¿Reinas o Reyes?

AutorRafael Aviña

La década de los 90 consiguió llevar a la pantalla una suerte de revolución liberadora en términos sexuales. Travestismo, androginia y pasiones homosexuales llevadas a extremos. La ambigüedad de las relaciones sexuales, el erotismo como sinónimo de moda y los personajes varones entregados a todo tipo de sufrimientos fueron los temas de mayor coincidencia, como lo demostraron Orlando, Papá por siempre, Adiós a mi concubina, Priscilla, la reina del desierto, Reinas o reyes y otras tantas donde el común denominador fue el travestismo y su recorrido por terrenos de la ilusión: el aparentar ser algo distinto y, a la vez, convertir ese espejismo en algo real. No obstante, el tema que parece inagotable con ejemplos contundentes como los de la brasileña Madam Satá sobre un convicto de la justicia y notable travesti en los años 30-40, Mulan, Vestida para matar, El show de terror de Rocky, El silencio de los inocentes y, más atrás, como es el caso de Psicosis, ha mezclado burla, asombro y reflexión en filmes antológicos que abrieron y continúan ampliando la discusión de un fenómeno intrigante.

  1. Glen o Glenda/ Yo me cambié de sexo (52) significó el desclosetamiento del director Ed Wood, protagonista del mismo, junto con su esposa, Dolores Fuller, en una obra revolucionaria que narraba la historia paralela de un ex marine que desea cambiar de sexo y un hombre que busca la forma de confesar a su esposa su gusto por el travestismo. Un intento por mostrar a los travestis como seres necesitados de comprensión, cuando su productor George Weiss sólo buscaba un filme sensacionalista, acerca de "esos depravados que se visten de mujer". Ed Wood (94), de Tim Burton, con Johnny Deep, aborda la vida de un cineasta obsesionado por los suéteres de angora, la ropa y lencería femenina y su gusto por las historias retorcidas de esclavitud sexual, travestismo, homosexualidad y violación.

  2. Una Eva y dos Adanes/ Some Like It Hot (59), de Billy Wilder, es una de las más brillantes, divertidas e irreverentes comedias del Hollywood dorado, con Jack Lemmon y Tony Curtis en el papel de dos músicos que para escapar de la mafia se visten de mujer y se integran a una banda itinerante formada por jovencitas, entre ellas una sensual e ingenua Marilyn Monroe. El maravilloso gag final cierra con la increíble frase: "Nadie es perfecto", misma que le contestan a Lemmon cuando intenta convencer a su pretendiente de que no es mujer.

  3. El caso de John Waters y su estrella Divine resulta...

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