Vinos / Sin fronteras

AutorRodolfo Gerschman

Recogí en Galicia, para mi acervo personal, algunas historias interesantes que nada tienen que ver con los chistes a los que ustedes y yo estamos habituados. Por ejemplo los romanos, quienes llegaron a esos lares por el Siglo 3 a.C., llamaron a su punta más septentrional Finisterrae, el fin de la tierra. Algunos siglos más tarde los conquistadores españoles bautizarían con el mismo nombre, creyendo también que el mundo se había acabado, a la punta sur de Chile.

A pesar de sus costumbres, los romanos no invadieron Galicia, tal vez porque los celtas eran algo hostiles, tal vez porque no les latía la idea de vivir en la frontera del mundo, tal vez porque se quedaron anonadados con el espectáculo del sol hundiéndose en el mar. Algo que para nosotros se ha vuelto recurrido símbolo romántico, para ellos fue la pavorosa constatación de que el advenimiento de la noche era causado por el naufragio del astro rey y la incertidumbre de no saber si se le antojaría volver a aparecer después de su cotidiana zambullida.

Estas historias pueden parecer hoy día cómicas y también pueden llevar a algunas conclusiones interesantes sobre la naturaleza humana, que a pesar de tantos esfuerzos, sigue por momentos bastante próxima a la de los animales. Finalmente lo que nos separa de ellos es la conciencia, pero a su vez ésta tiene como límite el conocimiento. El fin de la tierra fue decretado varias veces a partir del espacio que podía abarcar la vista de los colonizadores. Y siempre hubo un más allá.

En la gastronomía los finis terrae están a la vuelta de cada esquina. Vivimos con la idea de que no hay un más allá de nuestras costumbres y gustos. Cuanto más conformista y limitado sea el sentido de pertenencia a un pueblo o comunidad, más cierto se vuelve aquello de que el hombre es un animal de costumbres.

Por el contrario, el conocimiento que amplía la conciencia da origen a la experimentación globalizada, a la alta cocina, a los vinos de autor o de alta expresión, al cambio permanente. Es cuando el hombre deja de ser ese animal de costumbres que come o bebe sólo por necesidad. La búsqueda de nuevos sabores, el conocimiento de otros gustos y el análisis de lo que el propio paladar prefiere, es otra manera de revelar lo propiamente humano del hombre.

Es lo que, en mi opinión, explica en gran parte la importancia que ha adquirido la cocina y, especialmente, la restauración. Ahora se habla mucho más de gastronomía que en el pasado, se busca mucho más las nuevas...

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