La vida en rosa

AutorBeatriz Perera

MASEHLONG/FAIR-LIE, LIMPOPO.- La colcha que cubre la cama de la recámara de la atleta sudafricana Caster Semenya es de color rosa. Los almohadones que la adornan también, aunque de otro tono. El detalle pasaría inadvertido si la habitación no perteneciera a quien estuvo en la palestra durante 11 meses con una investigación encima para determinar si era hombre o mujer.

En agosto de 2009, Caster Semenya ganó medalla de oro en la prueba de los 800 metros en el Campeonato Mundial de Atletismo e impuso nuevo récord al cronometrar 1 minuto 55 segundos y 45 centésimas. Fue muy superior al resto de las competidoras. La keniana Janeth Busienei, quien terminó en el segundo lugar, llegó 2 segundos 45 centésimas después.

En el Campeonato Juvenil Africano 2008, Semenya pulverizó los récords en las pruebas de 800 y mil 500 metros con cuatro y siete segundos, respectivamente. Sus triunfos desencadenaron las sospechas de las rivales derrotadas, quienes dudaron que se tratara de una mujer. Ello ocasionó que la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) realizara un examen de verificación de sexo. El martes 6 de julio de 2010, este organismo dictaminó que la sudafricana puede participar en las competencias femeniles.

En Masehlong, la comunidad donde nació Caster, y en Fairlie, lugar en que se crió bajo los cuidados de Maphuthi Sekgala, su abuela paterna, los vecinos que la conocen se burlan de las exhaustivas revisiones efectuadas para establecer el género de la atleta. Aceptan que tiene la voz gruesa y que su figura es musculosa y no tiene pechos, pero dicen que muchas corredoras de alto rendimiento comparten estas características. Además, aseguran que la velocista tiene un enorme parecido físico con Sekgala.

“Todo lo que pasó respecto al género de Caster nos da risa. Nosotros la conocemos, la vimos crecer. Sabemos quién es. No podemos dudar de ella porque aquí la vimos desde chica. No importa si lo duda todo el mundo. Escúchenlo: ella es una mujer. Seguirá corriendo y ganándoles a todas porque es mejor. Nadie esperaba que una desconocida de Sudáfrica pudiera ganar una medalla de oro y simplemente no pueden aceptarlo”, explica la abuela.

Desde la adolescencia, Semenya fue señalada como marimacha. No por sus rasgos físicos, porque en toda Sudáfrica hay millones de mujeres con sus mismas características, sino porque le gustaba el futbol. Solía jugarlo en las calles. Hacía equipo con sus dos primos o con los vecinos. Ellos no la juzgaban mal, pero algunos la estigmatizaron.

La abuela de Caster se enfrentó con los mismos prejuicios. En su juventud a la señora Maphuthi, ahora una anciana de 82 años y de oficio sangoma (curandera), la apodaban Great Coca-Cola o Great Coke (la grandiosa Coca-Cola o la Grandiosa Coca). Aquella chiquita de piel muy oscura corría con gran velocidad y como futbolista ameritaba un fichaje profesional.

“Ganaba todas las carreras y jugaba muy bien al futbol. Como premio siempre recibía...

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