De Verónica Escutia, sobre Alonso Lujambio

Señor director.

Estimado doctor Villanueva: He leído con atención su artículo Alonso Lujambio. Como enferma, no puedo sino sentirme ofendida por el trato preferencial que el gobierno le profesa y por el abandono en el que estamos sumidos millones de enfermos para quienes sólo hay diclofenaco.

Padezco fibromialgia y encefalomielitis miál-gica muy severa. Prácticamente vivo ya en un estado de postración vitalicia. La fatiga crónica se ha vuelto una fuerza aterradora que rellena cada recoveco de mi anatomía. No da tregua. Es implacable y mortífera.

Además de esto, sufro el dolor convertido en tortura, síndrome del intestino irritable, anemia, intolerancia ortostática, mareos, náuseas, vómitos, convulsiones, problemas de memoria y concentración, e infecciones recurrentes, entre centenares de síntomas más. Y soy madre soltera de un niño con TDAH.

Esta epidemia en México conforma una crisis humanitaria invisible. Nuestras biografías están convertidas en kilométricas historias médicas, están abortados nuestros derechos humanos más elementales, vivimos una espiral de violencias ad infinitum, pues no se nos cree y, ante su incapacidad, ninguna autoridad médica convalida nuestra agonía.

La ausencia de médicos especialistas me llevó a investigar científicamente el tema. Tenemos una calidad de vida equivalente a padecer VIH en fase terminal y esclerosis, así como a uso de quimioterapia. En España se están entregando pensiones por invalidez permanente absoluta. El Instituto Nacional de Cáncer de Estados Unidos equipara nuestra fatiga con la que padecen enfermos de cáncer.

Pero nosotras no tenemos la compasión incondicional de un presidente, ni las prebendas por haber sido funcionarias; menos aún gozaremos de un sueldo de senadoras que conjure nuestras penurias. Nadie nos aplaude o nos llama heroínas. Todo lo contrario: somos estigmatizadas como locas, flojas, depresivas y quejumbrosas.

En mi largo peregrinar con diputados, senadores, comisionados, activistas, feministas (es una enfermedad feminizada, en gran medida como consecuencia de haber vivido violencia de género), nadie me brindó un verdadero apoyo, e incluso el mismo maestro Chertorivski -cuando fungió como comisionado del Seguro Popularme confesó que desconocían toda la información que yo había recopilado en más de cinco años. Y me conminó a colaborar con ellos. Decenas de llamadas y mails de mi parte y el silencio de ellos me hizo intuir la ausencia de interés.

...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR