrarían
similar tras-
cendencia
poco
después
al posibilitarle a
Obregón
una
gestión presi-
dencial
fundada
en
el
entendimiento
y la reconciliación.
Con
el
triunfo
del
Plan
de
Agua
Prieta, varios
generales
rebeldes,
por
años
resentidos
con
el
gobierno
de
Carranza, se
acogieron
a la nueva
disposición oficial y
participaron
en
la nueva
era
de
integración. Jefes
como
Juan
Andrew Almazán,
Manuel
Peláez, Marcelo Caraveo y Satur-
nino
Cedillo,
abandonaron
entonces
la vida
errante
y fugitiva
para
for-
mar
parte,junto
con
su
gente,
del
renovado
ejército federal.
En
Chiapas,
con
el
arribo
al
poder
de
los
sonorenses
se
neutralizó
en
gran
medida
el
prolongado
antagonismo
entre
el Ejecutivo
Federal
y
la
poderosa
coalición local
-defensora,
podría
decirse,
del
statu
quo--
que
encabezaba
Tiburcio
Fernández
Ruiz. Las dificultades
entre
am-
bos
poderes
databan
al
menos
de
un
lustro atrás,
desde
que
la llegada
de
las fuerzas carrancistas a la
entidad
fue
interpretada
por
los finque-
ros y los
medianos
propietarios
agrícolas
como
una
amenaza
a sus
intereses económicos, a su
influencia
política y a su tradición regional.
Bajo la
sombra
de
dicha
coalición
llegaron
a
coincidir
en
suelo chiapa-
neco
los
rebeldes
Félix Díaz y
Juan
Andrew
Almazán.
La
defensa
regional
de
los
propietarios
agrícolas
de
Chiapas
adopta-
ría,
desde
luego,
perfiles
militares. Los llamados mapaches, al
mando
de
Fernández
Ruiz,
emprendieron
una
resistencia
contra
el carrancis-
mo
tan
tozuda
y
enérgica
que
con
el
tiempo
serían
reconocidos
y
hasta
recompensados
por
Obregón;
a finales
de
1920,
Fernández
Ruiz fue
encumbrado
en
la
gubernatura
del
estado.
No
resultó
extraño,
a
juzgar
por
los
orígenes
de
la
lucha
de
este
personaje,
que
a
partir
de
ese
año
y
hasta
1924 el
proceso
de
reforma
social
experimentara
una
innega-
253
254
FIGURAS DEL
PODER
POLÍTICO
REGIONAL (1920-1935]
ble
P.arálisis.1 El
mayor
reglamento
agrario
del
gobernador
Fernández
Ruiz,
emitido
en
1921, consistió
en
la legalización
de
los
terrenos
infe-
riores a
ocho
mil
hectáreas
y
en
postular
el
fraccionamiento
de
los
que
rebasaran
tal superficie;
con
ello, más
que
procurar
la
redistribución
de
la tierra,
en
concordancia
con
las
tendencias
reformistas vigentes,
se
impulsaba
la colonización
de
los
terrenos
baldíos.
2
La
serie
de
cartas
presentadas
en
este
capítulo
dan
cuenta,
entre
otras incidencias,
de
la
pugna
que
acompañó
al relevo
de
los
ma,paches,
en
1924,
en
favor
de
un
grupo
heterogéneo
de
laboristas y militares,
encabezados
por
el
general
Carlos
A.
Vidal. Los
documentos
se inscri-
ben
en
el
terreno
de
la política
de
alianzas
que
emprendió
el
general
Calles
en
momentos
previos a su elección
como
Presidente
de
la Repú-
blica.
Si
bien
con
el
tiempo
los historiadores
han
atribuido
mayor pro-
yección a sus nexos
con
ciertos dirigentes reformistas, tales
como
Felipe
Carrillo
Puerto
y Tomás
Garrido
Canabal/
es
indudable
que
la
red
de
aliados y simpatizantes callistas
en
el país
colaboró
decisivamente
en
la
aplicación
de
las acciones
de
gobierno.
El
informante
o
delegado
del
callismo
en
Chiapas fue el
ingeniero
Raymundo
E.
Enríquez,
un
perso-
naje ligado a su colega Luis L. León.
Agrónomo
de
profesión, el chi-
huahuense
León
pasó
de
ser
subsecretario
de
Hacienda,
en
1923, a
coordinador
de
la
campaña
presidencial
del
divisionario
de
Guaymas;
en
tanto
que
Enríquez
cambió
su cargo
de
agente
local
de
la Secretaría
de
Agricultura y
Fomento
para
encargarse
de
la
coordinación
estatal
de
dicha
candidatura.
En
sus
informes
sobre
la
selección
de
candidatos
que
hacían
las
diferentes fuerzas del estado,
tanto
a
diputados
locales
como
a presi-
dentes
municipales,
Enríquez
reforzó
la
impresión
negativa
que
se
había
formado
el
propio
Calles,
en
su
carácter
de
secretario
de
Gober-
nación, al visitar la
entidad
en
febrero
de
1923.4 Y
aunque
en
los he-
chos
Fernández
Ruiz
no
respaldó
la
rebelión
delahuertista
(sólo "se
1 Javier Garciadiego,
un
estudioso
de
la contrarrevolución, resume así el
entendimiento
entre
los
sonorenses
y
Fernández
Ruiz:
"A
diferencia
de
otros
estados, la
década
de
los 'veintes'
en
Chiapas fue
de
dominio
finquero, gracias a su tenaz
lucha
contra
Carranza
y a su sagaz recono-
cimiento
de
Obregón". Javier Garciadiego
Dantán,
Revolución constitucionalista y contrarreuoluciún.
