Éxodo de tártaros y ucranianos

AutorLetitia I. Oivas

SIMFEROPOL- El martes 18, en el cementerio musulmán de Abdal, en las afueras de esta ciudad, se escuchaba el llanto de un grupo de ancianas tártaras frente a un millar de hombres de su comunidad. Asistían al funeral de un hombre asesinado en circunstancias no aclaradas y en medio de una creciente polarización entre las comunidades de Ucrania en lo que ya se considera la peor crisis de ese país desde la disolución de la Unión Soviética.

Reshat Ametov, jornalero tártaro de 39 años, padre de tres hijos, había desaparecido el lunes 3. Ese día, según testimonios de algunos de los asistentes al funeral -recogidos por Human Rights Watch (HRW)- participaba en una manifestación proucraniana frente al edificio del Consejo de los Ministros de Crimea, en la Plaza Lenin de Simferopol, cuando un grupo de paramilitares prorrusos y miembros de las tropas civiles de autodefensa lo detuvieron y se lo llevaron.

"Creemos que se lo llevaron porque es un activista muy conocido dentro de la comunidad y es impulsivo. Ojalá vuelva pronto a casa", decía pocos días después un miembro de la comunidad tártara a este semanario.

Su familia denunció los hechos a las autoridades. Sin éxito. Nada más se supo de Ametov hasta el domingo 16, cuando unos policías avisaron que había sido hallado el cadáver de un musulmán en un bosque cercano a Belogorsk, este de Crimea.

Tenía las manos atadas, una cinta blanca en la cabeza y "señales de tortura", según la prensa local. HRW indicó que estos hechos no han podido ser verificados y que nadie presenció el crimen, pero la policía crimea catalogó el suceso como muerte "violenta". Un día después su mujer lo identificó.

Los líderes de la comunidad tártara local -unos 300 mil descendientes de un grupo instalado en Crimea desde el siglo XIII-ya no esconden su preocupación por lo que podría ocurrir en la península, donde han sido hostigados y expulsados varias veces a lo largo de los siglos.

"No sé si podremos controlar a los nuestros si la situación sigue así. La muerte de Ametov no presagia nada bueno", explica el representante ante la ONU de la comunidad tártara, Abduraman Egiz.

En la ceremonia fúnebre del martes 18 algunos portaban armas, como constató esta reportera.

El problema es que mientras en Moscú, Bruselas y Washington se discute sobre el futuro de Crimea, en la península la vida se cimbra.

Además de HRW, la ONG local SOS Crimea -proucraniana y nacida a raíz de la toma de poder de las nuevas autoridades a finales de febrero-...

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