Bioética y derecho; el futuro marco regulatorio y social de la actividad vital

AutorEst. Eduardo Flores Moreno
CargoEstudiante del 6º semestre de la licenciatura en derecho
Páginas85-98

Est. Eduardo Flores Moreno1

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Bosquejo histórico y conceptual

A la rama de la ética y al desprendimiento filosófico de la ciencia biológica que forma un cuerpo disciplinario uniforme para el estudio conjunto de la causa vital en el planeta, se le ha denominado con el acrónimo de “bioética”. Dicho término fue acuñado por un bioquímico norteamericano que trabajaba en el Laboratorio McArdle de la Facultad de Medicina en la Universidad de Wisconsin, en el año de 1970 cuando publicó su artículo intitulado “Bioética, la ciencia de la supervivencia”, y donde aseveró que

“[…] La humanidad necesita urgentemente una nueva sabiduría que le proporcione el ‘conocimiento de cómo usar el conocimiento’ para la sobrevida (sic) del hombre y la mejora de su calidad de vida. Este concepto de la sabiduría como guía para actuar -el conocimiento de cómo usar el conocimiento para el bien social- podría llamarse ‘la ciencia de la supervivencia’, y sería un prerrequisito para mejorar la calidad de vida. Yo postulo que la ciencia de la supervivencia debe cimentarse en la biología, ampliada más allá

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de sus límites tradicionales para incluir los elementos más esenciales de las ciencias sociales y de las humanidades, con énfasis en la filosofía en sentido estricto, o sea en el ‘amor a la sabiduría’. La ciencia de la supervivencia debe ser más que una ciencia, y para ello propongo el término ‘bioética’ con objeto de subrayar los dos ingredientes más importantes para alcanzar la nueva sabiduría que necesitamos tan desesperadamente: el conocimiento biológico y los valores humanos […]”.2

¿Pero que es exactamente lo que aspiró a decirnos el fundador de la disciplina pseudo-científica (en aquellos años) que él mismo denominó como “Bioética”? ¿Acaso cuando dice que aspira a reunir dos vertientes científicas incompatibles en su procedimientos cognoscitivos (y casi en toda su historia) a través del “[…] conocimiento biológico y los valores humanos […]”, nos quiere avisar una ineludible moralización del accionar que los biólogos tienen en su área? Ante las novedosas controversias que por aquellos años la medicina planteaba a la conciencia de las sociedades, surgieron diversas hipótesis para dar luz sobre la conveniencia de usar las técnicas médicas de reproducción asistida, como la fertilización in vitro y la cesárea, fue en gran parte debido a esto que se apelo a la sabiduría como herramienta para solucionar los conflictos del científico.

¿Pero en qué punto es posible que la biología y la bioética, ontologicamente tan dispares, puedan tocarse y conformarse en un tronco integrado? Desde la perspectiva de un servidor, tal cosa no puede ocurrir sin que las visiones que sobre sus materias de trabajo tienen los especialistas de ambas áreas (filósofos y biólogos), experimenten una profunda catarsis conceptual, es decir, que no es factible una fusión plena de estas dos especialidades del saber humano sin que haya inclinación a integrar en mayor grado a una dentro de otra, a manera de lo que ocurre en un hijo que tiene más rasgos de la madre que del padre; el criterio que se impuso en esta nueva variante disclipinaria denominada bioética fue, precisamente, la palabra que compone la segunda parte su concepto: “La ética”.

La ética es la ciencia que se caracteriza por limitar su campo de estudio a unas cuantas preguntas sobre temas de trascendencia que siempre están vigentes (el alma, la amistad, el amor, la vida, el valor, lo bello) en las épocas distintas de que se compone la historia humana, y que se trastoca conforme cada generación aporta una nueva visión de sus objetos de estudio, por todo ello es que no se parece en nada al rigorismo metodológico que caracteriza a la biología, la cual deja de lado en su transformación a toda elucubración del intelecto que no tenga un sustento experimental medible, alejando toda practica de la imaginación que sea espontánea o ligera, ejercicios de la mente que son de mucho provecho para la obtención de nuevas ideas y que se atiene en todo momento a los

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dictados epistemológicos que le marca su tradición desde Charles Darwin. Pero aun así y luego de que pugnaron tantos factores que las separaban, fue que un poco de modestia pudo unificar lo que dos sistemas radicalmente diferentes en sus metas y métodos se negaban a aceptar como la nueva realidad, que los dictados de la necesidad humana de avance marcaban, ya que los filósofos veían como un absurdo la asociación sus conglomerados antiquísimos de abstracciones cosmogónicas con principios humanos en esencia inmutables con un bloque del conocimiento cambiante y abierto a las mil y un rutas que cada nuevo descubrimiento (ADN, vacunas, etc.) le señalaba, a tal grado que su rostro (esto en nada asemeja a la dinámica natural con la que se desenvuelve en el tiempo la ética) se reconfigura totalmente cada dos décadas.

