Todo en venta

AutorDenise Dresser

Normal que existan contratos del gobierno del Estado de México para garantizar la presencia y la cobertura favorable al mexiquense metrosexual. Normal que el PRI haya usado las cuentas Monex y las tarjetas Soriana. Normal que la lógica de comprar y vender no se aplica tan sólo a los bienes materiales, sino a muchos otros ámbitos también. Y es tiempo de preguntar si queremos seguir viviendo así. Como lo escribe el filósofo político Michael San-del en su magistral libro What Money Can't Buy: The Moral Limits ofMarkets, hay ciertas cosas que no deben estar sujetas a la lógica del mercado ni a la dinámica del dinero. El periodismo y las elecciones han sido permeadas por incentivos perversos, producto de una forma de pensar que distorsiona a la democracia.

Hoy, en México y en el mundo prevalece la idea de que los mercados son el objetivo primario para alcanzar el bien común. Televisa vende espacios y cobertura en sus principales noticieros porque hay políticos dispuestos a pagarlos. Los partidos compran votos porque hay electores dispuestos a venderlos. Y eso denota la expansión de los valores del mercado en esferas de la vida pública a las que no pertenecen. El alcance de una forma de pensar que enaltece al mercado por encima de cualquier otro valor es uno de los acontecimientos más importantes de las últimas décadas. Basta con pensar en el énfasis que se hace en la necesidad de privatizar empresas, hospitales, escuelas, policías, servicios de seguridad. Ello también conlleva un sistema electoral que permite la compra y la venta de elecciones, tal y como lo acabamos de presenciar en el 2012.

Este hecho debería ser fuente de preocupación, a pesar de la actitud negligente del Instituto Federal Electoral. La mercantilización del periodismo y de las elecciones debería motivar una reflexión social importante sobre sus efectos en la vida pública. Un primer impacto es el aumento en la desigualdad; un segundo impacto es un aumento de la corrupción. En una sociedad en la que todo está en venta, la vida es más fácil para los Slim y los Az-cárraga y los Salinas Pliego y los Peña Nieto, y más difícil para el resto de los mexicanos. Cuando todo se vende, la afluencia (o su ausencia) importa. Y la ventaja de la afluencia no consiste sólo en la habilidad para comprar yates, carros de lujo o mansiones en las principales playas. Cuando el dinero puede comprar más y más -como la influencia política y la cobertura mediática-, la distribución del ingreso y de la...

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