Veracruz: el gremio, aterrado

AutorMarcela Turati

AUSTIN, TEXAS.- Minutos antes de finalizar el foro dedicado a analizar los retos del periodismo en América Latina, un reportero mexicano habló: "En Veracruz estamos viviendo en terror. A los periodistas no sólo nos matan, además nos torturan y nos descuartizan. Allá te levantan, te pegan, te hacen lo que quieren".

Era Miguel Ángel López Solana, quien el 20 de junio del año pasado sobrevivió al asesinato de su padre, el subdirector de Notiuer, Miguel Ángel López Velasco -investigador de temas de narcotráfico y corrupción política-, su madre y su hermano, fotógrafo del mismo diario. Con este hecho se inauguró la racha de asesinatos que desde entonces mutila la vida de periodistas en esa entidad.

"Yo sólo huí, huí, corrí hasta donde pude, hasta donde la oscuridad de la noche me alcanzó, ahí me quedé", dijo a los periodistas y funcionarios de organizaciones presentes en el foro. Y, por lo visto, no ha dejado de correr para salvar su vida.

Su testimonio puso de manifiesto que los periodistas veracruzanos que se saben en riesgo no tienen asidero. Acusó a Notiuer, el periódico local para el que laboraba, de haberlo despedido. La Casa de los Derechos de los Periodistas, creada con fondos públicos para refugiar a periodistas en situaciones difíciles, le proporcionó menos de una semana de hospedaje. Las organizaciones a las que dice haber acudido -la citada casa del periodista, Artículo 19, el Comité de Protección para Periodistas y Reporteros Sin Fronteras- no pudieron ponerse de acuerdo para ayudarlo.

Las múltiples instituciones de gobierno creadas para proteger a periodistas, incluyendo a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, pecaron de ausentes.

El reportero pasó seis meses en el Distrito Federal esperando que alguien lo ayudara a salir del país. Desesperado, al saberse sin ayuda, regresó a Veracruz y luego viajó a la frontera de Tamaulipas y Estados Unidos donde durante un mes pidió una visa. Desde abril está en este país con su esposa, solicitando asilo. Su único apoyo, dijo, ha sido el periódico Lajornada, del que era corresponsal.

Algunos de sus señalamientos fueron: "Una zona de guerra peor que Veracruz no hay (...) Hay una impunidad inmensa que nutre la violencia. Desde el momento en que asesinaron a mi familia las cosas debieron haber cambiado y no estaríamos lamentando la muerte de los demás. Nadie hizo nada. Ni el periódico hizo una nota de seguimiento".

Dio testimonio de la corrupción del gobierno local -que además de no proteger a los reporteros "filtró" a la prensa la lista de periodistas ejecutables, que se fue cumpliendo-, la complicidad entre funcionarios y narcotraficantes, la indiferencia de los dueños de los medios locales hacia los reporteros amenazados o asesinados, el alejamiento de las instituciones gubernamentales y organizaciones no gubernamentales que deberían protegerlos y la impunidad institucionalizada que propicia nuevos crímenes.

Él se salvó pero no corrieron la misma suerte sus tres colegas Guillermo Luna, Gabriel Huge y Esteban Rodríguez, a pesar de que tras los primeros asesinatos abandonaron el periodismo (o los corrieron sus medios para deslindarse de ellos), en algunos casos huyeron del estado o...

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