MUfJimientos
reaccionarios
en
México,
1914-1920 (tesis doctoral),
El
Colegio
de
México, 1983, p. 199.
2
Antonio
García
de
León, RPsistencia y
utojJía.
Memorial
de
agravios y crónica
de
revueltru y profecías
acaecidas m
la
provincia
de
Chiapas durante
ws
últimos quinientos años
de
su historia, vol. 2, México, Era,
1985, p. 142. La historiografia
de
Chiapas
cuenta
con la
notable
contribución
de
este libro, cuyo
segundo
volumen
ofrece
una
amplia
relación
del
complejo
reacomodo
que
experimentó
la
política local posterior a 1911.
Acerca
de
las cordiales relaciones del
general
Calles
con
ambos
dirigentes,
consúltense
en
este libro los capítulos
de
Tabasco y Yucatán.
4
"A
mi
juicio
la situac_ión
[de
no
se resolverá sino
que
seguirá
empeorando".
Con
estas
palabras
hab1a
conclmdo
el
secretario
de
Gobernación
su
mensaje
al
presidente
Obregón.
García
de
León,
op.
cit.,
p. 262.
CHIAPAS [1923-1932] 255
concretó
a la
defensa
de
sus intereses personales", según el
ingeniero
Enríquez), fue sistemáticamente
inculpado
de
obstaculizar a los candi-
datos
del
Partido Socialista (laborista) y
de
favorecer a
elementos
del
grupo
de
los
mapaches.
Concluida
la
rebelión
delahuertista
y los brotes
que
la
acompañaron
en
el estado, el
general
Carlos
A.
Vidal se
encargó
del
Poder
Ejecutivo
local
de
1925 a 1927,
aunque
no
sin la incesante hostilidad
de
los mapa-
ches.
En ese
periodo,
el
gobierno
de
Vidal
dotó
a 6634 campesinos chia-
panecos
con
un
total
de
81344 hectáreas,
cantidad
cuatro
veces supe-
rior a la registrada
durante
la administración
de
Fernández
Ruiz.
No
obstante, Vidal se distanció
pronto
del
presidente
Calles, muy proba-
blemente
a causa
de
los signos
que
anticipaban
la
reelección del gene-
ral
Obregón
a la
Primera
Magistratura. El
timbre
de
reproche
con
el
que
Vidal solicitó al Presidente
de
la República algunos
implementos
para
la
introducción
de
agua
en
Tuxtla Gutiérrez, quizá se
cuente
en-
tre los síntomas
de
tal distanciamiento (véase
la
carta
de
Vidal fechada
el 22
de
mayo
de
1926).
En
1927,
un
año
antes
de
las elecciones presi-
denciales, Vidal
optó
por
abandonar
su cargo e integrarse a la candida-
tura
del
general
Francisco Serrano;
pero
su
opción
resultaría fatal: cayó
fusilado
en
Huitzilac el 3
de
octubre
de
ese
año.
Luego
de
un
interinato,
Enríquez
fue electo
gobernador
para
el pe-
riodo 1928-1932. Esta administración se
habría
de
caracterizar
por
su
patente
afinidad
con
el centro.
Como
lo
había
hecho
desde 1923, Enrí-
quez
man
tuvo
puntualmente
informado
a Calles
-quien
ya
por
en
ton-
ces
era
conocido
como
el
'jefe
máximo"
de
la
Revolución-,
acerca
de
los adelantos
en
la
construcción
de
carreteras,
de
la diligente
reforma
agraria
y,
para
variar, hasta
de
los presumibles "camarazos" promovidos
por
el
jefe
de
Operaciones
Militares,
Juan
José
Méndez,
con
objeto
de
lograr la destitución
del
gobernador.
En el
segundo
semestre
de
1931,
Enríquez se
jactaba
ante
Calles
de
haber
concluido
el
tramo
Arriaga-
Cintalapa
de
la
carretera
panamericana
y
de
haber
repartido más
de
100
mil hectáreas,
para
superar
con
ello lo realizado
en
15 años anteriores
de
gobierno.
La serie
de
cartas se
cierra
con
un
texto remitido
por
el veterano
ma-
pache
Fausto Ruiz al
general
Calles,
con
fecha
de
diciembre 9
de
1932.
Se trata
de
un
breve balance
de
lo
que
a su
juicio
constituyó el estilo
de
gobierno
de
Enríquez
-quien,
por
su parte,
ya
se
encontraba
en
Bélgi-
ca
desempeñando
el cargo
de
ministro plenipotenciario
de
México-,
así como
de
los desafíos del nuevo
gobernador
Victórico Grajales. Tal
descripción acerca
de
la
administración del "callista" Enríquez,
por
más
que
la haya inspirado
la
animosidad
de
un
mapache
desplazado,
bien
po-
dría extenderse a algunos otros
gobernadores
contemporáneos
suyos:

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