Vicente Leñero: notas sobre una amistad

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Hicimos grupo también con Samuel del Villar, y hasta salíamos familiarmente. Las tres parejas vimos juntas varias obras de teatro de Leñero. Fue natural, por lo tanto, sobre todo por la liga que ya lo ataba fuertemente a Julio Scherer, que Vicente figurara entre los periodistas que seguimos al director ilegalmente depuesto y se afanara en participar en la hechura de Proceso. El día en que apareció su primer número, 6 de noviembre de 1976, coincidió con la presentación de la película Los albañiles, en una muestra internacional de cine. Vimos juntos, con nuestras mujeres, el tumulto del público que se empeñaba en entrar al cine Roble. Y como la aparición de Proceso había generado también gran interés, de pronto escuchamos con satisfacción que a gritos alguien proponía canjear, como papeles de semejante valor, un ejemplar de la revista por una entrada a la muestra.

Durante los meses en que encabecé la manufactura de Proceso, mi relación profesional se estrechó aún más con Vicente, pues se encargaba de editar la sección de Cultura y Espectáculos. Políticamente depositó de nuevo en mí su confianza durante la etapa en que Samuel del Villar, quien no participaba directamente en la revista, agudizaba sus críticas sobre mi papel en ella. Cuando comencé a plantear mi salida de Proceso, y según lo escribió en Los periodistas, Leñero llegó a pensar que era preferible que Del Villar –y no yo– se separara del grupo editor.

Leñero, sin embargo, se veía en aprietos cuando se trataba de optar entre Scherer y mis planteamientos, aunque seguía siendo generoso conmigo. En Los periodistas relata, a propósito de mi resolución de renunciar y alejarme de la revista:

“Me voy, dice Miguel Ángel Granados Chapa (…) tú mejor que nadie conoces desde hace tiempo mis razones, me dice en su oficina de Proceso (…) rascándose la barba. No es una decisión precipitada. Ahora es el momento, cuando no daño al grupo porque la revista se la puede pasar muy bien sin mí, salgo sobrando, no debe haber dos directores, él y yo nunca lograremos coincidir. Han coincidido en las cuestiones importantes, replico. En la dirección de la revista tenemos criterios diferentes. No siempre. A cada rato hay divergencias. A cada rato él te da la razón. No necesita dármela, él es el director. Te la da porque te respeta, te admira, lo convences; además es saludable la diferencia de criterios, las discusiones a la larga resultan positivas. Salgo sobrando. Nadie sale sobrando en Proceso, caray, ni lo...

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