Capítulo IX

AutorRafael Estrada Michel
Páginas138-165
Capítulo IX
Presentación de cr edenciales en México
El nuevo presidente y la e xtinguida dictadu ra
Esbozo biográfic o de Madero
Su educación
Agricult or, benefactor, protector de la enseñan za, aficionado a la medicina homeop ática y filósofo
Primeras i ncursiones en la política
Don Porfirio of rece respetar el suf ragio
Madero escribe su l ibro La sucesión presidencia l en 1910 y se siente investido por la Prov idencia
de una misión sa lvadora de la patria
La candidatu ra de Corral para vicepr esidente y la popularidad del g eneral Reyes
El Partido Ant irreeleccionist a
Gira de propaga nda
Ensayo cívic o y posible transigenci a
Los intelectuales
La Convención Ant irreeleccionist a designa candidato pr esidencial a Madero
Entrevis ta del general Díaz con Madero
Nueva gira de prop aganda
Prisión de Madero e n Monterrey
El fraude consum a la reelección
Madero en liber tad bajo fianza.
139
I
El salón de Embajadores de Palacio Nacional de México —refina-
miento del pasado régimen— hallábase repleto de altos funciona-
rios, entre los cuales lucían sus charreteras varios generales y co-
roneles, en competencia a los áureos bordados de mi traje
diplomático. El comodoro Malpica, jefe del Estado Mayor del Presi-
dente de la República, al recibirme en los umbrales, me había dado,
en carácter, su derecha, y de un extremo a otro nos precedían dos
oficiales del protocolo y un secretario, mi subalterno. Por los balco-
nes penetra con suavidad la luz de la mañana; y las miradas de la
concurrencia vuélvense a la circunspecta comitiva y fíjanse en mi
persona, que soy, en la comedia, primer actor y, de tránsito, prota-
gonista, con sus inmediatas consecuencias, causa del comentario
que, sin mengua de buena crianza, se desliza. Uno, me advierte
flaco; otro, me toma por gordo; y alguien, más allá, descubre en mí
al de idéntico apellido a quien conoció “hace la friolera de cuatro
lustros”. Un experto en achaques cortesanos tacha mi lento andar,
como si arrastrase en pesada carreta los desengaños propios de la
edad madura, y en desacuerdo anotaría la rapidez excesiva de mis
modales un sabedor de enciclopedia; sobre la brecha, el psicólogo
no se despinta y estudia en mi seria fisonomía viejas tristezas pega-
das al corazón; “el sexto ministro que nos manda Cuba” parece
decir un profesional echando la sencilla cuenta con los dedos

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