Las altas voces del pueblo

AutorJuan Bosch
Páginas165-189
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Capítulo IV
Las altas voces del pueblo
La evolución política del pueblo cubano reseñada en los tres capítulos
anteriores se le hace evidente al extraño que visita la isla, aun a despe-
cho de la selva de opiniones contradictorias que encuentra a su paso.
Se le hace evidente porque el cubano es un animal político. Pero sin
duda un pueblo no podría alcanzar el desarrollo político que uno nota
en Cuba si no hubiera sido impulsado por la expansión de la economía
y por la fuerza de la cultura. La historia de la economía cubana requiere
un voluminoso tratado, cosa de la cual pretende apartarse en varias leguas
este libro, y la historia de la cultura demanda un trabajo que el autor
no está en capacidad de realizar.
Desde luego, economía y cultura están entrañablemente enlazadas,
pues no hay duda de que tan pronto el ser humano dispone de medios,
usa una parte en la adquisición de conocimientos, bien para sí mismo,
bien para sus hijos. Y aunque la cultura no está, como por herencia de
conceptos coloniales se ha creído en los pueblos latinoamericanos cir-
cunscrita a las letras y a las artes, por la difusión de letras y artes co-
mienzan los pueblos a poner interés en las ciencias. Las ciencias apli-
cadas ayudan a aumentar el bienestar, y el bienestar pone al hombre en
mejor disposición para recibir la obra de los literatos, los poetas, los pin-
tores y los músicos.
En Cuba no hubo cultura expansiva, porque no entraba en la política
colonial española llevar el alfabeto al último poblador de sus posesio-
nes. Pero hubo cultura para los círculos exclusivos. Esos círculos estu-
vieron formados por los mismos que tenían mayor poderío económico,
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a menos que irrumpieran entre ellos hombres y mujeres que, salidos de
las capas más oprimida del pueblo, se impusieran por sus talentos. El caso
no era difícil, dado que la cultura predispone el ánimo contra las barre-
ras raciales, sociales o políticas. Así, en Cuba se vio a los grandes pa-
triarcas de las letras acoger en sus círculos a esclavos negros o libertos
que escribían poemas o novelas; y desde que los cubanos comenzaron
a elaborar serias tareas culturales se aplicaron a servir a un ideal de
justicia social, a menudo expresado en el afán de crear una República
libre para todos sus habitantes.
El siglo XIX vio una poderosa manifestación de la cultura cubana.
Era la de una minoría, pero estaba dirigida al bien de la mayoría; y el
resultado más apreciable de la obra que realizó estuvo en las guerras de
independencia. Poetas, filósofos, escritores y educadores formaron, en
el mejor sentido de la palabra y en el más amplio, a los directores del
gran movimiento libertador. Ya al final del siglo, un hombre que era a
la vez poeta, filósofo, escritor y educador, encabezó la guerra de 1895;
fue José Martí, a quien le tocó personalizar todas las gamas de la cultura
cubana resumidas en un político de gran talla.
Es el caso, sin embargo, que los exponentes de la cultura cubana no
podían iniciar el capítulo de obras nacionales que expresaran lo cubano,
puesto que el alma nacional estaba entonces en formación. Su papel tenía
que ser el de intérpretes de ansias y necesidades criollas, y nada más.
Escritores y poetas populares usaban, cierto acento generalizado en el
pueblo; mas no llegaron a crear monumentos de la literatura o de la pin-
tura, simplemente porque no podían levantarlos con los materiales que
el pueblo aportaba. La única rama de las artes que se distinguía desde
sus inicios de los patrones españoles, era la música popular, influida por
el ímpetu africano. Pero esa música estaba relegada a los barracones de
los esclavos, y no se la dejaba entrar en los salones.
Abstracción hecha de la Universidad y de las pocas escuelas oficia-
les, el movimiento nacional por la conquista de la cultura comenzó a fines
del siglo XVIII, cuando se organizó la Sociedad Económica de Amigos del
País, que tomó a su cargo la difusión de la enseñanza, la creación de es-
cuelas, el establecimiento de concursos literarios, científicos y de índole
parecida; al mismo tiempo, se fundó el Periódico de La Habana. Esas

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