VIGÍA DE BOLSILLO / Alguien sale a matar

AutorSofía Orozco

Entre declaraciones, dimes y diretes, el Fiscal General del Estado, el Comisario Municipal y hasta nuestro Alcalde tapatío discuten, se acaloran, divagan, se echan culpas, se señalan errores, se lavan las manos, se curan en salud. Las cifras no les ayudan. El día a día tampoco.

Parecería que la delincuencia está fuera de control, que aumenta, que hace lo que quiere, que pasea por las calles, que no teme a la Policía (ni municipal, ni estatal, ni única), ni al Ministerio Público, ni tampoco al Juez. Que se sabe libre. Que se empeña en deslucir el trabajo de todos los encargados de la seguridad y el orden.

Ingrato el trabajo que escogieron, pero a alguien se debe responsabilizar.

Quizá es verdad que la Policía municipal detiene al menos a 5 pillos por día en promedio; quizá de todos ellos ninguno siga preso; quizá es cierto que por 100 delitos que se comenten en la ciudad, sólo en 8 de ellos se detiene al responsable; quizá la Fiscalía no da seguimiento a los casos; quizá ser apresado y quedar libre sin cargo alguno es más fácil en esta ciudad que tramitar, por ejemplo, un permiso de construcción o una licencia de manejo.

El Comisario y el Fiscal podrán tener sus números, sus estrategias, sus equipos, sus puestas en escena (recordemos al Señor Almaguer caminando armado cual sheriff, y al señor Caro transmitiendo en directo sus patrullajes), sin embargo, algo les está fallando: no son los hombres rudos del oeste, no infunden temor, no disuaden al delincuente. Es más, el delincuente ni siquiera se entera si les daña la carrera y les estropea la estadística. De pronto los dos parecen invisibles.

A pie de calle las cosas son distintas.

No hay cifras, ni expedientes, ni averiguaciones, ni rondines, ni patrullas, ni elementos en activo. No hay medición del desempeño y la eficacia policial. No hay guerra de declaraciones. Lo que hay es un terrible vacío de autoridad, una sensación de estar rodeados, un miedo a hacer una vida normal. Lo que hay son historias de vidas afectadas.

Lo que les sirve a dos funcionarios para efectos mediáticos para nada le es útil al ciudadano. Ambos negarán que cada día se cometen más delitos, las víctimas dirán todo lo contrario. Ambos dirán que no han aumentado los homicidios en el ámbito que les concierne, las familias que entierran a sus muertos darán otro testimonio. Ambos se perderán en la defensa de su enfoque y no querrán ver lo que sí está pasando: el delincuente se ha vuelto cada vez más indolente...

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