Un verdadero tesoro nacional

AutorLic. Eduardo Romero Tagle

“¿Por qué la gente aceptó la decisión de la Corte? No se debe a que los jueces sean unos sabios, pues no lo son, tampoco se debe a que exista una serie de palabras llamadas Constitución, sino que después de cosas como una guerra civil, años de segregación racial, la gente ha comprendido el valor de aceptar la interpretación que realizan los tribunales, y ese es un verdadero tesoro nacional”.

Las palabras de Breyer revisten especial complejidad, pues se refieren al fundamento por el cual las decisiones de los tribunales son aceptadas en una sociedad. Acatar una decisión es distinto a aceptarla, pues el primer término se refiere al cumplimiento cabal de la misma, mientras que el segundo implica un reconocimiento por el cual la colectividad considera que la decisión se realizó por lo cauces del Derecho.

Acatar implica el reconocimiento solamente de la fuerza vinculatoria de la resolución, y aceptar conlleva además una legitimación de carácter social. En este punto cabe preguntarnos: ¿En México poseemos un “verdadero tesoro nacional” como le llama Breyer? De manera lamentable, la respuesta es no.

En efecto, en nuestro país no poseemos una cultura jurídica que nos permita aceptar las resoluciones que emiten nuestros tribunales, y en algunos casos ni siquiera somos capaces de acatar las mismas.

Al señalar que existen problemas en el ámbito de impartición de justicia, solemos considerar que éstos provienen ya sea del marco jurídico en que se desenvuelve, o de sus operadores directos,es decir, de quienes tienen a su cargo la elevada labor de aplicar el Derecho al caso concreto; no obstante, lo interesante del comentario de Breyer se debe a su señalamiento en el sentido de que la responsabilidad en tal impartición va más allá de las leyes y de los jueces, pues en realidad involucra una postura o comportamiento de la sociedad.

En México solemos aportar opiniones en términos absolutos, mostrándonos sumamente intolerantes frente a posturas que sean contrarias a las nuestras, sin permitirnos la oportunidad de conocer a qué se refieren o en qué se sustenta tal divergencia, otorgándoles el adjetivo de “equivocados” a tales posicionamientos contrarios.

Si en nuestro país nos preciamos de ser una sociedad democrática, debemos de comprender lo que Zagrebelsky señala como “el valor de disentir”, al cual considera como un pilar fundamental del constitucionalismo contemporáneo, pues el diálogo de ideas, pero siempre con una actitud de apertura es un requisito...

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