Pero si ya establecimos que la propia mezcla conceptual de la biología y la ética nos ofrece por su realización un problema ingente, es en cuanto a la definición de los alcances de su objeto de estudio donde se presenta otro obstáculo difícil de superar, e igualmente es complicado cuando hablamos de la dificultad que reviste una cuestión tan delicada como la relación que guarda este híbrido bioético con sus tías “la Química” o “la Sociología”, así como de su prima “la Genética”. Es de esta manera como convergen una serie de fenómenos muy peculiares que confunden con facilidad el área moral-intelectual con la abstracción cientificista tan necesaria en un proceso de análisis y observación, obnubilando la mente del hombre de ciencia y provocando diversas reacciones en su comunidad tan compacta (pero a la vez tan culta).

Bien decía Ortega y Gasset que no existía mayor ignorancia que aquella derivada de la especialización, definiendo como soberbios a aquellos que por dominar a la perfección un área del saber, se creían poseedores de la verdad absoluta; a ellos les llamaba sabios ignorantes.3 Pero este engreimiento se puede ir solucionando gracias a la Bioética, por que los técnicos y expertos consagrados al estudio de la biología y todas sus ramificaciones pueden estar orgullosos de haber enriquecido sus conocimientos con la inclusión de la deontología moral como disciplina, lo que va a ayudarlos a sortear ese estrechez de visión y va a revelar al mundo lo sano que es poner algo de filosofía en nuestras profesiones, por que con ella se complementa la obra cotidiana que llevamos a cabo, logrando humanizar sus campos de desempeños si se empapa con un poco de humanismo, y es que esas concepciones de vida sirven desde un simple biofísico que experimenta con radiaciones nocivas en un sofisticado acelerador de partículas, hasta el médico que dialoga con una paciente respecto del cáncer que invade su útero; es dable apreciar en esta variedad de casos la real importancia de esta nueva rama del saber, que nace desde la Biología, pero que extiende su andamiaje de aplicación hasta la Medicina y la Genética, fructificando en una conciencia colectiva que dota de mayor tacto a los actores que desenvuelven sus roles en este drama llamado progreso.

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La bioética, por los motivos enunciados en supralíneas, se ha convertido paulatinamente en un escenario multidisciplinario donde tienen cabida sociólogos, biólogos, psicólogos, genetistas, químicos, antropólogos y juristas, de los cuales este último genero de profesionista es el que en tiempos más recientes se ha ido incorporando a la interesante discusión que el tema ha generado, y vaticino desde ahora que su intervención resultará decisiva por que con sus comprensiones y estudios se va a regular la delicada área que tratamos, planteándose primordialmente el amasar en un globo legal las prolíficas argumentaciones y posturas que al respecto se han venido vertiendo desde la década de los setenta sobre todos los temas de estudio que interesan a la conservación, mejoramiento y terminación de la vida.4

La bioética genera al instante mismo de su incursión en la escena social dos cuestiones conflictivas, a saber: 1. ¿A qué refiere el estudio de la vida en la bioética? y 2. ¿Cómo es que, si la bioética tiene como objeto el conocimiento de cómo usar lo que la raza humana sabe, no ha sido regulada satisfactoriamente por un ordenamiento positivo? A la primera cuestión diremos que como el derecho tuvo sus raíces en la moral (y ésta no es más que el valor entendido en un conjunto de seres humanos), es evidente que la deficiente normatividad que existen sobre esos rubros de la vida humana se ha distorsionado en cuanto a su utilidad para contemplar supuestos que atiendan a una realidad social. Pero la ética no es nada moral, y el estudio de la vida y sus implicaciones tiene que atender al raciocinio, con lo que luego de la entrada en acción de la nueva disciplina que estamos refiriendo, se hizo más prometedor el panorama y se anuncian muchos avances en la materia. Más la ética por si sola no es la panacea para los conflictos médicobiológicos que existen, ya que no finiquita las cuestiones que se someten a discusión y, mucho menos, por que no persigue como fin último el obtener una uniformidad de pensamientos en toda la gente, antes bien, como lo expresa Fernando Savater, “[…] no creo que la ética sirva para zanjar ningún debate, aunque su oficio sea para colaborar a iniciarlos todos […]”5, y como no nos ayuda a encontrar soluciones prontas a nada, lo más acertado que podemos afirmar sobre la bioética es que nos da una herramienta de perspectiva valiosísima para poder lidiar con los nuevos planteamientos que ofrece la incidencia de las grandes cuestiones médicas y biológicas en la sociedad, ya que con ellos cuestiona los valores (que no principios) más fundamentales sobre los que ésta se levanta, y si a...

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